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Lydia Casillas, en el nombre del padre
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Lydia Casillas, en el nombre del padre

Actualizado 08/12/2021
Charo Alonso / Carmen Borrego

Guardiana del legado de Agustín Casillas, Lydia comisiona la próxima exposición que celebra los cien años del escultor salmantino

En el austero, vivido estudio del escultor Agustín Casillas, todo sigue igual y hasta su sahariana del color del barro que aún duerme a la espera de sus dedos, sigue colgada en la pared salpicada de pintura, quietas y limpias las herramientas que el mismo artista construía. Horas de reflexión y trabajo que se convertían en pequeñas piezas de exquisita factura, desde la figuración a la abstracción, curva de las manos de un artista que habita en la Salamanca literaria que llenó de estatuas que nos acompañan al paso de los días. Y guardiana de su legado, tan vivo, tan actual, su hija Lydia quien comparte con el artista su cercanía, su humildad, su activa alegría. Rápida y resolutiva como un golpe de cincel, Lydia Casillas comisiona la futura exposición que celebra el centenario del nacimiento de un artista a quien todos llevamos en el corazón y en nuestra mirada, barro del que estamos hechos, memoria de nuestra historia.

Charo Alonso: Una nueva exposición de Agustín Casillas. ¿Qué tiene que no hayamos visto ya de nuestro querido escultor?

Lydia Casillas: Es una nueva exposición con motivo del centenario de su nacimiento. Va a ser en un enclave muy bonito donde jamás se ha expuesto, escultóricamente hablando.

Ch.A.: ¿Cómo ha sido el trabajo de comisionar esta exposición? ¿No es una tarea muy dura y compleja dado que eres su hija?

L.C.: Dura, en absoluto. Si acaso, ha sido un trabajo largo y laborioso. Dura es imposible que lo sea, ya que estás realizado un trabajo que te enamora y en el que sientes vivo a tu padre.

Ch.A.: Hablando de sentir, has recordado en ocasiones que tu padre te decía "que sintieras" el barro? ¿Cómo era el trabajo cotidiano de Agustín Casillas en la soledad de su estudio, sin las grandes piezas, los grandes proyectos?

L.C.: Agustín tenía un taller de escayola y vaciados, al que dedicaba gran parte del día. Ya avanzada la tarde, se recluía en el estudio de las Claras. Allí modelaba las piezas pequeñas y las convertía en materia definitiva. Fue en este estudio donde hizo el Lazarillo en pequeño formato.

Ch.A.: Ese taller de escayola era su forma de vida. Nació y creció en unas condiciones complejas ¿Piensas que hubiera cambiado algo que hubiese tenido una formación artística superior fuera de Salamanca?

L.C.: Posiblemente, si hubiera podido estudiar en Madrid, como han hecho otros artistas, habría tenido más oportunidades de que su obra se difundiera y ser un escultor bastante conocido. No pudo ser por temas familiares. Al fallecer mi abuelo muy joven, él se tuvo que hacer cargo de la economía familiar, pues era el único varón.

Ch.A.: Eso le obligó en cierto modo a no salir de Salamanca, ciudad inseparable de su trabajo. ¿Hubiera sido un artista igual en otro espacio?

L.C.: Es difícil saberlo. Te en cuenta que él adoraba su tierra y la llevaba en vena

Ch.A.: La bondad, humildad y cercanía de tu padre. ¿Es cierto que aún cerca de su muerte seguía teniendo planes?

L.C.: Siempre. Arturo, mi marido, fue su compañero de fatigas en los últimos años y me comentaba que en su cabeza, siempre había proyectos, y si no eran éstos, veía un viejecito que le llamaba la atención o un grupo de comadres o simplemente una paloma que surcara el cielo y se inspiraba. Todos eran motivos para plasmarlos, primero en dibujos y luego en barro.

Ch.A.: Conocemos poco la obra de Casillas como dibujante.

L.C.: Muy poco. Y esta es una de las novedades que vamos a ver en la exposición.

Ch.A.: Tu padre, como dibujante, hizo una maravillosa baraja de motivos salmantinos, háblanos de ella.

L.C.: Mi querida baraja, como la llamo yo. Es tan bonita que todos los salmantinos tendrían que tener una. Es una baraja de cartas única, original y muy salmantina. Fue diseñada en los últimos meses de su vida y fue donde plasmó su particular visión de la baraja española. En ella reconocemos los salmantinos nuestros elementos más propios, como los charros jóvenes, los charros veteranos con sus capas, las charras, las encinas, bellotas, botones charros, jarras artesanas, cornamentas de toro, flautas, tamboriles?.En fin, un tesoro artístico para nuestra tierra a través de la cual, se descubre a Casillas dibujante.

Ch.A.: ¿Cuál es la obra pública de tu padre por la que sientes mayor cariño?

L.C.: El niño del avión. Y lo era también de él.

Ch.A.: Hay un deterioro evidente en las obras que están a nuestra dura intemperie castellana ¿Cómo pedirles a las autoridades que se ocupen de este patrimonio de todos? Porque a nuestro niño del avión le hace falta un apaño?

L.C.: Llevo tantos años pidiendo que se arregle el niño del avión?.Pero no hace mucho, nuestro alcalde actual, nos comentó que una de las prioridades para el próximo año será la de arreglar nuestros monumentos escultóricos

Ch.A.: Y tú, ¿cómo abordas la tarea de cuidar la obra de tu padre?

L.C.: Lo hago sintiéndome muy feliz. Nada más fallecer, cuando entré en el estudio, se me cayó el alma a los pies. Ahora, cuando voy, siento su presencia y sonrío al ver ciertas cosas que me traen recuerdos imborrables.

Ch.A.: ¿Hubieras preferido no tener este legado?

L.C.: En absoluto. Nací impregnada de arte y a estas alturas de mi vida, jamás se me ha ido un ápice de este sentimiento

Ch.A.: El arte en ti es también tu forma de recorrer y mostrar la historia de Salamanca, sus secretos?

L.C.: Amo Salamanca y su historia. Y gracias a las redes sociales he conseguido que bastantes personas conozcan más su tierra y sus gentes.

Lydia Casillas, en el nombre del padre | Imagen 1

Ch.A.: ¿Qué vamos a descubrir del Casillas que tanto conocemos los que le queremos y qué van a hacerlo los que no han tenido la oportunidad aún de disfrutar de otras piezas que nos sean las estatuas públicas?

L.C.: Todos van a descubrir a un Casillas dibujante y a sorprenderse con más arquetipos de la figura femenina. Mi padre es muy conocido por el personaje rural, pero además, él amaba la figura, en toda la expresión de la palabra, de la mujer.

Ch.A.: Antes hablábamos de su enorme actividad, incluso en fechas cercanas a su fallecimiento en el 20016. Entre los proyectos que quedaron inconclusos tras la muerte de tu padre, ¿qué sucedió con el monumento al pelegrino o el de "La alegoría a Salamanca?

L.C.: Este es un tema a tratar con el Ayuntamiento actual. Casillas hizo un boceto del peregrino y gustó mucho para hacerlo en monumento. Quedó apalabrado con el anterior, pero se fue antes de que se llevara a cabo. "La Alegoría a Salamanca" quedó inconclusa. Es decir, aunque le dio una pátina, en realidad es escayola y no la pudo pasar a materia definitiva.

Ch.A.: Esta pieza ¿podremos verla alguna vez aunque sea en escayola?

L.C.: La opción es fundirla en bronce y que se siga interesando por ella la universidad. La verdad es que llama la atención por lo original que es. Se trata de la figura de una charra que lleva en el mandil la fachada de nuestra universidad.

Ch.A.: El artista trabaja en el estudio, pero la obra de los escultores, que acaba siendo de todos, precisa de dinero y esfuerzo para llevarla a la calle ¿Es falta de recursos o de interés?

L.C.: No lo sé. Pueden ser ambas cosas. Ten en cuenta que siempre habrá prioridades y el arte que se encuentra en nuestras calles, no lo puede ser para las instituciones. Es una pregunta muy difícil de responder.

Ch.A.: ¿Qué sientes ahora cuando visitas su taller? ¿Te acostumbras a pasear por la calle por donde están sus estatuas?

L.C.: Como te decía anteriormente, pasó de ser doloroso a felicidad. Con el tiempo descubres infinidad de cosas a las que en su momento no les dimos la importancia que tenían. El tiempo hace que ahonde más en su persona. Es inenarrable. Qué voy a decir yo, que soy su hija?

Ch.A.: Pienso que es necesario que se abra un museo o se habiliten estancias en alguno que ya existe para exponer la obra de artistas de la generación de tu padre. ¿Qué piensas tú? ¿Crees que les damos la importancia que se merecen a artistas como Ángel Mateos, Casillas, Mayoral, Genaro De No? tantos otros?

L.C.: Por supuesto que es necesario. Y es más, yo diría que es imperdonable el que aún no exista un museo permanente con obras de nuestros artistas, que son muchos y muy buenos, tanto pintores como escultores. Y no sólo de la generación de Casillas. También posteriores de gran calidad.

Ch.A.: No puedo acabar esta entrevista sin pedirte que nos vuelvas a contar la anécdota acerca del niño del avión que guardo con especial cariño.

L.C.: Jajajajajaja. Sí, claro. Eran los años 50 y ya lucía el niño, en todo lo alto, su avión. Yo tenía año y medio, más o menos y, un día, caminando con mi madre por el Paseo de Carmelitas, ella me dijo, señalándolo: "Mira hija, ese niño lo ha hecho papito" y yo respondí con mi media lengua: ¿Checho paíto? Y en casa se quedó como "Checho paíto".

Ch.A.: Vive en nuestros pasos salmantinos, Agustín Casillas. Tu padre, Lydia, sabía mucho de literatura y realizó muchas esculturas con este tema, háblanos de su interés por este campo y por su inmensa espiritualidad que reflejaba en sus obras religiosas.

L.C.: Mi padre sabía mucho de literatura porque leyó mucho. En casa teníamos una biblioteca enorme y un día le pregunté si los había leído todos. Me contestó muy sabiamente: Los libros educan y son un arma poderosa contra la ignorancia. También decía "Si empiezo uno que no me aporta nada, lo ignoro". Casillas hizo bastantes esculturas, bien de literatos, bien de personajes literarios. La literatura no deja de ser obras artísticas que se comunican a través de las palabras. Casillas usaba las manos. En cuanto a los temas religiosos, era un hombre con muchos valores y en cada obra era como convertirse en su verdadero yo. Decía Cervantes: "Que tu negocio más importante sea conocerte a ti mismo", lo cual constituye la lección más difícil de la vida. Casillas era un reto diario.