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Alfredo Ramajo, sacerdote taurino
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LA OPINIÓN DE MIGUEL CID CEBRIÁN

Alfredo Ramajo, sacerdote taurino

Actualizado 31/03/2020
Miguel Cid Cebrián

El Patriarca del Bolsín Taurino Mirobrigense, Miguel Cid Cebrián, recuerda la figura del páter de la institución

Después de una lucha titánica en el Clínico Salmantino, se nos ha ido para siempre Alfredo Ramajo, pater del Bolsín Taurino Mirobrigense y hombre cabal, víctima de este maldito virus que nos asola como una peste.

Ramajo era un sacerdote ejemplar y reunía en su persona las cualidades más señeras de nuestra tierra charra: amante de las mejores tradiciones y respetuoso siempre con los sentimientos del pueblo más genuino. Era un antropólogo práctico, a lo que se unía su fe cristiana que siempre asumía con extraordinario respeto y devoción. Uno lo comprobaba siempre en nuestras celebraciones bolsinistas a las que daba sentido con su verbo elocuente y sencillo.

En nuestra última celebración eucarística por nuestros fallecidos, mayormente ganaderos, como era habitual y en mi condición de Patriarca le leí la epístola y al terminar quise volver a mi sitio en la bancada de la Iglesia del Seminario; él no me lo consintió y me pidió que le acompañara en el altar el resto de la misa. Y uno que practica a su manera, sintió un bálsamo de afecto y bondad que nunca olvidaré.

Luego, fue él el que me sustituyó en el Pregón por mi obligada ausencia, como maestro de ceremonias y yo, desde Panamá donde me encontraba, comprobé por YouTube su maestría en dirigir el acto. Sin duda, valía para muchas cosas y todo lo hacía bien. Era un todoterreno lleno de bondad y humanidad.

Por todo ello y mucho más, su muerte nos sobrecoge e impresiona doblemente. Hoy es un día triste en nuestro Bolsín y en El Sahugo, su pueblo natal donde vivía y en El Maíllo de donde era párroco y en la comarca del Yeltes de donde era Arcipreste y en nuestra Diócesis de la que era delegado de Enseñanza. Y en nuestro Ciudad Rodrigo donde su imagen era bizarra y campechana.

Su fuerte figura con la cámara fotográfica al ristre, se mantendrá siempre en nuestra memoria y su palabra amable y virtuosa nos acompañará siempre. Hoy, más que nunca, se hacen realidad las palabras de Isabel Allende: "La muerte no existe, le gente solo se muere cuando se la olvida. Si tú me recuerdas yo seguiré contigo". Y tú, Alfredo, siempre seguirás con nosotros en nuestra memoria. Con mi más sentido pésame a su hermana, familia, feligreses y amigos, D.E.P.

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