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Petra Lozano Morales, testigo presencial de un asesinato (Peñaparda)
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SECUELAS DEL FRANQUISMO (XCII)

Petra Lozano Morales, testigo presencial de un asesinato (Peñaparda)

Actualizado 29/07/2021
Ángel Iglesias Ovejero

Vigésimo octavo capítulo de la serie de Ángel Iglesias Ovejero 'Contra la desmemoria republicana, 'archivos vivientes''

Petra Lozano Morales, testigo presencial de un asesinato (Peñaparda)   | Imagen 1Petra Lozano Morales fue una informante episódica, pero portadora de un testimonio personal muy importante, librado hace 13 años en una reunión informal veraniega en la que, además de algunos familiares y los encuestadores (F. Giraud y Á. Iglesias), también estuvo presente Isidora Hernández Ramos (de 66 años), residente en Francia, quien corroboró algunos detalles sobre el contexto (Peñaparda, 19 de agosto de 2008). Sin entrar en detalles, sobre su recorrido vital han aportado algunos datos pertinentes sus sobrinos Julián y Clemente Ramos Mateos, así como Antonia (Toñi) Collado Hernández en diversas entrevistas.

Petra nació el 2 de septiembre de 1924 en la Calle de las Peñas, Peñaparda, y falleció en Francia (2013). Era hija legítima de Eugenio Lozano Collado, de 27 años, de profesión labrador, natural de Peñaparda, y de Florencia Morales Manzano, de 24 años, de la misma naturaleza. Sus abuelos por línea paterna se llamaban Antonio Lozano y Prudencia Collado, y por la materna, Domingo Morales y Petra Manzano de cuyo nombre era portadora. Los padres entraban en la categoría social de los "ricos" locales, cuyas haciendas, consistentes en algunas tierras y ganados, daban para la alimentación básica y el vestido rústico (pantalón de pana y chambras para los hombres, sayas y blusas para las mujeres, calzado de albarcas para ellos y ellas). Los terrenos pobres y fríos eran poco adecuados para la agricultura, y solo resultaba rentable el cultivo de la patata en los huertos gracias al regadío. En los tesos y escasas tierras llanas se sembraba centeno y algo de trigo ("se revenía con el calor de junio"), para lo cual en otras épocas se roturaban los matorrales cada equis tiempo y generalmente se destinaban a la cría de ganado cabrío (vacuno en la jesa), porque el ovino, más que ganar perdía en ellos ("encima de poca lana entre zarzas"). En el caso de Eugenio, la relativa holgura económica se incrementaba con el oficio de barbero, que, como algunos otros (zapatero, herrero, etc.) tradicionalmente han ejercido algunos hombres, como el hilado y la costura formaban parte de las "labores propias de las mujeres".

A diferencia de otros vecinos, los padres de Petra eran de los que no privaban a sus hijos de la escuela, aunque no los dejaban vegetar en ella hasta los catorce años. Ella fue la mayor de una fratría que incluía tres varones: Antonio, Silverio y Julián, el primero de los cuales vive todavía. Los derechos de primogenitura se tradujeron en la obligación de acompañar al padre en las faenas del campo o encargarse de labores agrícolas que le grabarían en el recuerdo amargas experiencias. La vida de los serragatinos de El Rebollar era dura y criaba gente agreste, sufrida y agresiva. Algún encuentro desagradable de Petra debió de dejarle en fecha temprana estigmas en el cuerpo y presumiblemente en el alma. Era coja y tenía una mano paralizada, y daba indicios de haber soportado una violencia salvaje ("como si alguien la hubiera querido estrangular"). Un hermano suyo, de doce años, se vio envuelto en un incidente en que falleció un niño más chico, y en consecuencia tendría que ausentarse del pueblo para no regresar prácticamente nunca. Ella no hablaba de estas cosas. En cambio, los informantes actuales confirman que tia Petra recordaba a menudo el episodio en el "camino de las eras de Gata" al cual nos hemos referido más de una vez (Croniquillas 06/08/2016). En aquel paraje perdieron su vida otras víctimas de sacas en el verano sangriento.

Cuando tenía doce años, a finales de agosto de 1936, iba a regar un huerto, para lo cual tenía que cruzar la carretera (CL 526) hasta el regato del Mostajal, afluente del Ríofríu. A unos 300 metros a la izquierda de la misma en dirección a Cáceres y a la vera del citado camino se encontró un hombre moribundo. "Le habían disparado y quería agua". Ella se la llevó utilizando como recipiente su propio mandil, obra de misericordia interrumpida por el regreso de los victimarios para rematar la faena macabra. Se tuvo que esconder. Oyó disparos, y cuando regresó había fallecido. Los agentes eran dos vecinos de Peñaparda y su víctima corresponde sin duda al "desconocido como de unos treinta y dos a treinta y cuatro años" cuyo cadáver apareció el día 22 de agosto de 1936 "en la carretera de Ciudad Rodrigo al Puente de Guadancil", "a consecuencia de heridas por arma de fuego", que sería enterrado en el cementerio municipal, según el acta de defunción redactada por el secretario del juzgado de Peñaparda, Bernardino Mateos Toribio. De su vestimenta (chaqueta de dril rayada, pantalón de paño y botas de cuero) se deduce que no era un campesino pobre, sino una persona de cierto rango social.

Los niños y niñas de El Rebollar tuvieron que digerir los traumas provocados por la evidencia del terror fascista, sin más ayuda psicológica que la propia voluntad de sobrevivir. Petra también contó en 2008 que en aquel verano y en fecha indeterminada vio 17 cadáveres atados a los postes de la luz (Iglesias 2016: 292). Esto sería en las cercanías de Los Carvajales. Su testimonio es similar al de Calisto Amado sobre el hallazgo de una docena de muertos en la travesía de dicho paraje (Secuelas, 29/04/2021). Una de las personas presuntamente asesinadas y enterradas en aquel sitio el 31 de agosto de 1936, aunque sin pruebas fehacientes, fue el vecino Hermenegildo Sánchez Torres (act. defunción de 12/08/1988). Petra le oyó aquel día un comentario profético que al confirmarse por la noche le dejaría un recuerdo imborrable. Sin duda estando en arresto domiciliario, dicho vecino tenía el convencimiento de su destino fatal cercano, y quiso afrontar el trance con ropa limpia y aseo personal. Por ello, como solían hacer los hombres gravemente enfermos, solicitó los servicios del barbero (llamado Eugenio y no "tio Silveriu", como anunciamos por error): Meregildu mandó a mi padri pa afeitali y cortali el pelu: -"Es la última vez que me afeitas". Lo sacarun aquella nochi (Croniquillas 01/09/2016).

Con los efectos de estos sobresaltos a cuestas y las ocupaciones agropecuarias añadidas a las labores domésticas, la mocita Petra no tuvo tiempo de aburrirse hasta alcanzar la edad de casarse. Contrajo matrimonio con José Ramos Benito. Tuvieron un niño (Eugenio) y una niña (Catalina). Vivían pobremente en Peñaparda, porque los presuntos bienes de los padres no daban para larguezas y, aparte de algún animal y enseres domésticos, tradicionalmente solo se legaban al morir ("el que da lo que tiene antes de la muerte merece que le den con un porro en la frente", se decía). Así que a José y Petra no les quedaba otra escapatoria sino la emigración a Francia, que efectuaron en 1957. En esta aventura se anticiparon a los padres de los informantes Julián y Clemente Ramos (1959). Ellos se instalaron en Neuilly, cerca de Auxerre (departamento de Yonne, región de Borgoña-Franco Condado). Al principio trabajaban en el bosque los dos en condiciones difíciles. Les servía de vivienda una choza o una roulotte. El mismo patrón con quien tenían contrato los abastecía. Después mejoró su situación, y, como tenían casa en el pueblo, al menos mientras vivió la madre de Petra volvían de vacaciones, incrementando la turbamulta de emigrantes llamados "franceses". José Ramos la dejó viuda unos años antes de su propio fallecimiento lejos del lugar que la vio nacer.

Los sobrinos describen a Petra como "una bella persona", sencilla y de buenos sentimientos. El cronista no tiene nada que objetar a esta opinión. Y guarda de ella la imagen serena que reflejan quienes fueron capaces de superar los sufrimientos profundos. La de aquellas personas que no olvidaron ni odiaron y, como archivos vivientes, compartieron con discreción una parte de sus arcanos:

Petra Lozano Morales, la mujercita de doce años y carácter templado que dio de beber al sediento que agonizaba en el camino de Gata.

Referencias:

Iglesias Ovejero, Ángel:

- (2016) = La represión franquista en el sudoeste de Salamanca (1936-1948). Ciudad Rodrigo, Centro de Estudios Mirobrigenses.

- Croniquillas del verano y otoño sangriento de 1936,

(06/08/2016) https://salamancartvaldia.es/not/123747/orden-general-mola-6-8-1936-modus-operandi-victimarios/

(01/09/2016) https://salamancartvaldia.es/not/125971/motivacion-ideologica-pasional-represion-victimas-1a-tanda/

- Secuelas vigentes del franquismo,

(29/04/2021): https://salamancartvaldia.es/not/264363/contra-desmemoria-republicana-archivos-vivientes-calixto-amado/