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La leyenda del perro lanudo
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La leyenda del perro lanudo

Actualizado 24/01/2021
Carlos Javier Salgado Fuentes

La leyenda del perro lanudo | Imagen 1

El noroeste salmantino es una tierra en la que se han forjado numerosas leyendas, que se han venido transmitiendo de forma oral de generación en generación, a lo largo de los años y los siglos, habiéndose perdido algunas de ellas por el camino del tiempo y, otras, logrando pervivir hasta nuestros días, siendo unas más conocidas y otras hallándose prácticamente olvidadas del imaginario colectivo.

De una forma similar, el arribeño o riberano, esto es, el dialecto del leonés presente en Las Arribes desde época medieval, ha ido poco a poco perdiéndose en el tiempo, socialmente desprestigiado, viéndose arrinconado en un primer momento al ámbito familiar (en el fenómeno conocido en filología como "diglosia"), para acabar desapareciendo de casi todos nuestros pueblos, conservándolo hoy apenas unas decenas de paisanos de avanzada edad, lo que llevará inevitablemente a su desaparición en unos años, una vez que fallezcan sus últimos hablantes patrimoniales, dada la falta de relevo generacional en su uso.

Ante estos hechos, esta semana quiero contar una leyenda tradicional de Guadramiro, la leyenda del perro lanudo, que constituye una parte de ese tesoro que tenemos en nuestra zona de leyendas de tradición oral, y he decidido hacerlo en arribeño, en homenaje a todos aquellos que usaron este habla tradicional del noroeste salmantino, así como aquellos últimos hablantes que aún cultivan entre sus labios esta variante del leonés, con Villarino como el lugar que quizá lo haya conservado mejor. Velaquí l'amentá liyenda'l perru:

Mi cerca'l puebru de Guadramiro, pal caminu Valderrodrigo, esisti un sitiu llamáu "Rincón de las Güertas", ondi güena parte'l añu naz un manantal, c'unas auguas arrecogías nun buracu no mi profundu, y rodiáu de piedras que sirvían de lavaerus, utilizás polas mujeris pa lavar las sus ropas.

Currían aquellus tiempus en que se dicía, y asína era, "Tres juevis hai nel añu que relucin más que'l sol, Juevis Santu, Corpus Cristi y'l Juevis l'Ascensión".

Ena mañana'l Juevis d'Ascensión, entávia áina, cuandu la lucencia'l Sol se barruntaba pol esti, una mujerina cogiú un barriñón pa dir a lavar la su ropa al sitiu amentáu.

Nel momentu d'esbajarse pa encomenzar a lavar, se li acercó un perru d'aspeutu ralu, enllenu lanas, que se sentó a desláu d'ella. Ella siguiú lavandu, mas comu nu se diba de pallí, y emberriá por me'l perru, li diju "¡Váiti d'iquí perru lanudo!". Antoncis el perru, angurriú l'hucicu y li cuntestó: "Nu soi un perru lanudo, soi el diablu que madrugo".

La mujerina, frojallona, agarró con priesa la su ropa y apionó pal puebru; cuntó lu sucedíu ena su casa, y plontu, en custión d'horas, la nueva s'estendiú por tol puebru.

Finalmenti, el manantal tuvu de ser cegáu, pus dendi antoncis naidi quisu golver a lavar la ropa pahí.

Pol puebru, añus dipués, la genti entávia dicía que too estu pasó a cuenta de que marchorin a la jera nun día tan señaláu comu'l Juevis d'Ascensión.

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