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Decapitar estatuas
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Decapitar estatuas

Actualizado 10/08/2021
Antonio Matilla

Me dio pena ver ayer cómo en Barranquilla (Colombia) y en otros lugares de América del Norte, del Centro y del Sur han derribado una estatua de Cristóbal Colón y han arrastrado por el piso ?piso = versión latinoamericana de la palabra suelo- su cabeza, ahorcada con una cuerda.

De mí sé decir que sufrí una cierta carga de antiespañolismo, moderada ciertamente, cuando asistí al Primer Jamboree de los Andes, organizado por los Scouts de Bolivia cerca de Cochabamba. Fue en general una bonita experiencia en la que pude ejercer mi labor de consiliario con muchachos de Bolivia, desde luego, pero también de muchos países latinoamericanos. Los organizadores del evento me trataron muy bien, como a un hermano, dado que llevábamos una larga experiencia de encuentro y cooperación. Los scouts católicos españoles aprendimos mucho de los bolivianos y, por nuestra parte, intentamos ayudarles en lo poco que podíamos y algo conseguimos de nuestro Gobierno regional, sin llegar a la ayuda proporcionada por la DPSG, scouts católicos alemanes, cque tenían muchos más recursos que nosotros y una gran tradición de cooperación en el campo internacional.

Aquellos magníficos días dieron para mucho y también dieron para algunos encuentros desagradables con personas que tenían metidas en el ADN la suspicacia y la sospecha contra España, en general, por haber sido sus conquistadores. No tuvimos bronca ni discusión violenta, pero vi claro un cierto supremacismo, como un mirar por encima del hombro, proveniente de una postura indigenista que. imagino, ahora debe ser mucho más virulenta.

No entendía yo mucho ese desprecio a España y lo español porque no había más que mirar la cara de los interlocutores para darnos cuenta de que estábamos hablando con indios, bien que en buen español, aunque entre ellos solían hablar en quechua. Se suele acusar al Reino de España de haber masacrado a los indios y no voy a negar ahora las injusticias y abusos que se cometieron en la conquista, en la evangelización y en la colonización de América. Andando el tiempo y las lecturas llegué a descubrir que nuestra arma más eficaz contra los indios, y contra nosotros mismos, fue el virus de la viruela, que entonces de conocía la enfermedad por sus efectos evidentes, pero no el virus, pues nadie lo conocía. También es verdad que en 1814 la Real Expedición Filantrópica de la vacuna acabó para siempre con la enfermedad; la expedición fue financiada por el Reino de España ?el propio rey Carlos IV se tomó la empresa como algo personal, para salvar las vidas de los españoles del otro lado del charco, indios en su inmensísima mayoría, y capitaneada ?puede usarse esta palabra, pues los médicos eran militares de la Marina española-, en el caso de Bolivia, por el médico naval ilerdense Salvany quien, enfermo de tuberculosis, antes de morir muy joven tuvo tiempo de vacunar a media Bolivia y enseñar a vacunar a la otra media.

Cierto es que el pueblo boliviano y todos los pueblos latinoamericanos han sufrido muchos problemas desde entonces ?dictaduras, guerras transfronterizas, pobreza inmisericorde, desigualdades abismales, ?-. ¿son achacables estas desgracias al Reino de España? ¿No serán más bien consecuencia de las malas políticas llevadas a cabo desde la independencia por las élites nacionales de cada uno de los países? Llevan en el poder y muchos de ellos instalados en la corrupción más de 200 años.

Si se trata de juzgar el pasado hay que juzgarlo todo, también lo ocurrido desde las independencias hasta ahora. Y no sé yo si el indigenismo es una buena fuente de inspiración. Entre otras razones porque si los indígenas pueden reivindicar ahora sus derechos es porque durante los siglos de dependencia de España siempre hubo indígenas en América, lo que indica que, o no fuimos colonizadores o fuimos malos colonizadores. Y todo ello sin negar, repito, las injusticias y excesos que pudiéramos cometer: por la misma razón no se pueden negar y deben esclarecerse puntualmente los excesos y las injusticias cometidas por las élites latinoamericanas responsables de la independencia y del decurso posterior de la política de los países liderados por ellas. Que cada palo aguante su vela.

He tenido y tengo mucha relación con latinoamericanos de toda clase y condición y me parece que la relación es fluida, fraternal y respetuosa. Este odio a España que se está levantando, también en algunos lugares de Estados Unidos, no es racional y no tiene fundamento histórico y, si lo tiene, es porque se hace trampa juzgando la historia de los siglos XVI a XVIII con criterios del siglo XXI. Por cierto, no estaría mal aprovechar la historia de España en particular y de Europa en general durante los últimos cien años, para evitar que Latinoamérica caiga en los errores en que caímos nosotros: populismos de dercha e izquierda, totsalitarismos de izquierda y derecha, caudillismos, sistemas todos ellos que están poniendo en gravísimo peligro a los pueblos de Latinoamérica, especialmente a cubanos, venezolanos, bolivianos, brasileños, peruanos y argentinos. Se ve que en eso siguen siendo muy "españoles"?o portugueses: no escarmientan en cabeza ajena.

Es fácil buscarse un "enemigo" exterior que, además, no pueda responder pues hace más de doscientos años, salvo en el caso de Cuba, que ya no "manda" allí. Me suena mucho a la excusa del "contubernio judeo masónico" aducida otrora por algunos franquistas. El caso de Cuba es peor, pero también muy español ("sostenella y no enmendalla"), sostener, exportar y no querer enmendar un régimen dictatorial que ha demostrado ampliamente su maldad intrínseca y su ineficacia en la resolución de los problemas del día a día. ¡Ah, perdón, que mi Gobierno no tiene claro si es una dictadura o no!

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