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Las acometidas contra la Diócesis de Ciudad Rodrigo, una constante histórica
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LA OPINIÓN DE JOSÉ IGNACIO MARTÍN BENITO

Las acometidas contra la Diócesis de Ciudad Rodrigo, una constante histórica

Actualizado 04/02/2021
José Ignacio Martín Benito

José Ignacio Martín Benito inicia una serie sobre los problemas históricos que ha sufrido la Diócesis Civitatense

Es esta una historia de David contra Goliat. Ciudad Rodrigo es como la aldea gala irreductible de Axterix y Obelix contra el todopoderoso ejército romano. La honda o la marmita mágica son aquí el tesón y el espíritu de las gentes de Ciudad Rodrigo, su tierra y obispado, que han resistido y no se han doblegado a los gigantes, ni a sus agentes foráneos, sujetos y serviles a los intentos anexionistas. Hoy, cuando nos enfrentamos realmente a una seria amenaza, las gentes de Ciudad Rodrigo se han preparado y están respondiendo ante un nuevo asedio -y en esta ciudad y tierra llevamos muchos. En 2002-2003 nos sacudimos la embestida. En esta ocasión hay una tormenta perfecta provocada y alentada por las siguientes circunstancias:

1. La sede vacante desde enero de 2019.

2. La ausencia de un valedor o defensor de la diócesis (en 2002-2003 fue el obispo Julián López Martín).

3. La amenaza del COVID 19 que impide que la gente se junte y platique.

4. La ley del silencio impuesta a los presbíteros -al contrario de lo que sucedió en 2002-2003 ante una situación similar cuando éstos se dirigieron a sus feligreses para defender la diócesis.

Los sonados rumores de una posible absorción por Salamanca de la diócesis de Ciudad Rodrigo siempre han sido un sobresalto y han estado presentes de manera continua en el cuerpo y en el alma de las gentes de esta tierra. Razones para el temor no faltan; hay una memoria colectiva de acoso y derribo, una historia de botín y despojo, como trataremos de explicar en esta serie de artículos que hoy iniciamos. Es esta también una historia de zarpazos contra Ciudad Rodrigo, protagonizados principal e indudablemente por Salamanca, aunque también por Portugal y, en menor media, por Coria, como veremos en varias entregas que iniciamos hoy con este artículo.

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I

La oposición de Salamanca al surgimiento de la diócesis civitatense

Ciudad Rodrigo es, en efecto, una diócesis pequeña. Lo ha sido siempre. Surgió ya pequeña, como un David rodeado de filisteos. Desde su nacimiento, en 1161, tuvo que enfrentarse a los recelos salmantinos. Fernando II repobló la ciudad del Águeda y la elevó a la categoría de diócesis bajo la potestad del arzobispo de Santiago y la dotó de recursos económicos suficientes para su funcionamiento. El proyecto formaba parte de la geopolítica del reino de León, en su expansión hacia el oeste, frente a Portugal, y en la retaguardia de Coria, plaza avanzada hacia Al-Ándalus.

Salamanca veía en el nuevo concejo y diócesis de Ciudad Rodrigo una nueva competidora. Los intereses de aquella se veían afectados, pues se les privaba de este territorio. Por eso los de Salamanca se rebelaron en armas contra el rey de León. Les ayudaron las milicias de Ávila. Fernando II derrotó a salmantinos y abulenses en la batalla de La Valmuza. La rebelión terminó y la empresa del rey en Ciudad Rodrigo quedaba despejada. En 1168 la nueva diócesis ya tenía obispo. Los salmantinos no cejaron en su empeño y apelaron a Roma contra la creación del obispado civitatense. Empero, Fernando II siguió otorgando donaciones a la nueva diócesis, encaminadas a asegurar su supervivencia económica. Así, cuando en 1170 se constituyó la provincia eclesiástica de Compostela, Ciudad Rodrigo quedó integrada como sufragánea del metropolitano de Santiago.

La llegada del cardenal Jacinto a España como legado de Roma propició los acuerdos entre las diócesis de Ciudad Rodrigo y Salamanca, suscritos en 1173 y 1174. Se fijaba la línea territorial entre el Yeltes y el Huebra. Allanadas las diferencias, el 25 de marzo de 1175 el Papa Alejandro III expidió la bula de aprobación del obispado de Ciudad Rodrigo. La bula nombraba varias iglesias y monasterios de la nueva diócesis. En las primeras señalaba las de Hinojosa, Lumbrales y Sepúlveda al norte. En cuanto a monasterios: Santa Águeda, Yeltes, San Martín del Castañar, Santa María de Aguiar y El Pereiro, los dos últimos en Riba Côa. A partir de ese momento, la Corona retomó la política de donaciones, convencida como estaba de seguir apuntalando y fortaleciendo la plaza y diócesis de Ciudad Rodrigo en el suroeste del reino de León.

Ciudad Rodrigo tuvo que limar también las diferencias con Coria y establecer los límites entre ambos obispados. Ello se hizo con el arbitraje de los obispos de Salamanca y Plasencia. Coria se quedó con las villas de Puñoenrostro Puñosa y Cadahalso, mientras que Ciudad Rodrigo lo hacía con Robledillo y Descargamaría (hoy en la provincia de Cáceres).

Pero las relaciones con Salamanca se deterioraron al poco tiempo. Los territorios del Yeltes se fueron vinculando más con Ciudad Rodrigo, por lo que el papa Inocencio III propició en 1210 un nuevo acuerdo entre ambos obispados bajo el arbitraje del obispo y chantre de Zamora y del abad del monasterio de Moreruela.

La extensión y límites del obispado de Ciudad Rodrigo fueron quedando establecidos. Al norte, el límite era el río Huebra, que le separaba de la diócesis de Salamanca, al este, la proyección hacia el sur del obispado salmantino, con el que se encontraba en el área de la Sierra de Francia. Al sur compartía límites con el obispado de Coria, perteneciendo al de Ciudad Rodrigo las parroquias de Robledillo, Descargamaría, Eljas, San Martín, Villamiel y Trevejo, en la vertiente sur de la Sierra de Gata. Al oeste, la Riba Côa -entonces territorio del reino de León- con las villas de Sabugal, Alfayates, Almeida, Castelo Rodrigo, Castelo Bom, Monforte y Castelo Melhor.

La primera de las acometidas contra la diócesis de Ciudad Rodrigo se había salvado.

Próximo capítulo:

(II) La pérdida de las parroquias de Riba Côa