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Yonki de los ‘likes’
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Yonki de los ‘likes’

Actualizado 01/09/2021
Raúl Izquierdo

Yonki de los ‘likes’ | Imagen 1Aquella noche José se durmió con una pequeña sobredosis de felicidad. Había mandado una foto suya a la red social Pimpollos Pum y tenía unos quince "likes", es decir, gente que le había puesto un dedo hacia arriba o que le había hecho un pequeño comentario complaciente, lo que en ambos casos se podría interpretar como que su foto había gustado a otras personas. O al menos, así lo interpretó José, que era muy dado a subir fotos a Pimpollos Pum, esperando con la mano extendida, como los agricultores esperan la lluvia en tiempo de sequía, a que alguien contestara.

En realidad era muy dado a subir todo lo quepareciera guay, molón o chulipandi, aunque sabía que su vida en realidad no daba para tanto. Vivía en un mundo ficticio, que no sólo era un espejismo, sino que le hacía creer que había gente que le tenía afecto sólo por mandar un corazón en forma de emoticono. Pero a él le bastaba para sobrevivir, aunque no para vibrar ni para apasionarse.

José fue perdiendo el rumbo en el timón de su propia existencia. La verdadera realidad, la de sudar, tocar y estar presente en las duras y las maduras ya no tenía significado para él. Y cayó ciertamente en las redes de las redes, como un pececillo ingenuo que muerde el cebo criminal. No se daba cuenta que estaba más solo que la una, o la una y cuarto, y que la gente que le seguía en Pimpollos no eran amigos reales. Jugó con fuego y se quemó, quiso ser divo de una mentira inconsistente y prolongada, y acabó por no saber quién era. Su sonrisa en las fotos eran lágrimas en la soledad y su aparente vida maravillosa de vip en el palco del olimpo griego, era el maquillaje de una vida monótona y dependiente de su imagen.

José, aunque él no se daba cuenta, estaba enganchado, era un yonki de los "likes" y de su propia imagen idílica. Siempre divertido, siempre guapo, siempre sonriente, siempre con alguien no menos divertido, no menos guapo, no menos sonriente?.pero en el fondo era un nunca, o un casi, o un tal vez.

José se fue quedando sólo en la vida real. Incluso se le fueron atrofiando las capacidades para tener amigos y relaciones. Sí, esas relaciones reales, con las que hay que batirse el cobre cada día, con los que puedes reir o llorar. Esas relaciones hechas de barro, como las personas, como José?pero de un barro que si aprendes a mirarlo bien, te puede parecer el material más maravilloso del mundo, porque es el tuyo, el mío, el nuestro.

José se puso un escudo que acabó por ser la armadura completa que le separó de la realidad. No fue capaz de hablar con sus miedos, ni de aceptar su fragilidad. Quiso ser un super algo y acabo por ser una caricatura de nadie. Quizás José necesitara de alguien que alguna vez la pudiera decir: ¡mentira! Y darle un abrazo real, de esos en los que uno se siente espachurrado de cariño y acogida. Y agitarle, y removerle, y enseñarle el espejo, ¡maldito espejo! que sólo refleja lo que hay, y que aunque José quisiera esconderlo, la realidad seguiría estando ahí. Las redes para José eran como el espejo para la madrastra de Blancanieves: un lugar en el que se podía mirar y obtener siempre la respuesta deseada a modo de "qué guapo", "estás divino", "me tienes loco" y otras lindezas más que necesitaba cada día, pues era su droga.

Quizás José necesitaba a alguien que le cogiera de la mano, que le mirara a los ojos y que le dijera: ¡atrévete a gustarte como eres!. Entonces, quizás, entendiera que su fragilidad, que su barro, que sus miedos?.eran también como los míos y como los tuyos y pudiera empezar a despertarse y a ser más libre. Quizás?

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