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Buenas madres
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Buenas madres

Actualizado 15/06/2020
Jesús Garrote

Hace tiempo que vengo diciendo que la Casa Escuela Santiago Uno está en femenino. Es una muestra muy legible de lo que será la sociedad del futuro.

Cuando Ramón y Cajal descubrió las neuronas fue porque miró en el cerebro de un embrión. Lo que en cerebros adultos parecían redes indescifrables, aquí se descubrieron células unitarias, relacionadas.

En más de veinticinco años de asamblea, la fuerza del liderazgo sin duda ha pasado a las chicas.

Aquí los chicos quieren mucho a sus madres aunque la convivencia no sea posible por distintas circunstancias, todos las quieren. Pero muchos no se pueden fiar de algunas por ser víctimas de adicciones o dependencias.

Es curioso cómo de una madre inmigrante venida en patera con sus hijos pequeños, ocupada de trabajar más de doce horas al día sale una niña estudiosa, encargada de su hermanito. Sin embargo podemos encontrar una hija única con todas las atenciones y caprichos que vive amargada con ella misma y sin poder disfrutar o vivir con sus padres.

Pues curiosamente los servicios sociales reclaman a los hijos de la primera. Ahora cuando se los devuelven, por un lado nos alegramos y por otro esperamos poder seguir ayudándoles con los estudios y con algunos momentos de juegos como corresponde a niños de su edad.

Debemos ser muy humildes. No puede ser que algún técnico juzgue a una madre, sin estar en su lugar, sin tener hijos con las penurias que los han tenido algunas.

No todo es blanco o negro. No existen los pensamientos únicos de familia o felicidad. En una sociedad donde es tan fácil sembrar el miedo como se ha demostrado con el coronavirus, es fácil adoctrinar y como se demuestra polarizar las opiniones para sentirnos seguros o protegidos. Parece que en un tiempo donde se demonizan algunas religiones somos más dogmáticos o igual que cuando reinaba un Teocentrismo irracional.

No creo que mi madre sea mejor, ni peor. No me considero un padre ejemplar, es verdad que he tenido el privilegio de acompañar a mis hijas en su educación y crecimiento personal. Aunque saquen buenas notas y tengan una vida más o menos ordenada no las hace mejores que muchas niñas de Santiago Uno que ponen su vida mucho más en riesgo y no se valoran a ellas mismas.

Muchas familias desestructuradas, muchas niñas con transtorno del apego y todas grandes personas, tanto las niñas como las madres.

Evidentemente no soy cómplice de delitos, si he sabido de un maltrato según la ley lo he denunciado. Pero eso no ha impedido intentar redefinir las situaciones y acompañar hacia la conciliación familiar.

Nos están llegando niñas de las que fueron nuestras niñas. Es algo aparentemente frustrante, pero por otro lado ven en nosotros un refugio y otra oportunidad. Espero que sean las menos las que nos necesiten.

Es curioso, los lazos infinitos y la infinita capacidad de amor de las personas y las familias. Hay amores que matan. También hay momentos familiares de los que nos hacen partícipes que nos lanzan más allá de las superprotecciones y las leyes erráticas de Estados como el nuestro.

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