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La Jornada Regia en Alba de Tormes según un testigo excepcional
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ALBA DE TORMES

La Jornada Regia en Alba de Tormes según un testigo excepcional

Actualizado 17/01/2022 13:21
Redacción

Para el acontecimiento del doctorado 'honoris causa' de santa Teresa contamos con el testimonio de un cronista de excepción (8-10-1922), el fraile carmelita Silverio de santa Teresa

Manuel DIEGO SÁNCHEZ, carmelita

Con el fin de percibir el trasfondo más menudo y detallado de la visita real de 1922, queremos ofrecer la visión personal y certera del que fuera el mayor teresianista de su tiempo, Silverio de Santa Teresa (1878-1954), luego historiador oficial de la Orden y hasta fue Superior General de los Carmelitas Descalzos en cuyo cargo murió (1947-1954). Fue un personaje afortunado, bien conocido y apreciado por el rey Alfonso XIII, al que acompañó en ese mismo año 1922 en dos ocasiones: en la visita a las Hurdes, cuando el rey quiso acercarse y pernoctar en el Desierto carmelita de las Batuecas (23/24-6-1922), y fue allí donde se conocieron; y en el viaje real a Salamanca y Alba con motivo de la concesión del doctorado “honoris causa” por la Universidad salmantina a santa Teresa de Jesús (6/8-10-1922). Fotografía de su servicio como asistente real en aquellas jornadas, nos ha quedado solamente una en que se le retrata saliendo de la iglesia del sepulcro de Alba al lado del rey Alfonso. Pero de ambos sucesos (Salamanca y Alba) Silverio nos dejó una relación detallada, que se publicó, y además no pocas referencias en su diario o memorias personales. Tomamos la crónica relativa a la estancia real en Alba del día 8 de octubre, tal y como la dio a conocer en la revista carmelitana “Monte Carmelo” de Burgos publicación que el mismo dirigía y que acogió durante años tantas de sus investigaciones.

Le cedemos la palabra:

Relación del carmelita Silverio de Santa Teresa

“Al día siguiente [8 de octubre 1922], cepillados los vestidos de fiesta que había que continuar luciendo, todo Salamanca se disponía a trasladarse a Alba de Tormes, donde la imagen de la Santa, que se venera en las Descalzas, había de ser solemnemente tocada por Sus Majestades con el birrete doctoral conferido por la Universidad…” (p. 465)

¡Los Reyes! ¡los Reyes! (p. 491)

La pacífica villa ducal se convirtió por unas horas en una especie de sucursal de la Castellana de Madrid. Los automóviles no cesaban de llegar, pasando rápidamente el puente sobre el Tormes y colocándose luego a lo largo de la carretera en riguroso turno de antigüedad según el “escalafón de llegada”. Desde la que será entrada principal de la Basílica teresiana, planeada y comenzada por el P. Cámara, de grata memoria, como de balcón incomparable, contemplábamos el ir y venir de los autos, el ruido de sus bocinas, los grupos abigarrados de pueblerinos con sus trajes vistosos y chillones, confluyendo todos en el puente, que esperaban, para desbordarse, la llegada de Sus Majestades. Y Sus Majestades llegaron a las diez y cuarto. Saludados por el alcalde de la villa, aquella imponente masa, a duras penas contenida durante la breve salutación de la autoridad, estalló en vítores a los Reyes, y entre aclamaciones y aplausos entraron en la explanada de la gran basílica en construcción, donde se había preparado todo lo necesario para la imposición del birrete doctoral.

Para tal Doctor, tal birrete

La Jornada Regia en Alba de Tormes según un testigo excepcional | Imagen 1

El birrete es una preciosa joya artística, debida al benemérito y reputadísimo sacerdote D. Félix Granda, cuyo solo nombre es su mejor elogio. Estuvo depositado en casa de los /492/ Sres. de Hurtado de Mendoza y luego se expuso en el escaparte de una tienda salmantina para que pudiera verlo el público. Un periodista, que lo examinó detenidamente, hace de él la siguiente descripción que nos consta mereció la aprobación del Señor Granda:”El birrete, encerrado en lujoso y severo estuche, es sencillamente, una maravilla de construcción y de gusto artístico. Sobre el armazón de oro, afiligranado, se destaca en su frente, el hermoso Cabusón, regalo de la Reina, y por encima de éste, la simbólica paloma de Santa Teresa, toda ella de pedrería y sus alas de marfil. En los distintos polígonos que forman el birrete, se destacan también los escudos de Cepeda, Universidad de Salamanca, Castilla, etc., orlados de piedras preciosas, que forman un conjunto admirable. Todo el casco del birrete está cuajado de zafiros, perlas, brillantes, rubíes, amatistas, topacios, esmeraldas, etc., de un valor extraordinario y combinadas con singular gusto y sorprendente habilidad. La obra, tasada en unas 150.000 pesetas, es un alarde de riqueza y de exquisito gusto artístico, que acredita la competencia de los artífices que en su confección han tomado parte. En el estuche, sobre una plaquita de plata, se lee esta inscripción: A la Santa – Las Damas españolas.

La Jornada Regia en Alba de Tormes según un testigo excepcional | Imagen 2

Y para tal escritora, tal pluma

Junto con el birrete, estuvo también expuesta la pluma de oro, que Alfonso XIII regaló a Santa Teresa, muy hermosa y de gran valor, y que luego él mismo había de entregar a la Santa.

Nosotras le costeamos, dicen las Damas

Como reza la inscripción del estuche, el birrete ha sido costeado por la piedad de las damas españolas, figurando a la cabeza su majestad la reina Doña Victoria, la Reina madre, las infantas y lo más calificado de la Nobleza y Señorío de la nación. La iniciativa se debe a la Junta salmantina del Centenario de la Canonización de Sta. Teresa, compuesta de distinguidas damas de aquella ciudad, entre las que ha de serme permitido citar a la Excma. Sra. Dª Teresa Maldonado de Hurtado de Mendoza, de rancio abolengo castellano, y que bebió con la leche la devoción a Santa Teresa en casa de su buenísimo padre el señor Conde de Aldana. A la /493/ amabilidad de esta ilustre dama debo algunos pormenores informativos de esta ligera crónica, y es obligación mía rendirle este pequeño recuerdo de gratitud, aunque se ofenda su modestia.

La Reina le impone el birrete

Los reyes tomaron asiento en el trono que se les había preparado junto al altar donde estaba la imagen de la Santa que había de ostentar el birrete. Enfrente de los reyes y en sitio de preferencia, se colocaron los señores Obispos que habían asistido en Salamanca a las fiestas teresianas, y la Comisión del Cabildo catedral, la del Claustro universitario, senadores y diputados de la Provincia, las autoridades de Salamanca y Alba, la Junta del Centenario Teresiano con su consiliario /494/ D. José Manuel Bartolomé y muchas otras distinguidas personas. Representando la Orden estaban los RR. PP. Provinciales de Castilla y de Navarra. Por la de Aragón, el R.P. Jacobino del Niño Jesús.

Previo vibrante discurso del señor Arzobispo de Valladolid, Dr. Gandásegui, que enalteció my elocuente y justamente a las damas salmantinas como iniciadoras de este homenaje, y a todas las que han contribuido con sus limosnas al precioso birrete que dentro de breves momentos ceñiría las sienes de la ínclita Virgen de Ávila, la Comisión del Claustro universitario, en traje académico, subió al trono donde estaban Sus Majestades para entregar a la Reina el pergamino donde constaba el título doctoral, que se sanciona, por decirlo así, /495/ con la imposición del birrete al doctorando. Acto seguido, Dª Victoria, con majestad imperatoria, sube las gradas del altar y coloca sobre la cabeza el birrete doctoral. La primera dama de la nación, en nombre de todas las mujeres de su pueblo, imponiendo a la más grande santa de la Raza aquel emblema de sabiduría del cielo. ¡Cuadro hermoso y significativo! Jamás birrete en el mundo fue colocado por tan dignas manos en cabeza tan gloriosa.

El beso regio y el… delirio

En seguida el Rey, puso a la imagen la pluma de oro que regalaba a la Santa, e incontinenti, sin que figurase en otro protocolo que en el de su corazón cristiano, dio un fuerte, resonante y gentil beso en la mano de la egregia Doctora, y el público, que con la velocidad del pensamiento vio en aquel rasgo la manifestación más elocuente de su propio sentir, rompió en aplausos cerradísimos. Aquello fue el delirio. ¿Qué compenetración más íntima entre el pueblo y sus augustos representantes!

Adorando las reliquias en la clausura

Terminada la ceremonia, y celebrada una misa por el señor Obispo de Salamanca, que los Reyes oyeron con edificante recogimiento, y durante la cual se ejecutaron piezas musicales de escogido repertorio, SS. MM. con los Sres. Obispos que habían estado los días antes en las fiestas de Salamanca [en nota se dice que estaban el arzobispo de Valladolid y los obispos de Salamanca de Salamanca y Segovia; el de Ávila se había ido ya desde Salamanca a su ciudad episcopal para recibir a los reyes a su paso por aquel sitio de camino hacia Madrid], Señor Presidente del Consejo, palatinos, P. Provincial de Castilla, Definidores (PP. Evaristo y Antolín) y otros religiosos Carmelitas, algunas personas invitadas y otras que se pudieron colar, se dirigieron a la iglesia donde fue enterrada la Santa, que estuvieron visitando detenidamente, y luego entraron en clausura, que vieron con el mismo detenimiento y devoción, sobre todo la celda donde la Santa murió, el corazón, el brazo y el camarín donde está el sepulcro que encierra el cuerpo de la Santa en caja de plata, regalo de Fernando VI. Aquí, el P. Gabriel tenía preparada una grata sorpresa a Su Majestad. Hace ya muchos años que las monjitas pusieron un /496/ retrato de Alfonso XIII en el sepulcro de Santa Teresa, a fin de que le libre de todo peligro y le dé salud, para bien de la Patria. Y a fe, que, en ocasiones, ha sido bien necesario el patrocinio de la Santa. El Rey, al conocer este rasgo de delicadeza, teresiano de pura cepa, exclamo: ¡Qué bondadosas son estas Madres! También vieron Sus Majestades el magnífico ‘armonium’ que su buena tía la infanta Isabel regaló hace tiempo a este convento. /497/

Nosotros pudimos apreciar el interés creciente de Sus Majestades a medida que iban viendo tantas y tan preciosas reliquias como el convento encierra, por las numerosas preguntas que hacían para tener de todo cabal y entera noticia. Las monjitas, que seguramente no quieren menos a Sus Majestades que Santa Teresa a Felipe II, estuvieron muy obsequiosas /498/ y cumplidas, y nada digamos de su amable tolerancia con los que invadimos aquellos claustros habitualmente tan silenciosos. Al fin, estaba por decir, si no es irreverente, que Santa Teresa tiene la culpa. Que no sea tan simpática y tan amiga de robar corazones.

Antes de despedirse los Reyes de los que habíamos tenido el alto honor de acompañar en la visita del convento, el Rvdo. P. Conrado de San José, Provincial de San Elías de Castilla, ofreció una vez más sus respetos y los de la Orden a SS. MM. Los Reyes se manifestaron muy agradecidos, y se despidieron de todos muy efusivamente. De seguro que las religiosas ya han tenido materia abundante y sabrosa para hablar en la recreación de su afabilidad, religiosidad y llaneza.

Las natillas del Hº Joaquín

De la clausura fueron a comer a la casa llamada “La Guía”, junto al puente, por el extremo opuesto a la villa. El Padre Cámara la había destinado para hospedaje de peregrinos. Sus Majestades sentaron a la mesa a los señores Obispos, al alcalde de Alba y a alguna que otra persona. No creo interesará el “menú” del banquete regio, pero a mí sí que me interesa decir dos palabras de las natillas del Hº Joaquín. El Hº Joaquín es un modesto leguito, muy benemérito de las Batuecas y las Hurdes, donde le conoció Su Majestad, y enterado de sus trabajos por la redención de aquellos desgraciados, le alentó en sus caritativos desvelos y le tiene en particular aprecio. El P. Prior de Alba ofreció a SS. MM., a falta de plato más exquisito, una fuente de natillas, en cuya confección es una especialidad el Hº Joaquín, y SS. MM. tuvieron la dignación de aceptarlas. Las natillas gustaron, pues la fuente alcanzó los honores de esa repetición tan ambicionada de los que algo producen para el público, y que tan pocas veces se logra. El ingenio de Santa Teresa se necesitaría aquí para dar gracias adecuadas a tanto favor. Dejemos a la Santa que lo haga desde el cielo, que lo hará, seguramente; y a nuestro modo charro, sincero, se las demos también nosotros.

Y si alguno me tildara de vulgar por la literatura natillesca que propino en este párrafo, me permito recordarle, que también la Santa hablaba de membrillos, mantequillas y /499/ otros regalitos que le hacían sus amigos, y escudado con tan alto ejemplo, ya puede, el que guste, descargar golpes sobre mi cabeza; porque si en el decir delicado que estas cosas requieren no me es dado imitar su pluma, puedo y debo imitar su agradecimiento; y la gratitud no es de espíritus vulgares y ratoniles, sino de almas grandes, almas reales, según feliz expresión de la Doctora del Carmelo.

¡Despidiendo a los Reyes!

Cariñosísima despedida tuvieron los Reyes al salir para Ávila y Madrid, apenas hubo terminado la comida de “La Guía”. El pueblo castellano es sincero en sus manifestaciones, y en la despedida a SS. MM. puso tal calor de fe monárquica, que demostraba cómo le había llegado a la entraña aquel acto solemne que acababan de realizar con su Santa. Así se recogen los latidos del pueblo, y no con esas monsergas de reforma constitucional con que nos brindan políticos atrasados, que viven siempre de espaldas a la realidad. Religión y Despensa es lo que quieren estos buenos hijos del campo”.

* * * *

Padre Silverio, Carmelita Descalzo

Así vivió el Padre Silverio aquella ocasión y así la eternizó con sus palabras.

Para terminar. A tanta distancia de tiempo, nos parece muy valiosa esta crónica detallada de un testigo de vista privilegiado y que además tenía mentalidad de historiador, el cual durante aquellos días salmantinos estuvo en todo momento al lado del rey, como se aprecia en algunas fotografías, porque era como el delegado de la Orden y el elegido por la casa real para hacer ese servicio de compañía y explicación a la familia real en lo relativo a los edificios carmelitas y a la historia teresiana. Nadie estaba mejor capacitado que él en aquel momento para esta tarea; pero es que, además de habernos proporcionado un artículo periodístico sobre esta histórica jornada albense, en estas páginas nos ha confiado su visión más personal y hasta desenfadada, pero que nosotros ahora hemos hecho pública, sólo en lo que toca a Alba, en su integridad.