OPINIóN
Actualizado 05/07/2016
Isaura Díaz Figueiredo

Que lentas pasan las horas,

recordando el azul de la infancia.

El pañuelo olvida el llanto, y el

corazón renace,

en el silencio de unos brazos,

anudados a la dulzura laurea,

sin ver en la quietud de tus ojos,

el ciego color de la hégira.

Noche alargada de terso silencio,

acalló tú voz

en un cielo de nata,

hacia tierras sombrías,

A tientas acaricio tus palabras dormidas

en horas amarillas,

las hojas se estremecen,

en la inmovilidad imperceptible,

Y cayó la desgarradora noche

deseando retener, desde el fondo de la nada, mis manos

entre la palidez de la tuyas,

ansiando que no se apague la luz de la puericia.

Isaura Díaz de Figueiredo 2/9/01

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