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De la globalización de la indiferencia a la globa
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De la globalización de la indiferencia a la globa

Actualizado 16/03/2015

Hay determinados paisajes cotidianos a los que terminamos acostumbrándonos de tanto verlos. Y, como todos sabemos, el gran riesgo de acostumbrarse es la indiferencia. De tal manera que ya casi nada nos causa asombro, nos estremece, nos alegra, nos golpea, o nos cuestiona. Algo así puede pasarnos con el triste paisaje que asoma, cada vez con más fuerza, en las plazas y calles de nuestra ciudad y pueblos. Nos acostumbramos a ver hombres y mujeres de todas las edades en: la cola del paro, pidiendo en las cáritas parroquiales, en los comedores sociales y hasta revolviendo en los contenedores de la basura. Nos acostumbramos a no saber qué hacer con un número cada vez mayor de ancianos. La sociedad postindustrial, consumista y hedonista, nos lleva unas veces a mirar para otro lado, otras a arrinconarlos, otras a dejarlos abandonados. Nos acostumbramos también a ver a tantos jóvenes sentados en las plazas o calles porque no ven salida a su situación educativa, profesional o universitaria, laboral o de vida familiar.

Y, resulta que, con tanto acostumbramiento viene la globalización de la indiferencia. Es decir, no nos interesan sus historias, sus necesidades, su futuro,?; en definitiva, no nos preocupan sus vidas. Solemos decir: ¡bastante tengo ya con mis problemas, como para preocuparme ahora de los de otros! Cuántas veces sus miradas, suplicantes unas veces, provocadoras otras, nos hacen bajar las nuestras por no saber qué decir, qué responder o qué hacer en ese mismo instante,? Y seguimo caminando de largo. Queramos verlo o no, este es el paisaje que nos habita, nos rodea y del que todos formamos parte.

A este corazón acostumbrado, adormilado, anestesiado?que nos habita, viene a despertarlo y rescatarlo del mal de la indiferencia "la trompeta que hacer sonar el profeta", durante este tiempo de cuaresma. Y, de manera especial, al escuchar la Palabra del Dios, que ama sin límite a todos sus hijos. Nos dice con ternura: "Volvéos a mí de todo corazón" (Joel 2,12). Ese es el deseo de Dios: que nosotros, que a veces nos encontra

mos y vivimos lejos de él, y por tanto del prójimo, volvamos no por obligación, no de mala gana, no por miedo?sino de "todo corazón".

Lo esencial de este tiempo de cuaresma: aceptar la invitación a entrar más y más en la intimidad del Señor. Y más que poner el acento en los "cumplimientos", ponerlo en amor al prójimo. Por eso Dios continúa diciéndonos: "Desgarrad vuestros corazones, y no las vestiduras" (Joel 2,13). Y así pasemos de la globalización de la indiferencia a la globalización de la solidaridad.

Uno de los pilares de nuestro camino cuaresmal es el ayuno; pero éste debe partir del amor y llevarnos a un amor más grande. El ayuno que Dios quiere sigue siendo "partir el pan con el hambriento, acoger al pobre sin abrigo, vestir al desnudo y no dar la espalda al hermano" (Isaías 58,6-7).

Ayunar desde la solidaridad. Hoy sólo se puede ayunar trabajando para que otros no ayunen. Hoy sólo se puede celebrar el ayuno asumiendo el dolor y la impotencia de millones de hambrientos. Quien no ayuna por el pobre "engaña" a Dios. Ayunar es amar. Nuestro ayuno voluntario debe ayudar a impedir otros ayunos indeseados e indeseables: los ayunos obligados de los pobres. Ayunemos para que nadie tenga que ayunar. El ayuno que no nace del encuentro con Dios y del encuentro con el pobre, en ese compartirse con él, se reduce a una mera "dieta".

Este tiempo de cuaresma que estamos celebrando ha de ser, una vez más, "el gesto solidario de cuaresma". Y deseamos que sea la respuesta de una comunidad de discípulos que está en camino de conversión para "hacer ayuno" de verdad. Un ayuno que sea signo de solidaridad con los que ayunan involuntariamente, un signo de justicia en un mundo cruel donde a unos se le hincha el estómago de comer y a otros el vientre de no comer; un ayuno que es no una imposición, sino la necesidad de manifestar la gratitud por el amor entregado de Jesús que nos dio la Vida, y continúa dándola.

Juan Andrés Martín, sacerdote, amigo y hermano en la fe.

DNI: 07859795-M

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