Corría el año 1906 y tenía apenas treinta años cuando Antonio Machado nos regaló uno de los Autorretratos más completos de la literatura universal. En la segunda estrofa, después de habernos recordado en la primera su infancia en los patios de Sevilla, nos describe los límites de su capacidad de seducción atribuyéndola a lo que él llama "torpe aliño indumentario".
Cien años después ha surgido una clase política decidida a sorprendernos con su nada torpe aliño indumentario. Algún día tendremos que hacer una comparación ideológica entre la izquierda española de aquellos primeros años del siglo XX y la nueva izquierda de estas primeras décadas del XXI. Nos sorprendería comprobar sus diferencias porque Antonio Machado y su generación hubieran hecho de todo menos los escraches con los que saltó a la fama Ada Colau, tampoco se les hubiera pasado por la cabeza especializarse en boicotear conferencias a Rosa Díez en los espacios universitarios. Actividades donde los líderes de Podemos y Compromis habían sacado matrículas de honor.
En la nueva izquierda, el aliño indumentario no tiene nada de torpe, es un aliño muy elaborado con premeditación, alevosía y toneladas de intencionalidad. Todavía hay gente sorprendida por el uniforme de gala que lució Pablo Iglesias en los Goya. En la Comunidad Valenciana sabemos mucho de uniformes p
olíticos y sobre todo de expresivas camisetas con las que catalizar y focalizar la atención mediática de una opinión pública ideológicamente amnésica pero emocionalmente identificada. El uniforme de gala no tenía como finalidad respetar la dignidad del acto social al que se asistía sino convertir el ego político de Iglesias en "la" noticia. Dani Rovira, Antonio Resines y la Academia quedaron en un segundo plano porque en la retina del espectador lo que ha quedado es el aliño indumentario de estas gentes.
Afortunadamente, algún asesor de la vieja guardia aconsejó a Pedro Sánchez meterse la corbata en el bolsillo y plantear un contrapunto emocional en la audiencia. El hecho de que este último fuera sin corbata y el señor Iglesias con uniforme de gala muestra que el aliño indumentario de esta nueva izquierda es muy importante. No solo porque hay dos estéticas electorales en juego, sino porque hay una lucha a muerte de dos egos por captar la atención mediática.
El desaliño indumentario de esta nueva izquierda no está pensado para respetar los usos sociales y la convivencia, está pensado para conseguir notoriedad mediática. Que nadie piense que el señor Iglesias y los miles de cargos públicos que siguen gregariamente su desaliño están dispuestos a respetar los usos sociales de la vida institucional en la que se encuentran. No la respetaron en su momento con escraches y alardeo de camisetas, no la respetarán ahora con la estética de vaqueros y camisa arremangada.