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Juan Euforia
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Hojas taurinas de septiembre (toño blázquez)

Juan Euforia

Actualizado 14/09/2018
José Luis Sánchez

Ante tanto conservadurismo de sus colegas veteranos, Juan del Álamo entendió muy bien que había que salir a por todas

Estaba desatado Juan del Álamo, desatado de euforia, optimismo desmedido. Hasta tanto llegó la desmesura que un momento perdió ligeramente el norte en un arrebato y pudo costarle un disgusto serio en el sexto, al desorientarse de por dónde andaba el toro. Hoy parecía claro que en la actitud en la plaza estaba el quid de la cuestión. Porque toreros como Morante y Manzanares, "reveníos" de todo y sabios en vender el tejido que venden, que lo adornan con fuegos de artificio, boato y prosopopeya y que te venden la moto como la mula coja el gitano listo, tienden a impostar cuando la cosa no les es franca. Y ceden al compromiso del esfuerzo.

Pero dejemos a Morante y sus religiosos seguidores y a Manzanares con su tiralíneas y dediquémosle cuatro palabras a Juan Euforia. Que yo nunca había visto así a Del Álamo. Hasta cogió las banderillas y al salir de un par, en un arrebato fue cuando se le fue la hoya un poco. Pero ante tanto conservadurismo de sus colegas veteranos, Juan entendió muy bien que había que salir a por todas. Estaba en su tierra y no se le podía escapar el triunfo. Y el hombre puso todo y más. Y eso que la última oreja cayó de milagro porque ya le veía yo en Navidad dándole aún con el descabello al burel. Pero no, acertó a la tercera y aunque el público se enfría "escapao", el presidente sacó el pañuelo, pero la petición fue escasa. Aún así, Juan se mereció salir a hombros por la puerta grande, aunque solo sea por querer tanto y trasmitir ese querer a los tendidos. También pienso que muchas veces la necesidad de triunfar sí o sí, pasa factura a la calma, la torería y el asiento.

El lotaje le viene de cara cuando torea en La Glorieta. El toro 'Tinajero', de una corrida sosa y blandurria de Vellosino, fue un dechado de bravura y nobleza y, además romaneó con poderío en el caballo. Mereció la vuelta al ruedo. Y esas cosas un presidente (o asesor) debe captarlas al vuelo. El sexto también fue un buen toro.

Los demás no pasaron de bobones y anodinos.

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