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Sin obispo, pero por nuestro bien
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LA OPINÓN DE NINO RODRÍGUEZ

Sin obispo, pero por nuestro bien

Actualizado 05/03/2021
Nino Rodríguez

En este rincón (como en tantos otros de la Península) todo se hace por nuestro bien a pesar de que nosotros, brutos, tontos, tercos, torpes? no nos demos cuenta

Mediados los años 80 el progreso llamó a nuestra puerta y le dijimos que no. En aquella ocasión se acordaron de nosotros porque la calidad del granito y nuestra bonhomía nos hacía merecedores de un cementerio nuclear que, por lo visto, nos hubiera sacado de penas. A pesar de que se nos explicó lo bueno que sería para la zona algo que estaría activo miles, quizá millones de años, no lo quisimos. Ellos a que sí, nosotros a que no. Por esos años cerraron el ramal del ferrocarril entre La Fuente de San Esteban y Barca d'Alba y eso sí lo queríamos abierto. Pero también fue por nuestro bien.

Empezó el milenio y para celebrarlo se volvieron a acordar de nosotros, gentes honradas, lígrimas, que merecen una oportunidad y bla, bla, bla? y, en medio de la crisis de las vacas locas, casi nos aplastan con una planta de material específico de riesgo (MER) que dicho así parece una delegación del Pentágono pero que en realidad era un gran horno crematorio de cadáveres de animales. Tampoco lo quisimos.

Los de Sanctis acogimos con los brazos abiertos el proyecto de una planta solar termoeléctrica, la Loba. Un mar de paneles solares hundidos en zapatas de hormigón sustituyendo el encinar que, junto al de Villavieja, pasaban de las 1.200 hectáreas entre unas cosas y otras. La crisis impidió que en pocos años (cuando la tecnología quede obsoleta o las subvenciones no lleguen), tuviéramos la escombrera de cemento, cristal y acero más grande del mundo. Testigo de esto es el huerto solar que hay entre Tenebrón y Diosleguarde, abandonado antes de su inauguración. A cambio de estas cosas nos ofrecen el chocolate del loro en forma de canon energético, que sirve para financiar las fiestas patronales y poco más.

Con la mina de uranio de Retortillo, Berkeley quiere hacernos ricos a toda costa y nosotros, una vez más, nos negamos. Podían respetar el deseo mayoritario de los aborígenes pero, sabedores de que no sabemos lo que nos conviene, nos salvan a nuestro pesar y siguen con el proyecto de buscar el beneficio (el nuestro, según dicen) a base de hozar media provincia. Viendo lo que costó que se hiciera la autovía y que tenemos el único tramo sin terminar entre Lisboa y Helsinki no es raro que seamos desconfiados y cada vez que alguien se acuerda de que existimos, nosotros, siembre huraños y escamados pensemos aquello de moza buena y a mí me la dan, trianpalantrán.

Dicen que ya no necesitamos obispo, que, por nuestro bien, dependeremos del de Salamanca. Esto es algo que va más allá de la creencia religiosa (en este caso, lo más importante seguramente) y hace mella en el sentimiento identitario. Por eso, quien más y quien menos ruega la gracia de seguir contando con un obispo residencial y exclusivo para Ciudad Rodrigo. Y mientras aquí se pide silencio, Cataluña arde. Por eso no se entiende que la fábrica de baterías para coches se instale allí, en esa sociedad contestataria y separatista en tanto que nosotros, sumisos y obedientes, no perderemos el tren una vez más simplemente porque ya no pasa. También nos lo han quitado. Por nuestro bien, claro.