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Irak, Francisco, 8 de Marzo
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Irak, Francisco, 8 de Marzo

Actualizado 09/03/2021
Antonio Matilla

Irak, Francisco, 8 de Marzo | Imagen 1

Algunos días no es fácil escribir porque los temas son complejos, requieren buena información y, sobre todo, un poco de silencio para pensar, meditar y ?los creyentes- rezar. Traemos tantos trajines, pandemia incluida, que no es fácil tener todas las cosas en cuenta. Porque tres son los temas que hoy me parecen importantes: uno es el arriesgado viaje del Papa Francisco a Irak, recién terminado hoy felizmente, la paz en Oriente Medio y el papel de la mujer dentro de la Iglesia (y naturalmente en la sociedad, que la Iglesia es celeste pero desde luego terrícola y, por lo tanto, parte de esa misma sociedad). Se me mezclan todos esos temas en la cabeza y en el corazón y, tal como me bullen, se lo cuento.

El Papa Francisco ha dicho y ha hecho cosas: se ha arriesgado a que le maten y, lo que es peor, a fracasar en este viaje; ha animado a los cristianos a seguir dando testimonio pacífico de su fe (destacan los testimonios de cristianos perseguidos que han perdonado públicamente a sus perseguidores); se ha encontrado con el líder espiritual de los chiitas, ayatolá Al-Sistani, cuya humildísima casa me ha llamado poderosamente la atención; se ha encontrado también con creyentes de otras religiones minoritarias, no solo judíos y musulmanes, sino mazdeistas, azeríes, etc?; y ha afirmado tajantemente, y lo ha explicitado por activa, pasiva, media y perifrástica, y creo que los demás líderes religiosos también estaban de acuerdo, que "no es lícito hacer la guerra en nombre de Dios". Tengo para mí que la inmensa mayoría de los creyentes musulmanes coinciden también en ello, pero no podemos esconder la cabeza debajo del ala y no darnos cuenta de que las corrientes violentas siguen vivas, como se ha comprobado por el tremendo aparato de protección que ha rodeado todo el viaje, no solo para defender al Papa, sino también al pueblo iraquí que se ha acercado a verle.

Algo está bullendo en el Islam con mucha fuerza, fuerza callada pero resiliente: las mujeres musulmanas reclaman y ejercen sus derechos. Parece que hay un feminismo musulmán muy potente. El porvenir del Islam, como el del Cristianismo y el del progreso y el de la economía y el del planeta y el de la paz, está en las manos y en la cabeza y en el corazón de las mujeres. Pero este hecho, que no se puede negar y que esperemos que se mantenga en el tiempo, tropieza de frente con algunos planteamientos de un cierto feminismo muy militante y empoderado entre nosotros que, caricaturizando un poco, pero no mucho, plantearía la vida social como una lucha entre géneros, ahora que la lucha de clases no goza de buena salud propagandística. Plantear el feminismo en el ámbito del Islam como una lucha entre géneros está de antemano condenada al fracaso. Y si la guerra de géneros fracasa en el Islam, fracasará también en Occidente, porque, al parecer, y en parte por "culpa" de los romanos y de los españoles del siglo XVI al XIX, vivimos en un mundo globalizado y un estornudo de una mujer en Riad puede provocar una pandemia en Salamanca, como ya se ha comprobado recientemente con el caso de un cierto coronavirus detectado en Wuhan.

Ha salido unas líneas atrás la palabra "empoderado, empoderar, empoderamiento" aplicada al feminismo patrio, pero yo ahora quiero aplicarla al Cristianismo y, en concreto, a la Iglesia y a las Iglesias y confesiones cristianas en general, que es el Cristianismo visible y los ateos no tienen por qué creer en un Cristianismo celestial que, desde la fe, haberlo haylo y lo habrá en la Escatología, o mejor, desaparecerá en la Escatología para dar paso al don del Reino de Dios. Pero eso es cosa de alta Teología y ahora estamos hablando de una cosa más terrestre: el poder. El poder dentro de la Iglesia.

La Iglesia, al parecer, tiene algo que ver con Jesús. Y si no tiene que ver, que cierre el chiringuito y no perdamos más el tiempo en tonterías. Pues bien, Jesús dijo que Él no había venido a ser servido, sino a servir y que el que quiera ser el primero (o la primera) que sea vuestro servidor. O sea, que la razón de ser de la Iglesia no tiene que ver con el poder, sino con el servicio. Los cristianos y las cristianas de Irak esto lo entienden muy bien porque no tienen posibilidades prácticas de "asaltar el cielo" (¿a qué me suena eso?) y lo mejor que pueden hacer y están haciendo es servir, ayudar al prójimo, sin distinción (cristianos y musulmanes, en Irak están ayudándose mutuamente a reconstruir iglesias y mezquitas destruidas por el Daesh o por la Coalición anti-Daesh), amar y ?cumbre del amor- perdonar al enemigo, o mejor, no considerar a nadie como enemigo.

Dentro de la Iglesia hay muchas cosas que cambiar para que la mujer o mejor, las mujeres, ocupen el puesto al que tienen derecho -y al que el Espíritu Santo las llama- por su condición bautismal, la misma que la de los varones, y algunas están cambiando a ritmo exacerbadamente lento. Pero introducir un feminismo que quiera conquistar el poder o parcelas del poder eclesial y eclesiástico es una equivocación, porque en la Iglesia la cosa no va del poder, sino del servicio; y es también un signo de clericalismo, que ha sido y es el pecado de muchos clérigos, por suerte no mayoritarios, que han ido dejando de lado el servicio para agarrarse al poder. Aunque sea un mini poder de "cabeza de ratón". En este sentido, el del servicio, creo que las mujeres nos están dando sopas con honda a los varones, también a los clérigos. Tal vez los años no me permitan ver más allá de mis narices, pero yo lo que veo como futuro para la Iglesia es: la oración, recuperar el sentido del Misterio, en la Liturgia, en los Sacramentos ?valga la redundancia, no del todo válida- y en la vida cotidiana, en el compromiso laboral, social, cultural, político; ir a lo esencial, que es Jesucristo y su Evangelio , y servir, servir y servir?a los pobres y a todos?y a todas y por todas y todos.

Irak, Francisco, 8 de Marzo | Imagen 2

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