Por qué debe permanecer el Obispado de Ciudad Rodrigo

La pregunta que lanzo en voz alta no es una pregunta retórica, es recoger el eco de la calle, el ruido de un silencio que habla a voces, un temor ¿fundado?, de la desaparición de nuestro Obispado, pues es lo que significaría en la práctica la ausencia de un obispo titular y presencial en nuestra ciudad.

Mi humilde opinión tiene la finalidad de hacer reflexionar sobre lo que ello significa, y desde ya lanzo mi opinión favorable a la continuidad del Obispado, por una serie de razones que voy a exponer a continuación.

Factor histórico. Es, quizá, sobre lo que más se ha hablado y por esta razón no voy a reincidir en ello, los ocho siglos y medio de historia a sus espaldas hablan por sí solos de una tradición y una realidad que no deben perderse.

Factor sentimental. Todos los que somos de Ciudad Rodrigo y su comarca sentimos cómo la presencia de la ciudad y de su Obispado forman parte de nuestras vivencias, de nuestros recuerdos, de nuestro ser. Queremos seguir sintiéndonos miembros del término del Obispado de Ciudad Rodrigo.

Factor de identidad. La ciudad, con su Obispado, nos da a todos los habitantes de la zona un sentido de pertenencia, que solo está justificado por ese binomio indisoluble que conforma la ciudad con su Obispado. Somos lo que somos porque pertenecemos a una entidad que nos aporta identidad. No nos la quiten, por favor, queremos seguir sintiéndonos pertenecientes a algo que nos une, y el Obispado lo es. Es más, la reorganización administrativa del territorio en provincias, hecha por el ministro Javier de Burgos en 1833, ha dejado en el Obispado la responsabilidad de marcar un territorio que nos da cohesión, los habitantes de la zona, comarca, territorio de Ciudad Rodrigo, lo somos porque hay un Obispado con unos límites precisos que nos aporta la identidad de pertenecer a algo concreto. Faltar el Obispado es dejarnos en una orfandad triste y falta de referencias precisas.

Factor de solidaridad. Démosle a cada cual lo suyo, no le quitemos a unos para dárselo a otros, aparte de resultar en sí mismo poco cristiano, se atenta contra un principio básico de solidaridad entre las gentes y entre los territorios. El Obispado debe garantizar esa solidaridad.

Factor de justicia. En estos tiempos inciertos, donde tantas transformaciones ocurridas en tan corto espacio de tiempo, nos están haciendo perder las referencias y ampliar la fractura entre los territorios, no se entiende muy bien que se navegue en el mismo barco desde la administración eclesiástica, contribuyendo a la desigualdad y a la pérdida de la justicia social. Somos un territorio deprimido, abocado a su desertización a medio plazo donde entre todos lo mataron etc., pues bien, hay aquí, ahora, una oportunidad de hacer justicia con este territorio que siempre fue fiel a sus dirigentes, manteniendo en pie lo que le es propio y le es justo, mantener lo que la historia y la tradición le ha dado como seña de identidad. El Obispado debe permanecer en su sitio y no irse, ni agregarse a otras circunscripciones mayores que tienen capacidad de desenvolvimiento por sí mismas sin necesidad de añadidos.

Esperanza de futuro. Que no nos quiten lo que es nuestro, que no nos lleven lo que nos pertenece, nuestro futuro lo será en la medida en que sepamos defender lo que nos pertenece por historia y por derecho. Nuestro futuro está ya suficientemente amenazado como para que lo poco que nos queda se lo lleven fuera. No es que la permanencia del Obispado en Ciudad Rodrigo vaya a garantizar nuestro futuro, no, pero contribuye a dar identidad y cohesión a un territorio y en cierto modo a atisbar una esperanza en otros tiempos mejores, en los que la sede episcopal Civitatense siga siendo un hito señero en la ciudad y su comarca.

Ángel Bernal Estévez

Doctor en Historia y miembro del CEM