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Valor y precio
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Valor y precio

Actualizado 13/06/2021
José Luis Puerto

Estos días, en los que Salamanca celebra la fiesta de su patrono, San Juan de Sahagún, un santo ?como les ocurre a casi todos? marcado por la leyenda, bueno es recordar aquella que da nombre a una calle de la ciudad, la de Tentenecio, por la que se accede desde el puente romano a los recintos catedralicios.

Se habría escapado un toro bravo y estaría recorriendo las calles de la ciudad, atemorizando a la población. Entonces el santo, al toparse con él, lo habría detenido al levantar su mano poderosa, dirigiéndose a la bestia con un imperativo del que procede el nombre de la calle: "?¡Tente, necio!", que es lo mismo que, para que lo entendamos mejor: "?¡Detente, necio!"

Es el poder de la serenidad frente a la precipitación, de la razón frente a la barbarie, de la lógica frente a lo irracional, de lo humano y de lo humanizado frente a todo aquello que ?por ello hay que detenerlo? nos vuelve feroces, antisociales y antifraternales, egoístas, insolidarios, pragmáticos? y todo aquello que podría nombrarse de entre lo que vuelve la vida de cada uno y de todos menos soportable.

Porque qué necesidad tenemos de esa mano sosegada, luisiana, apacible, serena? que diga a todo aquello que nos perturba: "?¡Tente, necio!". Una mano de tal tipo vendría bien ante esos envites desbocados de la política (pero nunca olvidemos que la política refleja lo que somos, lo que es la sociedad), de determinadas prácticas colectivas insolidarias y particularistas, así como a otros envites en otros diversos campos de la vida de todos.

Y aquí también viene Antonio Machado en nuestro apoyo, cuando hablaba de una confusión característica de los necios, esos a los que quería detener el santo. En la sección titulada "Proverbios y cantares", de 'Nuevas canciones' (1924), nos dice en el número LXVIII: "Todo necio / confunde valor y precio."

Y más en estos tiempos tan marcados por el pragmatismo, en que todo se reduce a dinero (precio; de ahí que los términos sacrosantos sean los de "mercado" y "negocio"), olvidando que el valor de las cosas y la función social que cumplen no tiene precio: entendamos aquí, por ejemplo, servicios públicos en todos sus aspectos.

El imperativo que lanzara el santo a la bestia irracional y desbocada tiene hoy más actualidad que nunca. "?¡Tente, necio!" Si lográramos atenuar aunque fuera un poco la necedad ?tan presente en tantos ámbitos de la vida?, cuánto terreno ganado tendrían esas perspectivas tan necesarias como la fraternidad y el humanismo.

Pues ese "?¡Tente, necio!" del santo y esa sabia distinción machadiana entre valor y precio pueden funcionar hoy muy bien como talismán, o como brújula que nos oriente, para que no caigamos en tantos extravíos, como los que hoy nos toca padecer.

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