Graffiti ¿arte urbano?

El otro día estuve en Madrid y me llamó la atención una frase escrita sobre una pared: "La cabeza es redonda para que el pensamiento pueda cambiar de dirección" estaba escrita con ese tipo de letras que los grafitteros llaman letras pompa, con buena técnica y colores llamativos bien combinados que aportaba gran profundidad.

Lo cierto es, que aparte del contenido de la frase en cuestión, observar el conjunto resultaba agradable, hoy no abundan ese tipo de arte urbano tan de moda hace algunos años, aunque pude que me equivoque al calificarlo como arte urbano. ¿Qué es lo que convierte un trabajo artístico en arte, en un clásico, en una obra de culto? ¿Su calidad, su técnica, su atrevimiento, su temática, su autor o las circunstancias de la vida de este, el tiempo, etc.? Que yo sepa no existe una causa única y varias de ellas pueden darse al tiempo. Lo que sí hay son muchas opiniones al respecto.

¿Se puede catalogar el graffiti, como una forma de arte urbano? Pues sobre este asunto los expertos no terminan de ponerse de acuerdo. Me refiero, por supuesto, al graffiti de calidad, no a los garabatos que hacen los "pintatapias", niñatos del spray o "vándalos" de mobiliario urbano y del patrimonio cultural.

"Graffiti" tiene su origen en el término griego "escribir" y sus practicantes utilizan para realizar sus obras cualquier superficie plana, paredes, cierres de tiendas, vagones de metro o de tren, camiones, etc. Hay quienes asociación su aparición al movimiento urbano del hip hop.

Los graffiteros firman sus obras, pero estas son mucho más que un reconocimiento de autoría, es una manera de expresar el peculiar estilo de vida de su autor, por eso no se denominan firmas, sino tag o tager (etiqueta), es su seña de identidad.

En nuestro país, Juan Carlos Argüello, más conocido por su tag "Muelle", fue pionero. Sus sus primeras apariciones públicas datan de principios de los años 80 coincidiendo con lo que se llamó la movida madrileña. En todas sus obras incluía un pequeño círculo con una R en su interior a modo de marca registrada, no hay constancia de que lo hiciera.

Muelle, derramó por todo Madrid su particular estilo de formas provocadoras y transgresoras, tanto que la policía llegó a pensar que trataba de una banda de narcotraficantes que marcaban su territorio con la punta de la flecha sobre la que figuraba el nombre.

Llegó a gozar de gran reputación dentro y fuera del mundillo urbano, tanto por su calidad técnica, como por su peculiar estilo y osadía a la hora de realizar sus escritos. La obra que aparece en el encabezado (12x4 metros) fue encargada en 1992 a Juan Carlos por el Centro de Bellas Artes de Madrid para el escenario de la fiesta de Carnaval. Cobró por ello unos 600 euros (100.000 pesetas). Apenas 3 años más tarde, con tan sólo 29 años, falleció de un cáncer de hígado. La prensa se hizo eco de este suceso: primer impulsor en nuestro país del arte del graffiti al estilo de los principales artistas de la vanguardia neoyorquina, diseñando un mensaje que quedó plasmado en los lugares más insólitos del espacio urbano. Era imposible pasear por la calles del Madrid de la movida, sin descubrir la palabra Muelle pintada en infinidad de lugares: vallas publicitarias, esquinas, cabinas de teléfonos... (El País, viernes 3 de julio de 1995)

Odiado por unos, reconocido por otros, es innegable que el graffiti se ha ganado un sitio entre las manifestaciones artísticas contemporáneas, en el arte moderno, aunque tal vez como afirma el protagonista de la obra de Pérez Reverte "El francotirador paciente": El arte moderno no es cultura, sólo moda. Es una enorme mentira, una ficción para privilegiados y para estúpidos, y muchas veces para privilegiados estúpidos. Es un comercio, una falsedad absoluta.

Por cierto, si alguien tiene interés en realizar un graffiti, el Ayuntamiento de Salamanca, a través de la Concejalía de Juventud, dispone, así era a finales de 2010, de una ficha de solicitud (http://juventud.aytosalamanca.es/es/graffiti/index.html). Y es que como afirmaba uno de los personajes de la novela de Reverte antes citada: El poder siempre intenta domesticar lo que no puede controlar.