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Sagrario Rollán, en los versos de la filosofía
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Sagrario Rollán, en los versos de la filosofía

Actualizado 05/12/2021
Charo Alonso / Carmen Borrego

La poeta y profesora de filosofía Sagrario Rollán, recorre los claustros del conocimiento a través del arte y de la entrega al ensayo y la poesía

Tiene la grandeza barroca de la iglesia dominica un claustro por el que se deslizan los hábitos blancos, páginas de libros, 'Papeles', silencio fecundo. El orar, obrar y callar que en la voz de mi amiga se vuelve agua que fluye allá en las orillas del Corneja, tierra en la que se alza el vuelo de la mística como entre estas paredes que los monjes atravesaron para irse a la selva a predicar su derecho de gentes. Hábitos blancos convertidos en 'Papeles' para los poetas 'de los Martes', Sagrario Rollán, alto ciprés que pasea por el claustro quieto.

Charo Alonso: Sagrario, pensando en ti creo que siempre te asomas a lo más difícil todavía? ¿Por qué San Juan de la Cruz? ¿Por qué la mística?

Sagrario Rollán: Lo complejo y lo simple, no sé si hay algo simple... Es verdad que siempre me ha fascinado la complejidad del alma humana. Mis estudios iniciales fueron de psicología, luego filosofía y de ahí me zambullí en la mística? Me pregunto si realmente hubo elección, hay un poeta judío francés, Jabès, que me gusta mucho y dice en 'El libro de las preguntas': "¿Qué más da elegir que ser elegido, si al final hay que plegarse a la elección?" En realidad las afinidades electivas no siempre son elegidas, es como en una ruta, un camino, te echas a andar por senderos más o menos familiares y de repente te encuentras en un lugar extraño, que no habías previsto, y eso te conduce a nuevas exploraciones del paisaje, de la luz. Y luego te conviertes en reincidente, vuelves una y otra vez a ese recodo, a ese ángulo, y desde ese lugar contemplas cada estación de año y en diferentes etapas de tu vida, o a lo largo del día y de la noche, como la luz se entrega. Creo que algo así me ha ocurrido con San Juan de la Cruz.

Ch.A.: Has dedicado tu tesis doctoral, investigaciones e incluso tu particular confinamiento a la obra de San Juan de la Cruz. ¿Por qué este autor y no Rilke, Hölderlin u otros que también has trabajado?

S.R.: La gran poesía alemana me interesa, sí. Pero también Herman Hesse o Jung sobre los que escribí mi primer trabajo universitario, la tesina, con la Olivetti que todavía conservo. Unos y otros convergen hacia la exploración de esos misteriosos espacios interiores, todos ellos indagan en el subconsciente o el sueño, la introspección como viaje interior, la cartografía del alma. Es el tiempo y el espacio de la creación, de lo que germina, más cerca de nuestra literatura en castellano es la atmósfera de María Zambrano: filosofía y poesía. A María Zambrano la conocí mucho más tarde, ya de regreso de mi estancia doctoral en Lovaina. Las mujeres no estaban en los 80 ni en los 90 en los en los manuales escolares o universitarios. Haber centrado mis estudios en san Juan De la Cruz en su momento fue una decisión práctica. Tenía que delimitar el objeto de mi tesis: en torno a la angustia, el deseo, psicología y fenomenología de las emociones en la experiencia religiosa etc. Una tesis que realizaba, como te digo, en Lovaina con una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores, entonces tampoco había Erasmus, y entre varias opciones me incliné por este autor por tener la ocasión de trabajar directamente los textos en la lengua original, por más que en aquella ocasión realizara y redactara el proyecto en francés.

Ch.A.: ¿Es un buen lema para los tiempos que corren este de 'Callar y obrar'? Y eso que eres una gran conversadora?

S.R.: Callar y obrar es ir a contracorriente, lamentablemente es así, vivimos tiempos de charlatanería y ruido, nos precipitamos sobre las cosas, nos abotargamos con las redes, las series, tantos discursos cruzados, tantas vidas no vividas, que desde las pantallas nos enajenan, sobre todo a los adolescentes, y nuestra propia vida, arrinconada como una traje viejo y descosido en el fondo del ropero. Pero en realidad hay pocos mensajes que nos conmuevan, que nos transformen o entusiasmen, hay pocas palabras que realmente nos transporten y nos levanten por encima del desgaste de las rutinas que nos consumen y agobian. Por eso el silencio es la fuente, es el espejo de la verdad, es todo. Sin el silencio estaríamos ahogados, es el aire, es el espacio de la manifestación, nada resplandece sin el silencio, piensa, por ejemplo, en el rostro de un bebé, en el fuego, en la lluvia, en cualquier fenómeno de la naturaleza, o en el abrazo apretado cuando la desgracia o el reencuentro, entonces sobran las palabras, callar y obrar, si... La obra de arte, la acción de servicio, la compasión que arropa, la ternura, todo eso se construye en silencio, o se nos da en el silencio.

Ch.A.: Poesía, estudio, pintura, docencia, ¿cómo atender a todo?

S.R.: Cuando me dicen que por qué pinto o por qué escribo, pienso en los primeros trazos, los cuadernos infantiles. Creo que al principio es todo lo mismo: pintar, correr, saltar, escribir? Siendo niños miramos a nuestro alrededor y mimetizamos, animales, plantas, gestos. Es como una búsqueda y un querer dejar huella, no una huella imperecedera, tan sólo una huella pequeña, como pisadas en la arena o en la nieve. Caligrafiamos el mundo jugando, es una necesidad vital, tal vez. Y luego quieres compartir tus averiguaciones, tus búsquedas, tus emociones intelectuales, si me permites la expresión, y te atrae la docencia. En los mejores años dedicados a esta profesión hice talleres de radio, de poesía, cafés filosóficos y olimpiadas, a nivel nacional e internacional. Luego llega un momento que te agotas por extroversión excesiva, después de más de 30 años, porque la curiosidad de los jóvenes, con o sin redes sociales es de otra índole, y entonces la jubilación te permite retornar a los espacios interiores, vuelve la introspección, son los caminos de la edad y de la vida... Vuelvo a la escritura, al dibujo, a la contemplación pausada

Ch.A.: A veces pienso que los filósofos os encaramáis tan alto tan alto que no dais a la caza, alcance? Convénceme de la importancia de la filosofía, que voy a hacer mi particular reforma de los programas educativos.

S.R.: No sé, no puedo convencer a nadie, convénceme tú de la importancia de la literatura o de la sintaxis, es lo mismo, aprender a pensar, aprender a mirar, caligrafía y caligramas, como te decía antes. El aprendizaje filosófico o literario es el aprendizaje mismo de la vida, querer ser y querer decirse, entender el mundo, destriparlo con conceptos o con metáforas. De otro modo sólo tragamos, engullimos, sin digerir, sin metabolizar, imágenes, discursos, mensajes, nos volvemos pasivos y aburridos.

Ch.A.: Participas de uno de los ensembles poéticos más fecundos y antiguos de Salamanca, 'Papeles del martes' ¿qué haces los martes por la tarde?

S.R.: 'Papeles del martes' es para mí y para muchos que eran universitarios de entonces un impulso certero hacia la poesía. En los 80 no había redes ni blogs, hoy escribe casi cualquiera y difunde sus requiebros desde cualquier rincón. Pero entonces sólo con el papel, teníamos que sujetarnos a un escrito medido y corregido, y aceptado por un grupo, había que coser e ilustrar un cuadernillo presentable, con cierto gusto estético, y financiarlo claro. Parece prehistórico, pero fue hace sólo 40 años... Papeles fue Emilio Rodríguez, el poeta dominico fallecido hace un año que tuvo el acierto de convocarnos y alentarnos a decir una palabra todavía muy nueva, muy joven, pero una palabra propia. No creo que muchas revistas que nacieron y murieron, o todavía perviven puedan gloriarse de haberse gestado en un entorno tan maravilloso y elegante, tan impregnado de historia como fue y es Papeles en el claustro gótico de San Esteban.

Ch.A.: Y los miércoles ¿Qué haces?

S.R.: Sabes que nada más jubilarme me fui de misión a la selva peruana... Los martes me reúno con los compañeros poetas de Papeles, los miércoles miro por la ventana, tal vez, a ver si por fin llueve, o camino por el descampado donde la ciudad se acaba, o voy al cine...Y los jueves bajo de nuevo al entorno del arroyo de Santo Domingo y aprendo grabado con Vanessa? en la Fundación Venancio Blanco.

Ch.A.: Y con la escultura bajas de la mística a la materia pura y dura.

S.R.: Sí, este año me he matriculado en la Escuela de Arte. La escultura es otro modo de representar, de materializar el cuerpo de la belleza, en piedra, en madera, siempre buscando aprender. De momento vuelvo a dibujar, es lo primero, lo básico, el dibujo es inagotable. Asocio siempre la pintura y el dibujo al paisaje de infancia? Incluso a la curiosidad y la torpeza de los cuadernos escolares, borrón y cuenta nueva, ja, ja. Y luego la materia pura y dura, al igual que la mística del vacío y de la nada, no se encuentran tan lejos, ya los sabían los poetas y los pintores chinos antiguos, y también los canteros o los constructores de catedrales en la Edad Media.

Ch.A.: Salamanca, aunque tú eres una habitante del valle del Corneja, es espacio de poesía y de místicos abulenses. ¿Qué hay en estas piedras que hace que lo sea?

S.R.: Es un entorno completamente rural y agreste, nada pintoresco, ni turístico, por lo mismo sobriamente hermoso. Tierras de granito y berrocales que abrazan un rio pobre, languideciendo al final del verano, exhausto y sediento de lluvias más fecundas. Son las raíces, las tierras de mis padres y mis abuelos. Las estribaciones de la sierra de Gredos, Alto Tormes. Mi pueblo, Navamorales, está en el valle del Río Corneja, abajo, cuando éste ya se encuentra con el Tormes, a las puertas del Puente del Congosto. Entre Ávila y Salamanca, tierras castellanas de místicos, caballeros y sabios doctores, efectivamente. Allí aprendimos a correr y a soñar. Quizá es el deseo, la sed, y la intensa luz desnuda lo que da al lugar esa inspiración mística. Cuando pinto, cualquier cosa o motivo, creo que siempre estoy allí, en espíritu? O sea, vuelvo al origen de la mirada y el gesto, que es la entrega de la luz. Ojalá un día consiga pintar aquella luz, a veces es como un incendio, otras veces es la hora violeta, los atardeceres son espléndidos.

Ch.A.: ¿Qué quisiste que dijera Beatriz en aquel libro de poemas del 2016 con un diseño gráfico tan hermoso en feroces rojos?

S.R.: Beatriz, como tú bien sabes, es la amada universal, es el objeto de amor por excelencia, idealizado y consagrado para la eternidad, por cierto, estamos en el año Dante... Así que te agradezco que me recuerdes esto. Beatriz es el objeto poético, el objeto del deseo, hacia ella apuntan las miradas y las palabras, elogios y lamentos, y también las invocaciones, pues en cierto modo también, si no me equivoco, es un trasunto de la Virgen María. Entonces yo quise que ella hablara, ¿para decir qué o a quién? Nada, ni a nadie..., sólo que tomara la palabra, que se presentara como sujeto de voz. No dice ni desdice, sólo habla... Volviendo a la plástica, me gusta el librito porque Ana María Rodríguez, que lo ilustró creo que captó enseguida el tono (digo el tono y no el mensaje, porque el libro no tiene mensaje) Con ese trazo desnudo y mínimo que caracteriza el dibujo de Ana María, ella puso también ahí un cuerpo transparente, casi como un boceto, sin anatomía detallada y sin erotismo siquiera, sólo un cuerpo sangrante, es la vida, es el fuego de la palabra, es... Beatriz.

Ch.A.: Es la pregunta sempiterna: ¿Por qué la poesía y no la prosa?

S.R.: Tengo que decir que yo he escrito y publicado mucha más prosa filosófica. Escribí bastante poesía durante el confinamiento, era quizá un modo de decir lo que se resistía a la razón y a la comprensión, impresiones, a veces brutales, otras de absoluto desconcierto, ante lo que sobrevino, y bueno... Ahí están esos poemas, a la espera de la ocasión propicia.

Ch.A.: Orillas de poesía y filosofía?

S.R.: En torno a san Juan de la Cruz (y últimamente a María Zambrano) vuelvo a encontrar una y otra vez esa intersección textual entre el pensamiento y la lírica. Ahora además tengo la ocasión de compartir mis indagaciones en el Cites de Ávila. La universidad de la mística me ha dado una oportunidad extraordinaria, que desde aquí agradezco. En verano hicimos un curso sobre la Introspección en San Juan de la Cruz y en Jung. Próximamente impartiré otro sobre Saint Exupéry y San Juan de la Cruz, metáforas y conceptos convergentes sobre el silencio y la noche.

Ch.A.: ¿Qué pretendes tallar? O quizás la pregunta sea: ¿Es inagotable tu San Juan de la Cruz?

S.R.: Inagotable, sí, es la fuente, la luz y el vacío que impulsan la búsqueda. San Juan de la Cruz es un clásico y los clásicos, como la arqueología, tienen muchas capas superpuestas, roturas o brillos, fulguraciones, astillas, que pueden dar lugar a construcciones distintas, a modulaciones por debajo del polvo de los siglos y los prejuicios convencionales de cada época. Por eso mismo, no pretendo tallar nada en particular, soy una aprendiz, y bastante torpe por el momento, de modo que me interesan los procesos, más que los resultados, y volver a mirar, saber mirar, si, como saber escuchar, y luego, el dibujo, siempre el dibujo, la caricia de la piedra, al alma en los dedos, no es fácil, no te creas.