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Perplejidad
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Perplejidad

Actualizado 11/01/2021
Luis Frayle

La historia nos dice que ya los primeros filósofos de Grecia, los Presocráticos, se admiraron ante el mundo y empezaron a hacerse preguntas. Ellos empleaban el verbo griego, zaumasein, que pongo en caracteres latinos, y significa admirarse. Yo pienso que la admiración ante las cosas del mundo y lo que en él pasa es propio del hombre, que empezó a admirarse desde el momento en que existió. No otra cosa nos dice el relato alegórico del Génesis, donde vemos cómo el hombre y la mujer se admiran de las bellezas del Paraíso y de su propio cuerpo, y no se resisten a probar de la fruta del árbol de la ciencia del bien y del mal, y pasó lo que pasó y sigue pasando hoy mismo.

Pero yo creo que tengo que dar un paso más, y a esa admiración que siento por lo que pasa en el mundo voy a añadir la perplejidad; estoy confuso, lleno de dudas

y de preguntas para las que no tengo respuesta. Estoy perplejo; hasta ha misma palabra me produce confusión porque no sé si es suficiente para expresar los sentimientos y pensamientos que alberga en su mente y en su corazón el hombre de hoy, del siglo XXI, que además de todo lo hay y lo que sucede habitualmente, se ha visto envuelto en una pandemia que asola al mundo y cuyo control se le escapa de las manos.

Pero mi perplejidad se va a fijar en un punto, en la vida, la vida en general, y por lo tanto la que es el fundamento de todo lo que pasa, y de lo que sentimos, pensamos y hacemos; incluso es el principio de nuestra muerte. Pues bien, estoy perplejo porque no entiendo por qué los hombres de hoy no nos ponemos de acuerdo en eso de la vida. Unos defienden la vida de todo bicho viviente dejándose la suya propia en defender tales especies en peligro de extinción, en cuidarlas, y son capaces de meterse en el fondo del océano o en las entrañas de la tierra para curarlas, mimarlas y tratarlas como personas, y hasta adivinando sus pensamientos y sentimientos; en una palabra, aman a esos animales. Y no es necesario que estén en peligro de extinción, que, por otra parte, yo creo que todos debemos procurar que no se extingan, pues son parte de nuestro mundo. Pero, veamos, ahí tienes esos perritos tan bonitos y tan bien peinados, qué monos, que están tan bien cuidados, que piensan como las personas y sólo les falta hablar, quiero decir con nuestro lenguaje, puesto que hablar ya hablan con sus dueños y cuidadores en su lenguaje. Omito aquí comentar que detrás de todo este amor parece haber un gran negocio de mascotas. Pero es admirable cómo nos preocupamos de lo que hoy llaman el medio ambiente, que son los seres vivos y también los sin vida, al menos animal y vegetal, porque los metales, por ejemplo, también dan dinero, hay que cuidarlos.

La otra cara de mi perplejidad, breve y concisamente es lo poco que veo se aprecia la vida humana, sobre todo lo poco que aprecian los hombres la vida de los otros. Sin entrar en las guerras, que son continuas como siempre, matándose unos a otros; no comprendo y nunca he comprendido por qué un hombre puede tener motivos para matar a otro hombre. Pero podemos fijarnos, por ejemplo, en las leyes, esas leyes que se promulgan porque a algunos les parece bien que nazcan menos niños, que muchos se queden en el camino, o que desaparezcan los que estorban, porque así estamos más felices los demás. Y no digamos de los que tienen poder y gobiernan, cuando no pueden hacer lo que quieren, ya vemos hasta dónde llegan, a eliminar de cualquier manera al contrario, que tan frecuentemente es el enemigo a combatir, hasta, si es necesario, con las armas, como nos dice la historia. Es difícil comprender por qué el hombre es así. Pero quizá eso que llaman la biogenética o quizá también biotecnología nos dé alguna clave. Parece que el hombre del siglo XXI no está contento con lo que hay en la naturaleza, incluido el hombre, y quiere hacer otra mejor, se siente con fuerzas, y por eso anda ensayando cómo hacer hombres y mujeres más perfectos, que sean altos y altas, guapos y guapas y rubios y rubias, inteligentísimos e inteligentísimas, buenos deportistas y "deportistos" (ya no sé si se dice así). Naturalmente eso sería sólo para unos pocos, los que tengan dinero para hacerlo, los demás que vivan como puedan, si pueden vivir, y si no, que se mueran.

La verdad, estoy perplejo.

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