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¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!
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el apunte de ana pedrero

¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!

Actualizado 16/09/2018
José Luis Retana Gozalo

Hoy los tendidos de La Glorieta se han puesto en pie con un Capitán de 520 kilos, colorado ojo de perdiz, con el hierro de Garcigrande

La hermosa película 'El Club de los poetas muertos' convirtió la frase del poema de Walt Whitman en homenaje a Abraham Lincoln en un cántico a la libertad, a la vida. Al final de la película, los alumnos de un profesor adelantado a su tiempo en un rígido internado se ponen en pie como acto de rebeldía.

Hoy los tendidos de La Glorieta se han puesto en pie con un Capitán de 520 kilos, colorado ojo de perdiz, con el hierro de Garcigrande, que ha sido un poema, un cántico a la bravura, a la codicia; una soberbia nave, casi un submarino de tan por abajo que empujaba, derrochando clase y humillación ya de salida en el variado capote del Rey. Un toro que se arrancó con alegría a los medios en el inicio de faena, entregado, queriéndose comer la muleta de Roca Rey sin tregua. Un Capitán tan Capitán, tan bravo, tan toro, que en ocasiones desbordó al joven ídolo que suplió con su cabeza privilegiada, su valor de infarto, sus pies clavados como una estatua y unas facultades sobrenaturales una tauromaquia más profunda, más templada y más suave por ambos pitones para un Capitán con el que en el tramo final de la faena puso la carne de gallina a toda la plaza. Carne de gallina por la emoción de un toro bravo, esa emoción que cala hasta los tuétanos, y carne de gallina por un final de faena con pases cambiados, circulares y bernardinas cambiadas tan ajustadas que La Glorieta era como un cocedero de almas en ebullición. Se fue tras la espada como un león, sí o sí, y logró desorejar a un Capitán que hubiera sido dueño de su destino en La Glorieta si un palco acomplejado hubiese concedido el indulto pedido desde los tendidos y ganado a ley en la arena. Pero, ay, qué van a decir si se indulta otro toro en La Glorieta, aunque sea un toro de bandera, un toro extraordinario, un torazo.

Y ese Rey al que un Capitán retó a un pulso a cielo descubierto y hasta lo puso en apreturas, fue más Rey con el que cerraba plaza, que era mucho más incierto y al que le aguantó parones y miradas de esas que detienen el tiempo, que te ponen el corazón a mil, sin inmutarse y sin enmendarse, mandón, hasta que lo metió y lo sometió en su muleta demostrando quién ostenta la corona, que por eso llena las plazas como llenó hoy La Glorieta, que ha rugido de emoción con un torero que viene a esto para mandar, fuerte como una Roca, poderoso como un Rey, y un Capitán que, como el del poema, encontró la muerte para ser eterno para siempre en la memoria de los aficionados y en la historia de La Glorieta, rendida hoy a los pies de Andrés I de Perú y de un Capitán cuyo barco se llamaba Bravura.

"Más, ¡oh, corazón!, ¡corazón!, ¡corazón!

¡oh rojas gotas que caen,

Allí donde mi Capitán yace, frío y muerto!"

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