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Porque los sitios guardan memoria de las cosas
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El apunte de Ana Pedrero

Porque los sitios guardan memoria de las cosas

Actualizado 16/09/2016
Ana Pedrero

"? Que la vida es un ir y venir que algún día te compensa por las cosas malas que superas por el camino; que las heridas te hacen más fuerte, que el dolor te hace casi invencible, impasible, todopoderoso"

Porque los sitios guardan memoria de las cosas | Imagen 1Por Ana PEDRERO

Quizá sea verdad que los sitios guardan la memoria de las cosas, que la vida es un ir y venir que algún día te compensa por las cosas malas que superas por el camino; que las heridas te hacen más fuerte, que el dolor te hace casi invencible, impasible, todopoderoso.

Así, poderoso, templado, victorioso sobre lo que pudo ser la muerte, se alzaba hoy Perera en el ruedo de La Glorieta, que le recibía con una ovación para darle la bienvenida a su segunda casa, a la vida. Y se encontró con uno de Montalvo de vuelta al ruedo y embestida franca que quiso hacerle los honores con humillación y codicia, dejando volar su toreo, primero con el capote en mecidas verónicas y apretadas chicuelinas, para después firmar una de las faenas más rotundas de la feria con temple y mando por los dos pitones, corriendo mucho la mano, largo, asentado, vertical, firme como quien se asoma a un precipicio y le pierde el miedo al vértigo y a las alturas. Y cayeron también rotundos, a ley, los cerrojos de la puerta grande donde muchos esperamos para verlo salir en volandas recordando la pesadilla de hace un año, cuando esperábamos en la puerta de la enfermería la esperanza.

Con el segundo de su lote, bronco, se pegó un arrimón de los de verdad, sin trampa, en una faena imposible por la falta de celo del animal. Y aunque puso empeño, raza y valor, no pudo ser. Pero el cielo de Salamanca ya le esperaba, quizá porque los sitios guardan memoria de las cosas.

Quizá por eso, porque los sitios guardan memoria de las cosas, a Ureña Salamanca le esperaba con el deseo de su verdad y de su pureza, de sus muletazos inacabables y su cintura y su alma rota. El triunfo de los humildes que hace un año emocionaba a los tendidos y daba el aviso del toreo de cante grande del de Lorca, el de las manos casi tan grandes como su corazón, más puro aún que su toreo. Se las vio con otro del hierro de Montalvo de nota alta, un toro que exigía ser toreado con el que firmó pasajes intermitentes que despegaron en muletazos profundos con la diestra y naturales de verdad y clase, para estrellarse con el que cerraba plaza, un marmolillo de impresionante presencia lesionado durante la lidia, que pocas opciones le dio en una tarde que fue a menos en la segunda parte de la corrida. Quizá porque los sitios guardan la memoria de las cosas, una oreja supo a poco por las expectativas que genera el de Lorca cuando se rompe y se vacía sin guardarse nada. Grande, muy grande.

Y porque los sitios guardan memoria de las cosas regresaba Castella a la plaza de la que salía triunfador en el pasado ciclo con ganas y voluntad de renovar su toreo más caro, pero el que abría plaza, descastado, solo le permitió dejar constancia de su técnica en una faena que no pudo alcanzar altos vuelos. Aunque escuchó los tres avisos, muy meritoria fue la faena ante el cuarto, cuando se empeñó en sacar de donde no había hasta que el toro se puso imposible para acertar con los aceros. Agradecida por el esfuerzo y conmovida por el gesto desencajado del francés, que pasó un calvario con la espada, La Glorieta guardó un respetuoso silencio. Quizá porque los sitios guardan memoria de las cosas.

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