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Misioneros de por vida
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Misioneros de por vida

Actualizado 18/12/2020
Juan Robles

Toda una vida dedicada al mundo misionero

Misioneros de por vida | Imagen 1El pasado día 4 nuestro obispo don Carlos firmaba el nombramiento de un nuevo director del servicio diocesano de misiones. Se trata de un meritorio sacerdote, D. José Miguel González, que ha trabajado un buen número de años en servicio a la iglesia de Cuba: catedral, seminario, casa del clero, parroquias? Le deseamos el mejor acierto en el servicio diocesano de misiones, en el que esperamos se entregue largos años, con la gracia de Dios y la acogida y colaboración de los salmantinos.

Con este nombramiento de un nuevo director del servicio diocesano de misiones, cesa en ese mismo servicio el autor de esta comunicación Juan Robles Diosdado, que ha permanecido en este servicio, en dos periodos discontinuos, desde el año 1974.

Pero la afición y el servicio a las misiones había comenzado casi veinte años antes, cuando no tenía más que quince años y me formaba en el seminario menor, continuando después en la llamada Academia Misional, que nos ayudaba a descubrir la realidad misionera y a colaborar con las misiones y los misioneros que nos visitaban, y nos invitaban a seguir la misma vocación de servicio a las misiones.

El trabajo de animación misionera se continuaba después en el primer destino como sacerdote en 1965, el del Colegio de Armenteros. Se trataba de los 500 muchachos y muchachas que estudiaban allí desde la enseñanza primaria hasta el fin del bachillerato superior. Y a los chicos les interesaba el conocimiento de la realidad de los misioneros.

La relación continuó también desde allí con el delegado diocesano de misiones. Por eso, cuando diez años después mi destino pasó a estar en Salamanca, el delegado de misiones me propuso ser su colaborador y ayudante. Y antes de un año se lo llevaba la enfermedad, y el obispo creyó oportuno que me hiciera yo cargo de la delegación diocesana de misiones.

Y en ella permanecí ocho años animando en la cooperación misionera de niños, jóvenes y mayores, en parroquias, colegios, grupos diocesanos de diversa orientación. Y durante los tres últimos años realizamos con un grupo de jóvenes una interesantísima experiencia pastoral de orientación misionera, en la parroquia de Arabayona que me encomendaron entonces.

Y desde ahí pasé, en el año 1982, a colaborar con el mismo servicio a los misioneros y a la obra misionera desde Madrid, siendo el director del secretariado de la comisión episcopal de misiones, y miembro del equipo nacional de las Obras Misionales Pontificias, encargándome especialmente de la animación misionera del campo de los jóvenes.

Allí tuve oportunidad de conocer y tratar con muchos misioneros, sobre todo españoles, pero también italianos, franceses, belgas, ingleses, polacos, etc. Y se me brindó ocasión de visitar directamente países y realizaciones misioneras, sobre todo del continente de América. Y esa relación me llevó a colaborar con la comisión especial que se encargó de preparar la celebración de la primera evangelización de América quinientos años antes. Y así llegamos al año 92, en que consideré había llegado la hora de cambio de etapa en mi vida.

Fue la oportunidad de iniciar uno o dos años sabáticos, que me llevaron a profundizar en el estudio de la teoría y la práctica misioneras en la facultad de Misionología de la Universidad Gregoriana, aprovechando también la abundante bibliografía de la biblioteca y el archivo de la Universidad Urbaniana, que es la propia de las misiones y de los misioneros.

Volví con el título de doctor en el tema misionero, con la tesis sobre un misionero castellano que trabajó como seglar primero y como obispo después en los primeros años de la evangelización de Méjico, entonces llamado la Nueva España. Este misionero era el abulense Vasco de Quiroga.

En el año 1997 me reenganché en el servicio misionero de la diócesis, donde he permanecido hasta mis ochenta años. Esto ha supuesto toda una vida dedicada al mundo misionero. Como los mejores misioneros, que lo son de por vida. También aquí podemos ser, aunque de distinta manera, misioneros de por vida.

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