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La muerte de Dios
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La muerte de Dios

Actualizado 25/08/2021
Juan Antonio Mateos Pérez

Secularización como hecho positivo significa que la disolución de las estructuras sagradas de la sociedad cristiana, el paso a una ética de la autonomía, el carácter laico del Estado, a una literalidad menos rígida en la interpretación de los dogmas y de

En la tradición filosófica de los últimos años, se puede interpretar la muerte de Dios de dos maneras. La que nos propuso Nietzsche, uno de los más decididos y contundentes detractores del pensamiento religioso, como una liberación de la moral compasiva del cristianismo que había invertido el orden de la naturaleza y la sociedad. El cristianismo para Nietzsche ha ejercido como platonismo para el pueblo, y ha contribuido a difundir la idea de dualismo, separación entre apariencia y verdad, entre idea y sensibilidad. Ha creado un mundo ultraterreno invisible que es el verdadero y real, a diferencia del sensible que es falso. Así el cristianismo, con su metafísica invertida, ha contribuido a la aparición del nihilismo.

El triunfo del nihilismo, supone no sólo la destrucción de los valores supremos (el más significativo es la muerte de Dios), sino el triunfo del ente que es el final de la metafísica. Con la muerte de Dios, también mueren también todas las secularizaciones o sustitutos de Dios: la humanidad, la razón, el proletariado, el principio esperanza, los fines últimos y absolutos, la utopía, etc. Nos encontramos ante un abismo abierto, sin suelo firme, sin puerto donde anclar al abrigo de la ideología o el pensamiento, no hay fundamento para el fundamento. Esta interpretación de Nietzsche abrió las puertas a la utopía racial y biológica del totalitarismo nazi que engendró Auschwitz y la irracionalidad de los campos de exterminio.

Pero el pensamiento nos ha dejado otra forma de entender la muerte de Dios que nos libera y nos abre la esperanza para un nuevo encuentro con Dios y con lo religioso. Es la tesis de Vattimo que ha venido desarrollando en muchas de sus obras, pero de forma concreta en Creer que se cree, donde critica todo el proceso de secularización de la modernidad, donde el pensamiento cristiano sigue siendo válido desde el concepto de caridad que va asociado al pensamiento débil y una ética de la no-violencia. No entiende la secularización como quitar lastre dentro de la cultura de sus orígenes sagrados, como una despedida del cristianismo, sino como una realización más plena de su verdad, que es, recordémoslo, la kenosis, el abajamiento de Dios, el desmentir los rasgos ?naturales de la divinidad. En otras obras asocia secularización con debilidad y sobre todo con desenmascaramiento de la sacralidad de todo lo absoluto.

Es cierto que pensamiento de Vattimo es un poco invertebrado a la hora de utilizar conceptos desde el pensamiento débil, secularización, post-metafísica, hermenéutica, postmodernidad, deconstruccionismo, nihilismo. De hecho, alguno de los manuales al uso que desarrollan el pensamiento de Vattimo lo enmarcan de forma diferente. Manuel Cruz lo sitúa en el pensamiento postmoderno y Franca D'Agostini dentro de la hermenéutica. De todos ellos nos quedaríamos con tres ideas: posmoderno, pensamiento débil y hermenéutica.

Vattimo, junto con otros pensadores como Derrida, Lipovetsky, Rorty participan de muchas de las ideas postmodernas, como tener una misma estética, una voluntad de fragmento, deconstruccionismo, desconfianza y desengaño frete a la modernidad. Pero cada uno, incluido Vattimo, tiene su propio fondo y estructura y sus propios matices en muchos de los postulados. Desde Más allá de la interpretación, hasta Creer que se cree, buscar lo universal y la verdad, a través del diálogo. Un diálogo planteado en un plano de igualdad, según palabras de Vattimo, acercándonos cada vez más a la caridad.

Vattimo entiende la muerte de Dios, como final de la metafísica, también puede entenderse de forma teológica, como el final de un pensar a Dios por encima de nosotros. Se entiende mejor a Dios desde la finitud, desde la muerte, que comparte con el ser humano. Presentar a Dios desde la cruz, en su abajamiento, en su kenosis. Entendida ésta, como kenosis, abajamiento de Dios, que desmitificará así, los rasgos "naturales" de la divinidad. Esta nueva interpretación deberá llevar a una desmitificación de lo incomprensible y misterioso que oscurecen la encarnación de Dios, la kenosis. Ya que muchas posiciones dogmáticas y morales, nos alegan de la verdad del evangelio. Propone Vattimo, no un cristianismo fácil, sino, en todo caso, amigable, justo como Jesús mismo nos lo ha predicado.

Esa muerte de Dios, reencontrarnos con el Dios de la esperanza, ya que se ha dado a conocer desde la fragilidad y la vulnerabilidad. Jesús viene al mundo no ha descubrirnos un "Dios sádico" que tiene que aplacar su ira infinita, sino destruye esa imagen de la violencia y lo sagrado y nos descubre un Dios vulnerable y misericordioso que se hace uno de nosotros. La secularización nos descubre un Dios diferente y cercano, muy diferente a ese Dios arbitrario y amenazador. La esencia de ese Dios que nos presenta Jesús es la caridad, que reclama y exige la realización del otro, de compartir su suerte y ponerse en su lugar, algo que solo puede ser fruto de la voluntad y la libertad.

Historia de la salvación e historia de la interpretación están íntimamente ligadas. La salvación se desarrolla en la historia a través de una interpretación también a través de una explicación más verdadera de las Escrituras. Esta nueva interpretación deberá llevar a una desmitificación de lo incomprensible y misterioso que oscurecen la encarnación de Dios, la kenosis. Ya que muchas posiciones dogmáticas y morales, nos alegan de la verdad del evangelio. Propone Vattimo, no un cristianismo fácil, sino, en todo caso, amigable, justo como Cristo mismo nos lo ha predicado

Todo esto nos indica que se debe pensar a Dios superando la dependencia metafísica, tal vez, desde la vivencia personal y no desligada de la cultura actual. Ni una actitud acomodaticia, ni segura de sí misma, tal vez buscar en la noche oscura del alma, por la ausencia, que es a la vez presencia. Es la época del silencio, de la pobreza, de la fragilidad, incluso del sacrificio intelectual, de la espera. No se puede seguir creyendo por pura rutina, necesitamos una purificación, experimentar el silencio de Dios. "Verdaderamente eres un Dios escondido, Dios de Israel, salvador nuestro? (Is. 45, 14). No se trata sólo de pensar a Dios desde nuestra finitud y abajamiento, sino posiblemente desde nuestra fragilidad y sufrimiento. Así podremos experimentar como Job: "Yo sólo te conocía de oídas, pero ahora te han visto mis ojos" (Job 42, 5).

La muerte de Dios | Imagen 1

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