OPINIóN
Actualizado 17/07/2017
Redacción

Sobre mis ojos se alzan las estrellas como lejanos almendros melancólicos que abandonaron en mi niñez su flor. Recibo hoy, como antes, su alegría, su resplandor de ónice escondido entre las ramas dulces del amor más alto que conozco. Ahora las veo, y mi inocencia sale a recibirlas con un guante de orégano y de ovas. Entre nenúfares, en el pequeño lago artificial que hay junto a la casa, dejo que posen su tictac de cuarzo. Y oigo caer sus pétalos en el agua, su lejanía, despertando estancias que había cerradas aquí, en mi corazón.

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