La Alberca y su Carnaval

¡Llega el carnaval! Y llegan los recuerdos de antaño, cuando de niños, estábamos en la Plaza de nuestro pueblo esperando a los "Patahenos" que estaban metidos en unos sacos llenos de heno, y que apenas podían moverse, de pronto aparecía el "Toro", otro hombre pintada la cara de negro, con un cinturón donde llevaba metido bálago de centeno y detrás unos cencerros, con una horca de madera que era su cornamenta, y todos corríamos para que el toro no nos cogiera, siendo los "patahenos" quienes toreaban, pero siempre eran cogidos por el toro, que con su horca les hacía rodar por el suelo, entonces todos le ayudábamos a levantarse, pues con tanto heno les resultaba imposible, y así pasábamos la mañana del carnaval.

Este era el día de echar el "Limón", plato típico, compuesto con limón, naranja, huevo cocido, carne asada, ajo, aceitunas, un rocío de vino blanco y bien bañado en aceite de oliva, todo revuelto, con un buen coscurro de pan para untar, aunque es un plato que admite variantes, pues es muy rico con escabeche.

En la tarde las "Maragatas", mujeres que se visten con sus vistosos trajes, pero tapándose la cara para no ser conocidas, llevando de la mano un palo con una cuerda que en su punta tenía una vejiga hinchada, con la que te daban si te acercabas, pero a su vez llevaban en su farraco caramelos que ellas nos repartían para regocijo de todos los niños y mujeres.

Cerrándose la fiesta con el tamboril, que bien "El Chagüe ", "El Guinda", o "El Curioso" nos alegraban con sus sones de gaita y tamboril.

A partir de este día nos metíamos en "Cuaresma", ya paraba el tamboril y la gaita, ya todo era silencio y recogimiento, ni siquiera oíamos el tañer de las campanas.

Y los domingos nos subíamos a la eras, donde jugábamos a los guardias y ladrones, a la palanca, a la comba o al juego pelota, cantábamos y tocaba la guitarra el Guitarrita para acompañar a la Paquera, no se podía oír música ni de tamboril hasta el día de Pascua, que tocaba las campanas la Caetana, solo oíamos la matraca en el poyo de la Culitraca, lo que más me molestaba era la harina que tiraba el Molinero y la ceniza que nos echaban las Nizas, pero quien más nos hacía rabiar era el Perrerías, dando la lata, el bueno del Larato" .

La Alberca sigue siendo ese lugar donde se mantienen estas hermosas tradiciones, llenas de misterio y de color, donde nadie se siente extraño, donde se acoge al visitante como a uno más de la casa, toda La Alberca es corazón.

Quiero endulzaros el día en un recuerdo cariñoso, las torrijas de la tía "Primi".