OPINIóN
Actualizado 21/04/2015
Coopetidores íntimos

Llegan las lluvias de Abril, y los campos se llenan de flores silvestres, de flores sencillas, tiernas  y delicadas, llenas de aromas sutiles y de fragancia exquisita. Es la estación con más luz y colores, donde la sangre se altera, es primavera.

Y todos estos aromas y fragancias, te trasladan a la juventud, a esos momentos donde los chicos nos dábamos cuenta de que las chicas han pasado a ser atención de nuestra mirada, ya no son las niñas a las que les tirábamos bolas de nieve en los recreos, ahora las miramos, y nos miran, con esa sonrisa cómplice y pícara, pero evocadora.

 Y empezabas a fijarte en una, en esa que cuando se cruzaba la mirada sentías que flotabas,  que seguías con tu mirada, no importa que la plaza estuviera llena y bulliciosa, tú siempre sabías donde estaba, ella se ponía en el lugar donde la vieras y te viera.

Cuando te acercabas a ella, olías su perfume, ¿Por qué solo olías el suyo?

Entre dos luces ya buscabas el lugar donde ver la puerta de su casa,  y esperabas ver su figura, tenía que coger la cristalina agua de la fuente con su cántaro, o ir a por la leche en su lechera, y que al asomar, era como ver a una flor que se abre y vieras su cáliz, su estigma, sus pistilos sus estambres y sus pétalos, toda una flor con su perfume.

Y cada segundo de tu vida era para recordarla, para ver como sorprenderla cada día, qué hacer que le gustara, y así ver como temblaba con tu atención de cada día, solo pensabas en cómo hacerla feliz cada segundo de tu vida.

Cuando ella te miraba, tu corazón se aceleraba, y pasábamos las horas cual segundos, sentados en los poyos de la plaza.

Si estabas sentado y la fresca brisa pudiera molestarla, te cambiabas de sitio para así protegerla, si la mirabas y el Sol la molestaba, te girabas para que  sus ojos te miraran.

Y llegaban esos días de festejos, de romerías en el bosque, donde sin saberlo cada año, te alejabas para sentarte con ella junto al tronco del castaño, y allí sentir, después de aquella lluvia, el olor de la tierra ya mojada, y la miras te me mira, y sientes como el corazón late con fuerza y te acercas y se queda, para por primera vez  unir nuestros labios con ternura, y con pasión emocionada.

Y caminas de la mano, entrelazados los dedos, y me acerco hasta el rosal para recoger la rosa y quitarle antes las espinas, se la pones en sus manos a la amada, ella coloca en la palma de sus manos y la acerca  temblorosa  para olerla, cierra sus ojos y la miro a que levante su mirada esperando su sonrisa y me mira y me sonríe con dulzura,  y levantando sus brazos me abraza con toda su ternura y la abrazo, y la primavera ríe y se llena de colores con destellos de alegría.

                                                                                                                               Andrés Barés Calama

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