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Sortelha, la ‘Sortija’ medieval
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CONCIERTO DE ARS MUSICAL EN PORTUGAL

Sortelha, la ‘Sortija’ medieval

Actualizado 22/09/2014
Ana Vicente

Sortelha, en español significa sortija, aludiendo al juego medieval en el que los caballeros competían intentando introducir la punta de la lanza a través de un anillo

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Cambia bruscamente el color del asfalto, del negro intenso a un gris blanquecino en el que las rayas que dividen los dos carriles apenas se distinguen, sin embargo, el paisaje de encinas que nos rodea sigue siendo familiar y cercano. Avanzamos cruzando pequeñas aldeas hasta llegar a una población más grande, Sabugal, presidida por un milenario castillo, preludio de la sorpresa que nos espera al llegar a Sortelha.

Casitas bajas, un pequeño puente, vamos atravesando la aldea, siempre ascendiendo empinadas cuestas hasta llegar a una estrecha calzada empedrada, siguiendo un minibús vamos dejando atrás grupos de personas que suben en nuestra misma dirección, el tráfico está cortado, sólo el autobús nos va abriendo camino y miembros de la policía local tienen orden de permitirnos pasar, nos van indicando que sigamos adelante. El autobús se para en una pequeña explanada junto a un cementerio y vemos un poquito más arriba otra calzada flanqueada un segundo camposanto, al final, un arco corona la puerta de acceso a un recinto amurallado, la gente va hacia allí, asique suponemos que ese debe ser nuestro destino.

Aparcamos el coche, cogemos nuestros trajes, atriles e instrumentos y seguimos adelante a pie, dejando atrás los cementerios en la montaña, atravesamos el arco de la fortaleza y la sorpresa nos transporta cinco siglos atrás, la muralla alberga una ciudadela medieval, encaramada sobre rocas gigantescas que sirven de cimiento a las casas, los huertos, la iglesia, las plazas y las calles, ante nosotros lo que enmarcan los libros de historia.

Algunos de nuestros compañeros han llegado antes, y nos esperan con una sonrisa, conociendo la impresión que nos iba a causar ese escenario, cómplices de un sentimiento que sabían compartido.

Nos reciben habitantes de la aldea que van contando que el topónimo Sortelha, en español significa "sortija", aludiendo al juego medieval en el que los caballeros competían intentando introducir la punta de la lanza a través de un anillo, pero para nosotros, como españoles, Sortelha es una fortaleza, recuerdo de épocas de luchas en una zona de revueltas, de incursiones y de diferencias entre ambas naciones vecinas.

Se respira el ambiente medieval más allá de la puesta en escena, de los tenderetes que ofrecen baratijas, hierbas y ungüentos, de la "mujer loba" con las fauces ensangrentadas que nos merodea junto a la iglesia; las casas de piedra con pequeños ventanucos acristalados y sus puertas bajas para que el calor del interior no se escape, en los sin duda crudos inviernos de estos lares, son huellas de la historia.

Claudia nos recibe en un español con sones portugueses y nos abre las puertas de la iglesia, su interior vuelve a sorprendernos, el suelo se eleva en desniveles, formando un auditorio natural, fruto sin duda de las rocas que han obligado la estructura, aires modernistas en la sencillez de las líneas de las lámparas de la única nave e imágenes de vírgenes de otros tiempos, tocadas con pelo humano, se mezclan en una cuidada y equilibrada estética conservacionista.

Comenzamos el calentamiento, aprovechando los minutos antes de vestirnos con nuestros ropajes, afinamos los instrumentos, hablamos con Tomás, el responsable de la Diputación de Salamanca, que nos va a grabar, todo está a punto y el concierto comienza con la iglesia abarrotada.

Los nervios se van templando, nos sentimos cómodos, el ambiente y el escenario se hacen cómplices y el concierto avanza, respiraciones que van marcando el compás, concentración, metidos en escena y sintiéndonos troveros, suena el clave, nos marca la nota, preguntamos con qué la lavaré, la flor de la mi cara y pedimos a nuestro amante que nos dé camisón limpio

Fuera, luces intermitentes se van colando entre los vidrios de las ventanas, son relámpagos, y el ruido de truenos logra en ocasiones atravesar los espesos muros uniéndose a la percusión de nuestro etnomusicólogo, increíblemente hasta los elementos se alían con nosotros.

Cuando el concierto termina y tratamos de salir al exterior, es imposible, la lluvia arrecia de tal modo que no podemos sacar los instrumentos ni siquiera dos metros sin que se mojen, sin embargo, me envuelvo en un gran pañuelo de recio terciopelo, del atrezzo de nuestro escenario y me aventuro a tratar de llegar al coche para acercarlo a la puerta de la iglesia. Atravieso las calles en las que los últimos turistas corren hacia los aparcamientos situados en el exterior, cruzo la puerta de la muralla y me doy cuenta de que a cinco metros de allí no hay luz y la noche es oscura como la boca de un lobo, avanzo temerosa unos metros hasta adentrarme en una oscuridad absoluta, dándome cuenta de que es noche cerrada, estoy sola y las cruces de los cementerios se recortan ante mis ojos a la luz de los relámpagos, en medio de una lluvia tan intensa y helada que me deja paralizada sin saber si seguir avanzando hasta el coche o salir corriendo por donde he venido.

El miedo me puede y tomo la segunda alternativa, corro en dirección a la fortaleza, la seguridad, el calor del refugio, y me pregunto cuanta gente habrá recorrido ese mismo camino viviendo esa sensación con un peligro real tras sus pasos, tengo la impresión de estar viviendo una historia ajena?

Cuando llego a la seguridad de la puerta, los coches han desaparecido, el pueblo está silencioso, una enorme hoguera baila con llamas brillantes junto a la muralla, ni la tormenta ha podido con ella, dos sombras se besan en el quicio de una puerta, cubiertos con mantos se sienten descubiertos en su anonimato, y un aullido se oye a lo lejos entre el rugido de la tormenta, la loba parece que me llama.

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