OPINIóN
Actualizado 18/11/2015
Mª del Carmen Prada Alonso

En el espanto

el inmenso ataúd recogió el bosque hueco.

Se quebraron los picos de la corona,

esparciendo los mutilados pedazos

por el suelo atezado.

Se borraron los mil ojos,

se eclipsó el día,

se ofuscó la noche.

El silencio se trocó en estruendos

de cadenas negras,

y plañieron el aire

los kyries de los colores que se fueron.

El espanto cercenó la música

y de las grandes alas asomaron

los huesos desplumados, convertidos

en esperpénticas escobas barriendo el caos.

Abatida la vida,

quedó abierto el vientre que mostró

los resecos intestinos de la infamia humana.

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