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Arsenales atómicos, ¿hasta cuándo?
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Arsenales atómicos, ¿hasta cuándo?

Actualizado 28/01/2021
Luis Castro Berrojo

Arsenales atómicos, ¿hasta cuándo? | Imagen 1Pocas horas después de que termine de escribir esto, el Boletín de científicos atómicos norteamericanos (BOAS) hará pública la puesta en hora del Doomsday Clock o "Reloj del día del juicio final". Desde hace un año, este reloj fatídico marca 100 segundos simbólicos para la medianoche planetaria, es decir, el colapso de nuestra civilización, siendo el plazo más corto desde que se creó en 1947. En 2020 hubo además una novedad inquietante: a las dos amenazas clásicas que venían evaluando los científicos desde el final de la II Guerra mundial ?la guerra atómica y el cambio climático? se añadió una tercera, que agrava la letalidad potencial de estas dos: la guerra en el ciberespacio o proliferación de noticias e información falsa en las redes sociales, algo que mina la capacidad de respuesta ciudadana ante esos peligros y envenena la convivencia política dentro y fuera de los estados.

Hay elementos que hoy invitan a retrasar el minutero y a aliviar la tensión: el cambio de gobierno en Estados Unidos y el Tratado de prohibición de armas nucleares (TPAN), que entró en vigor el pasado día 22, serían dos importantes. Pero no faltan los factores que empujan hacia el desastre. La pandemia en curso se añade a las crisis económicas y medioambientales y a todas sus secuelas, creando una endiablada situación frente a la cual los gobiernos se ven desbordados o sin capacidad o voluntad de adoptar medidas drásticas. Por lo demás, la entrada en vigor del TPAN tiene una lectura halagüeña, sin duda, pues significa el veto categórico a la producción, adquisición, prueba, posesión, uso o amenaza de uso de armas nucleares, a las que califica de "instrumentos inaceptables destrucción masiva". Lo malo es que este compromiso vincula solo a los países no poseedores de armas atómicas que lo han firmado (unos 50), pero no a las potencias que sí las tienen (EE.UU., Rusia, Francia, Reino Unido, China, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel), que ni lo han firmado ni tienen intención de hacerlo.

Pero habría que recordar ?ya que, en general, la prensa prestado poca atención a este asunto? que el Tratado de no proliferación de armas nucleares de 1968, con una filosofía y contenido semejantes a los del actual TPAN, obligaba y obliga a las potencias atómicas a tomar medidas para reducir y, en último tiempo término, eliminar totalmente ese tipo de armas inhumanas. Sería arduo exponer todo lo que ha ocurrido en este tiempo, pero baste decir que hoy, 50 años después la entrada en vigor del TNPAN, sigue existiendo en el mundo una capacidad más que sobrada de overkill, esto es, de acabar con todo rastro de vida en el planeta en caso de una guerra nuclear. Y, desde luego, si se hubiera cumplido el TNPAN hoy no sería necesario volver a hacer tratados sobre lo mismo.

Buena parte de responsabilidad en esto, si no la principal, recae en Estados Unidos, padre de la monstruosa criatura y única potencia que ha usado el arma atómica hasta hoy. Ahora la administración Biden deberá frenar y dar marcha atrás en la loca carrera Donald Trump hacia la guerra; deberá volver al acuerdo internacional sobre Irán; poner fin a las acciones terroristas sobre este país ?que han costado la vida a cinco científicos y a un general de división?; volver a poner en vigor los acuerdos con Rusia sobre armas nucleares de alcance intermedio y estratégicas; asumir de nuevo el Tratado sobre cielos abiertos y abrir conversaciones para frenar el uso militar del espacio exterior y del ciberespacio.

Bien estaría todo eso, si se lograra. Muy bien. Pero, aún así, solo significaría corregir una deriva suicida, no afrontar la erradicación definitiva de las armas nucleares, como en su momento se logró respecto de las armas químicas, las minas y las bombas de racimo. El caso es que la carrera armamentista sigue tanto en lo cuantitativo como lo cualitativo. Así, por ejemplo, los drones que actúan sobre objetivos seleccionados podrían ser la avanzadilla de una respuesta a otro nivel (una escalada, se decía antes) cde consecuencias imprevisibles.

Cuando la humanidad está lacerada por tan gravísimos problemas de todo tipo, que amenazan incluso la pervivencia de nuestra especie, como nos recuerda el Doomsday Clock, resulta una obligación moral y política de primer orden para todos los gobiernos y ciudadanías del mundo la eliminación de los arsenales atómicos en el plazo más corto posible.

(Imagen: cartel de Ecologistas en acción)

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