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La mayoría de los españoles piensa que los problemas no tienen solución
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La mayoría de los españoles piensa que los problemas no tienen solución

Actualizado 04/08/2020
Francisco Delgado

La mayoría de los españoles piensa que los problemas no tienen solución | Imagen 1

Cuando uno se aleja del propio país o residencia y vuelve después de un tiempo, el alejamiento temporal crea una nueva perspectiva sobre la misma realidad. El mes de vacaciones que he pasado fuera de España me permite a mi vuelta ver más claramente el bosque, sin perder la orientación en cada árbol. Las primeras sensaciones que produce un nuevo punto de vista tienen tanto valor, o más, que las estadísticas de cada fenómeno nacional o los cientos de noticias que podemos leer diariamente. Por eso nos llegan tanto, en general, las obras artísticas, espejo de la realidad, no deformada por los prejuicios y manipulaciones.

Mi primera impresión al volver a nuestro país, después de esta corta ausencia, es que los españoles, la mayoría, tienen latentemente, incluso a veces conscientemente, el prejuicio de que nuestros graves problemas no tienen solución. Este es un prejuicio terrible por las decisivas consecuencias que crea; efectivamente, con ese prejuicio en nuestra mente, reaccionaremos de tal modo ante los problemas que creamos más problemas en torno al primero, en lugar de resolverlo.

Pondré algunos ejemplos para mostrar esto.

Desde el inicio de la terrible pandemia que estamos padeciendo, la mayoría de las reacciones que se dan a nuestro alrededor se caracterizan por estar muy alejadas de la realidad: desde los que infantilmente niegan su existencia, para no enfrentarse al miedo y al sentimiento de impotencia, hasta los que no ven que hay una evolución positiva, aunque lenta, en nuestro país y en todos los países europeos.

En medio están los que ponen sus energías en protestas y rabias desubicadas en tiempo y espacio: los que echan la culpa de lo que ocurre al gobierno de la nación, o a los chinos, o a los comunistas o a los neoliberales. O los que obstaculizan, en lugar de colaborar, queriendo sacar provecho de las desgracias, o dudando de los únicos que tienen la garantía de que saben, aunque su saber sea limitado, como lo es toda ciencia: epidemiólogos, científicos, médicos, sanitarios. De una vez por todas: los que saben de la naturaleza de una epidemia no son los políticos, ni los economistas, ni los periodistas, ni los que no estamos formados en ciencias médicas. Si no vemos esto, estamos alejados de la realidad; a veces tanto, que nos situamos más en el mundo de la locura que en el de la racionalidad.

Los mismos mecanismos se dan en los otros problemas importantes, como la crisis económica que está produciendo la pandemia y el tremendo nivel de paro que aumenta diariamente. La crisis económica, el paro, la gestión de los recursos, eso sí son responsabilidad de los políticos nacionales, autonómicos, locales. Si no confiamos en los políticos elegidos libremente por los ciudadanos, no podemos contribuir a la solución de los problemas: obstaculizaremos las soluciones o en el mejor de los casos tendremos una actitud pasiva e inútil, para nuestro bienestar y el de los demás.

Los problemas políticos importantes que tenemos (entre otros el deseo de independencia de un gran sector de la población catalana) no pueden ser abordados por los jueces, ni por los obispos, ni por el Parlamento europeo, ni por la población civil. Sino por los políticos, a través del diálogo, de la búsqueda de consensos, materializados en acuerdos.

En resumen, cada campo de conocimiento de la compleja realidad tiene un colectivo de profesionales que son los que más saben de ese campo. Si no confiamos en ellos, en los políticos, en los médicos, en los investigadores, en los profesores, en los técnicos?se producen todos los síntomas de una sociedad enferma y paralizada.

El primer consenso nacional que necesitamos es creer en nosotros mismos, en que queremos y podemos resolver nuestros problemas, tan eficazmente como lo puedan hacer los escandinavos, los canadienses o los portugueses. En los himnos nacionales la letra suele resumir esa voluntad de ir siempre hacia adelante, la identidad nacional. Aunque parezca un mínimo detalle en estos difíciles momentos, es importante que los españoles tengamos cuanto antes en nuestro himno nacional una letra que exprese ese consenso de seguir construyendo cada día España.

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