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Se compra un camión de mudanzas
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Se compra un camión de mudanzas

Actualizado 13/08/2021
Redacción

¡¡Qué tiempos aquellos!! Llegaba el verano, y toda la familia se apresuraba, con gran ilusión, a preparar sus vacaciones. Del altillo se bajaba una maleta grande, preferentemente de color crema, con unas líneas marrones de distinta intensidad rodeando su perímetro, hasta pasar por debajo del asa, también marrón, y unas esquineras de refuerzo del mismo material. Y daba igual el número de miembros que formaran el hogar? Sí. Porque primaba el lema de los tres mosqueteros: ¡una para todos!? Allí tenía que caber, para cada uno, todo bien recogidito: un bañador, unas chanclas, un par de pantalones y otro de camisetas, unas sandalias, y un conjunto para salir a pasear. Ah, y un neceser común, bastante precario por cierto, con la pasta y los cepillos de dientes, y en el que no podían faltar la laca, un lápiz negro para hacerse la raya del ojo, una barra de labios roja, una maquinilla de afeitar, y una caja azul, metálica, de crema tan blanca como las letras de su marca destacando en el centro, con su regalo de balón hinchable a juego que, por cierto, el primer día que llegabas a la playa, lo inflabas, y mientras te dabas aquel unte pringoso válido para toda la familia, se volaba y no lo volvías a ver.

Bueno, sí, lo veías repetido hasta el infinito, porque todo el mundo tenía el mismo modelo, y el drama venía al intentar distinguirlo de otros para hacer valer que era tuyo. (¡¡Así se gestó la terrible tragedia de algunos traumas infantiles!!). Claro que, al año siguiente, primero te dabas la crema y luego lo inflabas. Acababa volándose igual, la verdad sea dicha, pero a veces de pronto la brisa te ponía en las manos otro de alguien que se quedaba con un palmo de narices. Te dabas cuenta rápidamente de los años que llevaba la gente veraneando en aquel lugar? Era proporcional a la cara de pringado que se te quedaba al perder el balón (por cierto, la palabra "pringado" aún no se había inventado). (Pero los pringados ya existían).

Además, en el coche no cabía mucho más que aquella maleta, el neceser, la suegra, el resto de la familia y la jaula con el canario. Que, en cuanto hubiera un descuido y se incluyera algo más, ya no se podía cerrar la puerta del maletero. Ni la puerta trasera de pasajeros, todo sea dicho. (Es que las suegras de entonces siempre abultaban mucho).

En aquella época todo era bastante simple, entendiendo como tal la falta de complicación de las cosas. Porque viendo el salpicadero del coche con ojos de este tiempo, cabe preguntarse cómo era posible que automóviles tan básicos pudieran llevarnos tan lejos.

Ahora todo se multiplica por mil. De entrada, los coches son cada vez más grandes, y ya no nos serviría de nada un utilitario. Porque, claro? Bien es verdad que no vamos con la suegra? (ya no se lleva); de hecho, tampoco tenemos canario (¡las modas cambian de lo lindo!). Pero? Cada uno acarrea su maleta, en la que no pueden faltar bañadores de color a juego con la camiseta o la túnica de cada día, las mallas de jogging, un par de equipaciones de pádel, dos conjuntos de yoga, (uno para hacer asanas al amanecer, y otro para sincronizar nuestras energías con el atardecer), y todo un largo etcétera. Aparte, por supuesto, la ropa de salir (debe ser que toda la demás ropa es "de entrar").

Una vez que las maletas de cada miembro de la familia están acomodadas, falta buscar sitio para los bolsos con calzado: chanclas de colores que combinen con los trajes de baño, que si un año están de moda los frutos jugosos, tendrán dibujos de piñas, sandías, frutas de la pasión, pero si lo que molan son los mandalas, tendrán circulitos con dibujos geométricos, y si lo más son las florecitas pues ¡imaginación! Además, por supuesto, se añaden zapatos (que no son de andar, sino de vestir, porque con ellos no hay quien camine), sandalias, deportivas de correr, las de pádel, calzado de recibir el alba y el ocaso, y todo los demás?

Aparte cada uno lleva una mochila que contiene el ordenador, la tableta, el libro digital, el móvil, y todos los cargadores de cada artilugio, incluidos los de las pulseras de actividad, porque desde que sabemos que tenemos más salud cuanto más andamos, hay que contar cada día los pasos que damos, ¡no sea que nos quedemos sin cumplir cien años por una caminata menos!

¡No lo puedo creeeeeer! ¡Si faltan los necesereeeees! ¡Aaaaarrrgggggg!

Ya he pegado el cartel en la puerta:

URGENTE

SE COMPRA UN CAMIÓN DE MUDANZAS

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