Mareándonos con las vacunas

En los últimos días la cuestión de la vacunación ha traído más de cabeza si cabe al país, con las constantes dudas sobre qué hacer con la vacuna de AstraZeneca, si debería pararse la vacunación con la misma después de los casos de trombosis registrados en varios países en gente vacunada con la misma, o si por el contrario debería continuarse con ella.

Ciertamente, como en todo lo que está afectando a la pandemia, hemos vivido un nuevo episodio de cambios de criterio, paralizándose un día la vacunación con AstraZeneca en nuestra comunidad autónoma, para dar luz verde posteriormente el Gobierno central a retomar la misma, reformando a posteriori el sector de edad a los que se podrá suministrar dicha vacuna.

Por otro lado, esta semana, después de que Alemania anunciase su intención de negociar un contrato bilateral con Rusia para comprar la Sputnik V al margen de la Unión Europea, y tras haber prohibido varios países de la UE la vacunación con AstraZeneca, la Agencia Europea del Medicamento (EMA) ha decidido evaluar la eficacia de la vacuna rusa, quedando en el aire la cuestión de por qué no se había evaluado su eficacia por la EMA hasta ahora.

Y es que no hay que olvidar los problemas que lleva dando desde hace meses AstraZeneca, y que van más allá de los episodios de trombosis vinculados a esta vacuna anglo-sueca, con casos de muerte derivada de dichos trombos. Así, si el hecho de que sea más barata que la de Pfizer y no exija una conservación a temperaturas tan bajas como aquella suponía a priori una ventaja considerable, si bien AstraZeneca dio desde el principio problemas en cuanto al incumplimiento del contrato firmado con la UE para proporcionar las dosis acordadas.

En este aspecto, AstraZeneca se había comprometido con las autoridades europeas a entregar 100 millones de dosis de vacuna entre enero y marzo de 2021, cantidad que se quedó en menos de un tercio, cumpliendo la farmacéutica con la entrega de solo 30 millones de dosis en ese periodo marcado por el contrato con la UE. Por su parte, Pfizer y Moderna sí cumplieron en tiempo y forma respecto al suministro de las dosis acordadas con la UE para ese mismo periodo.

Pero es más, para el segundo trimestre de este año, AstraZeneca se había comprometido con la UE a entregar 180 millones de dosis, cantidad que sin embargo, ya apuntó que no cumpliría, y entregaría 70 millones, menos de la mitad de lo establecido en el contrato con la Unión Europea para ese trimestre.

Ahora, con los problemas en relación a los problemas de trombosis y muerte que, aunque muy minoritarios, se han dado con la vacuna AstraZeneca, es inevitable plantearse por qué durante estos meses la Agencia Europea del Medicamento no se ha dignado ni tan siquiera en evaluar la vacuna rusa Sputnik V, como forma de tener más información ante otra posible vacuna a la que recurrir en caso de darse problemas logísticos o de efectos secundarios con aquellas vacunas a las que se les dio prioridad.

Y es que se antoja complicado entender la gestión de las vacunas por parte de la UE, tanto en el empeño en priorizar la de AstraZeneca, como en la cerrazón o desprecio a la Sputnik V sin siquiera haberse dignado a testar su eficacia, habiendo indicadores que sitúan la misma en el 92% (muy por encima del 70% de AstraZeneca), pareciendo que el problema no fuese la vacuna en sí, sino que se hubiese desarrollado en Rusia, anteponiendo prejuicios u ocultos intereses a aquello que podría resultar más conveniente en materia de salud. Una chapuza más para el repertorio de despropósitos que nos está dejando la pandemia por parte de nuestros dirigentes en comunidad autónoma, Estado y Unión Europea.