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La hora del catecismo
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La hora del catecismo

Actualizado 14/01/2022 14:23
Francisco López Celador

Haber dado los primeros pasos escolares en la década de los cuarenta del pasado siglo, tiene ventajas e inconvenientes. Entre estos últimos, el menos benévolo es nuestra edad -yo diría que, como sucede con las olas de la pandemia, bien podíamos ser denominados la cuarta edad. Entre las ventajas, nuestra experiencia, nuestros recuerdos y poder explicar a nuestros nietos cómo ha evolucionado, la sociedad.

Cuando se dice que la letra con sangre entra, nuestra generación recuerda inmediatamente los métodos pedagógicos que se nos aplicaron en nuestro primer contacto con los maestros. En mayor o menor grado, se abusaba de la memoria como medio para aprender las materias, a costa, no pocas veces, de emplear menos el razonamiento. Dentro de ese pequeño atropello, cabe resaltar la obligatoriedad de aprenderse, rigurosamente de memoria, el catecismo -nosotros aún somos de la “quinta” del P. Astete. Como verdaderos papagayos debíamos aprender la pregunta y su correspondiente respuesta:

“P.- ¿Por qué tantas veces?

R.- Porque, en todo tiempo y lugar, nuestros enemigos nos combaten y persiguen

P.- ¿Qué enemigos son estos?

R.- El demonio, el mundo y la carne”

Por más que lo intento, aún no me explico cómo el ministro de Consumo, D. Alberto Garzón, 36 años de edad, que no estudió catecismo - ¡vade retro! -, tiene tanta fobia a la carne. No lo entiendo. Mucho menos, cuando me aseguran que en el menú de su boda figuraba, entre otros sacrificios, un generoso solomillo de ternera. Quiero pensar que pasó toda la velada metiéndose los dedos hasta provocar el vómito. ¡Pobre novio!

Estando en las antípodas del comunismo, debo admitir que he conocido personas de ese credo político poseedoras de la suficiente cultura como para poder exponer sus ideas de forma inteligente. Está visto que nuestro erudito ministro se ha “proponido” amargar la vida a varios sectores productivos, desde una cartera como la de Consumo, llena de asuntos destinados a aumentar el bienestar de muchos hogares. Sin embargo, sólo se ha dedicado a cultivar su vena seudoecologista llevada a extremos verdaderamente ridículos. No hay peor cosa que encontrarse desocupado - ¿cuándo había trabajado el Sr. Garzón? - para tener que acudir a quehaceres de pandereta. En tan corto espacio de tiempo, las veces que ha sido citado en los medios de comunicación siempre han sido consecuencia directa de sus meteduras de pata. Todavía no se conoce una sola gestión que haya resultado beneficiosa para algún colectivo.

Anclado en la vieja escuela marxista leninista, se ve obligado a hacer méritos para convencer a todo el mundo que, a pesar de los pesares, es un izquierdista “pata negra”. Siendo el titular de la cartera de Consumo - ¿para cuándo un ministerio para formación de ministros? -, no ha tenido mejor idea que poner más palos en las ruedas de no pocas empresas que ya lo estaban pasando mal. Parece que busca la ocasión para convertirse en la mosca cojonera del momento. Primero, en un alarde de visión económica, declaró que “El turismo es un sector de poco valor añadido”. Más tarde, para llevar el lenguaje inclusivo hasta el paroxismo, que "Los juguetes sin estereotipos de género hacen más libres a los niños y a las niñas". La última perla –por ahora- ha sido declarar en el periódico inglés The Guardian: “España exporta carne de mala calidad de animales maltratados.

Sin admitir el flaco favor que hace a los sectores afectados, no sólo no se retracta de sus declaraciones, sino que intenta dar la vuelta a su tortilla y escurrir el bulto afirmando que la derecha las ha tergiversado hasta convertirlas en un bulo. Además de mentiroso, baladrón. Como discípulo aventajado de la joven Greta Thunberg, también sueña con una ecología quimérica. Este gobierno, preñado de ecologismo, feminismo, “lgtbismo”, pacifismo, populismo, progresismo y socialcomunismo, está agarrándose a todos los clavos que le permitan continuar en el poder, sin acabar de asimilar que muchos de los votantes ya no compran su mercancía, porque no le creen, porque le falta el “ismo” que más valoran: el patriotismo.

Esta última boutade de Garzón ha puesto de manifiesto, una vez más, la falta de sintonía entre Sánchez y todos sus compañeros de viaje. El clamor de toda la oposición apoyando la queja de los sectores afectados no ha sido suficiente para que Garzón sea cesado. Y no lo será porque el doberman morado ha hecho presa en la entrepierna de Sánchez para no soltarle si continúa amenazándolo. Es el paraguas que le protege de “la que está cayendo” sobre él.

Si el titular de Consumo quiere lavar su imagen y dedicarse a cuestiones que estén en consonancia con el título de su cartera, le sugiero alguna. Por ejemplo, dentro de esos sectores a los que tanto daño ha causado, podría dedicarse a investigar qué factores intervienen en la escalada de los precios en artículos de primera necesidad. Un porcentaje muy elevado de esos artículos proviene de pequeños y medianos empresarios que tienen su negocio en la España vaciada, y no acaban de explicarse quién es el culpable de que un artículo por el que le abonan una determinada cantidad, “a pie de campo”, sea vendido, a muy pocos Km. a un precio cuatro o cinco veces superior. Agricultores y ganaderos se cansan de preguntar por qué tienen que vender a pérdidas, cuando el resto de eslabones de esa cadena nunca pierden ¿Dónde estaba Vd. cuando los test de antígenos se vendían más caros en España que en ningún otro lugar? Si le produce urticaria acercarse a una granja, le recomiendo algo más gratificante y apropiado para su ministerio: visite los comedores de los pobres. Déjese de estupideces y métale el diente a las mafias, que haberlas haylas. Si persiste en su actitud, permítame que le muestre cuál es su particular catecismo

“P.- ¿Por qué mete la pata tantas veces?

R.- Porque, en todo tiempo y lugar, mis enemigos me critican, me calumnian y piden mi dimisión.

P.- ¿Qué enemigos son esos?

R.- La libertad, la propiedad, la democracia y la verdad.”

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