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Educar: Ayer y hoy
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Educar: Ayer y hoy

Actualizado 17/09/2020
Fermín González

"La gente habla de mayoría de edad. Eso no existe. Cuando uno tiene un hijo, está condenado a ser padre durante toda la vida. Son los hijos lo que se apartan de uno. Pero los padres no podemos apartarnos de ellos" (Grahan Green)

Antes, las personas se casaban, tenían hijos y los criaban. No era algo por lo que se preocupaban demasiado. Pero los tiempos fueron cambiando, quizá con más rapidez de lo que a la postre fuimos capaces de comprender, las generaciones se fueron adaptando de forma lenta a otras nuevas formas de concebir.

Y surgió una multitud de especialistas en crianza de niños, esgrimiendo títulos rimbombantes, y cambiando las estructuras incluso, las escolares, apareciendo unos textos y libros, que para decir lo mismo, estos necesitaban cuatro páginas, y un envoltorio de extravagancias, imposibles de entender para muchos progenitores, yo creo, que nadie éramos capaces de descifrar aquellos signos, todo un galimatías, para quienes queríamos participar, instruir y volver a recordar tiempos de alumno.

Pronto la retórica sustituyó a la realidad; lo absurdo, al sentido común. La crianza de los hijos, independientemente de la escolaridad, se convirtió en una ciencia abstracta y difícil. Los padres se volvieron tolerantes y democráticos, y, por ende, los hijos se tornaron mimados e ingobernables, caprichosos, con signos de menosprecio y violencia.

Es cierto que según la época en la que cada cual ha tenido que criar hijos, las confusiones, las razones, las imposiciones, la rectitud, las exigencias y la disciplina, tuvieron unas formas y un exceso de celo un tanto turbulentas y agrias en no pocas ocasiones, como para que ahora no efectuemos esa comparación, y evidentemente algún signo de culpabilidad quede en nuestro haber.

La experiencia nos ha demostrado que alguna de las ideas en boga que creen muchos padres de hoy son, en realidad, mitos perniciosos. Hemos llegado a obsesionarnos con la idea de elevar a los niños a una posición de prominencia que no se han ganado y de la cual no se obtienen beneficios. Acostumbramos a nuestros hijos a un nivel de vida material que no guarda relación alguna con lo que pueden esperar cuando sean adultos. Se ha de considerar que la mayoría de ellos no alcanza este grado de opulencia trabajando o sacrificándose, sino con lloriqueos, exigencias y manipulaciones. Se les enseña que pueden obtener algo por nada: una de las actitudes más destructivas que puede adquirir una persona.

Así que, adminístreles vitamina N (no). De a sus hijos todo lo que verdaderamente necesitan, pero solo parte- menos de la mitad- de lo que desean? En muchas casas hay juguetes esparcidos por todos los lados y, sin embargo los niños se quejan de aburrimiento. Un chico no puede decir que va a hacer, porque tantos juguetes le presentan demasiadas opciones. Algunos padres temen que si su hijo carece de los juguetes de moda que tienen sus amigos, su autoestima bajara. Pero la autoestima no está en función de la cantidad de cosas que poseemos, sino de la capacidad de desarrollar dones que llevamos dentro. Y cuanto más gira la familia en torno al niño, más se centra este en sí mismo. Salvo en los primeros años de su vida, los pequeños no requieren atención constante. Se puede comprobar, que cuanta más atención les prestaban, a los críos, más exigentes y desobedientes se volvían. ¡Los niños habían tomado el poder!.

Está claro que, salvo ese tiempo crucial, digamos de "Biberón", ahora con mucha más rapidez que antaño, los niños tiene un desarrollo bastante más precoz, y su intelecto proyecta más rápidamente la realidad y el entorno que le rodea, si se le marcan las pautas de conducta los chicos se vuelven más independientes, seguros extravertidos, felices y corteses. Por elocuente y correcta que sea la explicación, los niños sólo son capaces de ver un punto de vista: el propio. Es mucho mejor decir sencillamente sin amenazas ni disculpas: "Porque lo digo yo". Pocos son los que soportábamos nos dieran esta respuesta, sin embargo cuando llegas al borde de tensión y desastre "Porque lo digo yo" pasa a formar parte del vocabulario doméstico. También se puede decir "Porque soy tu padre (o tu madre) y tomar decisiones aunque no gusten es mí responsabilidad. Lo cierto es que una familia no es una democracia. Tarde o temprano alguien debe decir la última palabra, y es mejor que ese alguien sea un adulto, o todos se hallaran en problemas. ¡Como lo oyes tú!...

Fermín González salamancartvaldia.es blog taurinerías

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