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Pandemia e infancia 2
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De 3-6 años

Pandemia e infancia 2

Actualizado 01/05/2020
Félix López

El primer día que mis nietos salmantinos (una niña de cinco años y un niño de 20 meses) han salido de casa, como somos casi vecinos, se han acercado a saludarnos, desde lejos, claro está, sin salir nosotros de casa. Su conducta ha sido bien significativa. La mayor se ha puesto a reír y saltar, repitiendo nuestros signos de victoria. El pequeño, de entrada, se ha quedado muy serio, como paralizado, no entendía nada.

Esta escena expresa la gran diferencia entre estas edades. El niño se ha visto beneficiado, durante la pandemia, por la presencia de su hermana en casa y, como señalaba en el texto anterior, ha estado feliz, a pesar de desear salir a la calle.

La niña ha tenido la ventaja de entender lo que pasaba: la enfermedad (había visto vídeos de estas cosas sobre el cuerpo humano), las formas de contagio y las razones del confinamiento. Esta ha sido su gran ventaja. Junto con una comprensión, ya relativamente avanzada , del concepto de duración del tiempo. De hecho, ha estado bien todo el tiempo, aunque un día (cuando se amplió otra quincena) me preguntó: ¿" abuelo, esto no se acaba nunca"? Otro día, como ya conté, había sacado sus muñecas al balcón. Por último, también es significativo que resumiera su primera salida diciendo: "este paseo me ha venido muy bien".

El bienestar de los niños de 3 a 6 años sigue dependiendo del clima familia y la organización del tiempo, su capacidad para jugar solos o con sus hermanos y hacer tareas preescolares.

Por contra, en esta edad, pueden echar más de menos a sus amigos y amigas, el colegio, la "seño" y los juegos fuera de casa. Además, duermen menos y el día se les puede hacer más largo, porque tienen el hábito de salir más de casa.

Sus mayores inquietudes o problemas más serios que pueden hacerse presentes son los miedos a la enfermedad y, sobre todo, la agudización de la conciencia de la muerte. Algunos niños ya vivían esta problemática antes de la pandemia, otros han tomado esta conciencia de la muerte ahora y muchos van a ser los que, de forma directa o indirecta (a través de los amigos), van a sufrir la experiencia de la pérdida de algún abuelo u otro familiar.

Estas pérdidas son difíciles de encajar para los menores y para toda la familia, por la falta de acompañamiento en la enfermedad y la ausencia de ritos funerarios. Es muy importante que los padres puedan expresar el dolor de la pérdida, a la vez que recuperen la serenidad, porque los hijos dependen muchísimo de cómo los padres vivan este dolor y como interpreten lo sucedido.

¿Qué hacer? Esto depende mucho de las tradiciones y creencias de los padres. Se tomen los siguientes consejos con toda libertad, ustedes conocen a sus hijos mejor que yo.

Por mi parte, aconsejo a las familias que hagan algún tipo de rito funerario cuando puedan, bien cada familia o en actos de todo un pueblo, un barrio, un colegio, etc. Estos muertos no pueden dejar de "llorarse" (con lágrimas o en silencio) juntos. Los ritos son muy importantes en las muertes, ayudan a certificar que han muerto y compartir el dolor con los seres queridos y todos los asistentes.. A estos ritos colectivos pueden asistir los niños desde los tres años o cuatro. Ocultar la muerte y no llorarla juntos, hace más difícil el duelo.

¿Y qué le decimos?

Los creyentes lo tienen más fácil; le cuenten aquello en lo que creen. Creer en la resurrección y en una vida eterna es un milagro, un buen consuelo para los creyentes.

Muchos no creyentes optan por unirse a la versión religiosa que recibieron de sus padres y la iglesia, en su derecho están, facilitando el consuelo de los más pequeños.

Otros no creyentes, pueden ser sinceros, expresar sus dudas, contarle diferentes versiones religiosas o hablarles de la necesidad de aceptar aquello que no podemos cambiar.

En los colegios no pueden obviar este tema, pueden unirse a los funerales colectivos y tratarlo abiertamente en la clase, si hay niños con pérdidas de un familiar.

Una vez más, no olviden: los menores dependen mucho de cómo lo vivimos emocionalmente los adultos y de la interpretación que hacemos. Pero todos los padres y abuelos debemos acabar encontrando la serenidad; y ayudárlos a seguir cantando la vida. ¡La vida sigue, mientras vivimos! Seamos "biófilos", amantes de la vida.

Por cierto, no entiendo por qué solo puede salir el padre o la madre con los hijos. Mejor toda la familia juntos, porque ya están compartiendo la vida y pueden cuidar mejor a los hijos de los contactos inadecuados. Esto solo se le puede ocurrir a quienes dicen que los hijos no son de los padres. ¿Les va a cuidar mejor la policía? ¿Es que no hay otra izquierda que se tome en serio as la familia?

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