OPINIóN
Actualizado 22/12/2016
José Javier Rodríguez Santos

Hace unos días el periódico El Mundo recogió, tanto en su edición papel como la digital, el resultado de una investigación [1] sobre el cerebro de las mujeres embarazadas. Ya lo he escrito en otras ocasiones, las hormonas del embarazo dejan una hue

Antes de que una mujer sea consciente de que está embarazada, su naturaleza biológica cambia para bien, para mejor, y estos cambios dejan rastro fisiológico y cada vez más investigaciones así lo confirman y lo constatan. No podemos obviar esta realidad. Sin embargo, hemos dejado olvidado en algún rincón escondido de la estadística social el concepto de maternidad como algo bueno para el conjunto de la ciudadanía.

Vivimos en la época de la posverdad, palabra del año 2016 según el Diccionario Oxford. Con ella se quiere significar que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que las emociones y creencias personales. Es decir, se da prioridad significativa a las emociones sobre los hechos objetivos observables por la experiencia, destruyendo el método científico cartesiano.

Este arrinconamiento de la verdad también puede pasar a veces en la escuela al dejarse llevar por la subjetividad de la corrección política del momento, cuya manifestación más clara es el BOE, en donde se ha instalado la ideología de género como fuente de inspiración legal sin base científica alguna.

Cuando una mujer concibe un hijo, es su hijo desde la concepción, aunque el BOE y su clase política mayoritaria diga o afirme lo contrario. La evidencia es clara, obvia y palpable. Desde el momento en el que el óvulo es fecundado por un espermatozoide, el cuerpo de la mujer se vuelca hacia la protección del bebé y su cerebro, como se recoge en la investigación [2] llevada a cabo por diez científicos de varias universidades europeas, se adapta para centrarse en el hijo, abstrayéndose por momentos del mundo social que le rodea. De ahí que, en ocasiones, la mujer se pueda sentir sola y sobrepasada por unas circunstancias no esperadas, no buscadas o recibidas en una etapa de la vida con especial dificultad económica, laboral, familiar o humana.

El embarazo, repito, deja una marca biológica en la mujer y esta permanece de por vida; no podemos obviar esta realidad. En otro post analicé una investigación en la que se afirmaba que en la madre se pueden encontrar células con el ADN de cada uno de los hijos tuvo. Por ello, la sociedad en general, y cada uno de nosotros en particular, ha de apoyar a toda mujer embarazada, en cualquier circunstancia. Acabar con la vida en el seno materno no soluciona ningún problema circunstancial, más bien lo complica, y ese error se mantiene en el subconsciente de la mujer durante toda su vida como una sombra dolorosa, callada e imborrable.

Por ello, en Salamanca, contamos con la Asociación RedMadre [3] cuyo objetivo es el de convertirse en un apoyo humano y social a toda mujer que lo necesite, tanto si tiene un embarazo en una circunstancia imprevista o problemática, como a aquella que ha sido víctima social de un aborto provocado. Son estas últimas las que más necesitan de nuestro apoyo y comprensión.

Ojalá que entre todos creemos una conciencia social de que una de las violencias machistas más duras para la mujer es la de forzarla a un aborto dejándola sola a merced de sus circunstancias.


 Notas:  [1] El embarazo modifica el cerebro de la madre a largo plazo http://www.elmundo.es/salud/2016/12/19/5857f791e2704ebc588b45f5.html [2] Pregnancy leads to long-lasting changes in human brain structure. NATURE NEUROSCIENCE. http://cdn.20m.es/adj/2016/12/19/3772.pdf?v=20161219175837 [3] Asociación Red Madre Salamanca http://www.redmadre.es/castillayleon [4] imagen tomada de https://pixabay.com/es/embarazo-embarazada-mam%C3%A1-pap%C3%A1-775041/
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