Entre los gratos frutos cosechados durante mi reciente visita a la ciudad nicaragüense de Granada, invitado para participar en su XIV Festival Internacional, se encuentra la amistad con Carlos Bonilla Avendaño (Heredia, Costa Rica,1954). Hermano y poeta, también abogado: entrañables similitudes con este escriba. Hablamos como si nos conociéramos desde el Principio del Verbo. Unos momentos perdurables, de esos que parecieran (¿o es que lo son?) eternos. Y al Hotel Granada, donde me hospedaba, vino con dos ofrendas que voy sorbiendo de a pocos: sus poemarios 'Puerta de los ciegos' (2000) y 'Tren sin retorno' (2001). Antes había publicado 'Alguien grita mi nombre y yo me escondo' (1996).
Del primero espigo estos cuatro textos apetecibles.
ESE DESCONOCIDO?
"?también en soledad de amor herido"
San Juan de la cruz
ese Desconocido de los pies descalzos
danza entre penumbras.
demasiadas fronteras. ¿o ninguna?
¿tan sólo las palabras solamente pensadas?
en este cruce de vías me tiendo cara al cielo
las nubes me desbordan
el firmamento está lleno de su rostro
estoy solo estoy solo
ese Desconocido me regaló su beso
y estoy deliramando
perdido en las fronteras de su nombre.
POR CUÁL RUTA SEÑOR?
por cuál ruta Señor
?o quizás ninguna?
cuáles vientos montañas
plenitud o vacío delineando tu imagen
de pronto es tu vestido el aire
y el río lleva la gloria del océano
otras noches
la luz penetra la durmiente médula
y se mece nocturno el universo
como el niño un segundo antes del parto
entonces duele la mirada herida
y el alba sólo es
sombra de tu ausencia
TE PIENSO?
te pienso
no sé bien desde cuáles horizontes
poblador del silencio
parábola difusa de todas las hipérboles
te creo
dese la oscura luz de esta vigilia
desde la inasible nostalgia del futuro
desde el hilo que me une al universo
te sueño
hasta el instante en que te ame cara a cara
o hasta que le barro devuelva mi memoria
a la brillante oscuridad del cosmos
o al minuto infinito de la flor
LLEGASTE?
llegaste
con violencia de milagro
pescador carpintero
quizás nunca supiste
que habías venido a embarazar el tiempo
la duda de pilato se volvió certeza: una estatua de sal
una puerta
para que entren los ciegos