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Van Dyck Tormes inicia su programa cultural con el ballet ‘Giselle’ desde Moscú 
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PROPUESTA CULTURAL

Van Dyck Tormes inicia su programa cultural con el ballet ‘Giselle’ desde Moscú 

Actualizado 08/01/2021
Redacción

El Bolshói de Moscú recupera el ballet romántico por excelencia, con nueva coreografía de Ratmanski

Este sábado, a las 18h., con el Ballet 'Giselle' desde el Bolshoi, Van Dyck Tormes incia su primer programa cultural de 2021, que incluye además un concierto desde La plaza Roja de Moscú de Anna Netrebko y Dmitri Hvorostovski (viernes 15-19.30), y los documentales sobre los Museos Vaticanos (viernes 22-19.30) y Florencia y la Galería de los Uffizi (viernes 29 enero).

Fantasmas del bosque y danzas de la muerte en 'Giselle'

El Bolshói de Moscú recupera el ballet romántico por excelencia, con nueva coreografía de Ratmanski.

El ballet Giselle es un emblema del Romanticismo. "Como Hamlet, es un clásico: volvemos a verlo porque siempre descubrimos algo que no habíamos percibido". Así lo describía el coreógrafo Balanchine. Al público le fascina desde su estreno en París (en la Salle Le Peletier) en 1841. ¿A qué se debe? Por un lado, a su argumento sobrenatural: una leyenda alemana -recogida por el poeta Théophile Gautier- sobre una campesina que, cuando descubre que su amado la engaña, muere presa de la locura. Ya convertida en espectro, se incorpora a las Willis, novias despechadas que se vengan de los hombres torturándolos con sus danzas.

Frente a una tradición hasta entonces masculina, Giselle dio todo el protagonismo a la mujer, fuerza tanto destructiva como redentora. Su mensaje de amor por encima del odio pone el broche a una narrativa sólida que aprovecha la fuerza del contraste: de una primera mitad pastoril y luminosa se pasa a una segunda nocturna y fantasmal, con el grupo de bailarinas vestidas con tutús blancos (a ese conjunto se le llama ballet blanc). En consonancia con la atmósfera, la danza refleja primero el entusiasmo de juventud y luego la quietud y frialdad.

Por último está la emocionante partitura, llena de melodías cantables, sentimentales y largas, cercanas a Chopin y Bellini. El parisino Adolphe Adam (1803-1856) fue el primero en componer para la danza; hasta entonces, el género se valía de pastiches sobre piezas existentes. Su música subraya las emociones e incorpora algunos leitmotive, como el del amor, que oímos en el primer encuentro entre Giselle y Albrecht, y que se reitera en la escena de la locura. Profesor de Léo Delibes y autor de más de 50 óperas, Adam dominaba la instrumentación y sacó partido a la orquesta para distinguir dos mundos: el de los campesinos del primer acto se basa en tonalidades mayores y referencias folclóricas; el fantasmal del segundo transmite peligro mediante armonías inestables. El nostálgico lamento del corno inglés podría formar parte de El lago de los cisnes.

El Bolshoi, templo mundial de la danza, lleva representando Giselle ininterrumpidamente desde 1843, cuando llegó procedente de Francia; van por las 1.300 funciones. El responsable del teatro, Makhar Vaziev, ha encargado la coreografía a Alexei Ratmanski (1968), ex director de la compañía entre 2004 y 2008, actual residente del American Ballet Theatre y doble premio Benois de la Danse en 2005 y 2014. Su versión bucea en las fuentes históricas -como ya hiciera con Paquita o La Bayadera-, recupera la mímica y fortalece la coreografía del bailarín. Sucede a las revisiones de maestros como Marius Petipa (1884), Gorsky, Lavrovski, Grigorovich o Sergeyev, todos a partir de la coreografía original de los franceses Coralli y Perrot.