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Es Navidad y yo soy un mena
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Es Navidad y yo soy un mena

Actualizado 21/12/2019
Fructuoso Mangas

No es que lo diga yo, que también, es que lo dice el Señor y de muchas maneras. Y esto vale tanto para creyentes, practicantes o no, como para no creyentes, porque se trata de las personas no de las creencias.

Me refiero a los "menas", Menores No Acompañados internados en los Centros de Acogida (los discutidos y discutibles CIEs), siempre precarios y superllenos, con presupuesto insuficiente, rechazados por muchos y por distintas razones, unos por xenofobia y otros por lo contrario, porque, si es que deben ser, deberían ser más y mejor dotados en todo.

Son menores de 18 años que han llegado sin acompañantes mayores por todos los caminos posibles y de todos los continentes, aunque en su mayoría han pasado desde África. Ocultan su procedencia para no ser devueltos, a veces engañan con la edad para no ser echados a la calle o integrados en otras soluciones de acogida para mayores de dieciocho, el hacinamiento es quizás el mayor problema agravado por la escasez de medios y de presupuesto; en estas condiciones el trabajo de los educadores es muy difícil y pone cada día en peligro la convivencia pacífica dentro del Centro y fuera de él. No haría falta aclarar que los chicos son los únicos inocentes de esta historia de huida, de desarraigo, de violencia y soledad y hasta de muerte en muchos casos antes de llegar a Europa. Aunque están en centros y en medio de barrios y ciudades viven rigurosamente "en las afueras": en las afueras de occidente, en las afueras de una sociedad rica y vividora, en las afueras del corazón del ciudadano, en las afueras de la sensibilidad y visibilidad social. En realidad están tan "fuera de", que hablando en propiedad ciudadana ni son visibles ni existen. Y mil detalles más que no son de este espacio. A veces la Iglesia levanta la voz para defender a estos niños y adolescentes inmigrantes y trabaja junto a ellos a través de algunos grupos y asociaciones, pero no sé si es suficiente. Y me siento uno de ellos, aunque no creo que esto sea suficiente.

Porque quiero yo acabar en otro sitio. Me voy a Belén, estos días tan citado desde todas las culturas, ideologías y creencias. Y es que en Belén acabó un niño que llegaba "de fuera", era galileo, mala cosa era eso en Judea por religión, por geografía y por historia, por política y por aire social y cultural. Era como cualquier chico del centro de Hortaleza llegado del Camerún o de donde sea, incluida Galilea. Los detalles del relato que hacen los evangelios están llenos de "indirectas" cargadas de intención, llegan de fuera, no encontraron un sitio adecuado, nace solo y solos están sus padres, en un rincón del pueblo, prácticamente escondidos para que no los echaran, sin medios para pagar una situación mejor y todo lo demás? Los relatos añaden con razón música de ángeles como preciosa señal, física o no, de que Dios estaba allí, en aquel lugar, en aquel niño, que es edía o aquella noche era el último de Judea; un pobre mena.

Y hay todavía dos detalles de categoría para agravar la situación y ampliar el alcance y el significado de lo que estaba sucediendo. Llegan los pastores, avisados por Dios, por sus ángeles, como no podía ser menos, y lo besan y le traen cosas como reconociendo quién es. Ah, los pastores eran los últimos en la lista de habitantes y creyentes de Belén y su zona; todo el día en el campo, ni a casa venían durante temporadas, no pisaban las sinagogas. De lo malo, lo peor. Y son los primeros, casi los únicos, que se llegan hasta el niño forastero. Menas adultos con el Niño mena?

Y otros que también llegan pronto son un pequeño grupo, unos extranjeros que vienen del este pagano e dólatra y que con extraños y preciosos avatares acaban llegando hasta el corral o pajar (Centro de Acogida para Inmigrantes) donde se había instalado la familia. Y ven en aquel niño, marginal y de fuera, algo grande y único que los demás, ni siquiera los de adentro, habían reconocido. Por no llegar hasta Herodes y su monstruosa pretensión porque tampoco tengo ahora cuerpo para llegar tan lejos en la comparación. Y porque ahora no se llega a tanto, nos limitamos a devolverlos a sus países y/o a levantar vallas con púas para que no vuelvan.

Y viniendo ya a mi caso, no es que yo tenga que visitar en plan pastor o mago el Centro correspondiente, porque para eso tengo a los gobernantes elegidos que tienen que poner los medios necesarios para que sean chicos acogidos, respetados e integrados. Para eso están. Pero además de esa exigencia hacia mis gobernantes, me hago yo a mí mismo otra igualmente importante y urgente.

Me refiero a que, hagan lo que hagan autoridades y responsables, yo tengo que ponerme en el lugar de un "mena" cualquiera y sentirme en su piel y en su desastre y además, hablo ahora para el creyente cristiano, ver más allá de su rostro lo que de muchas formas me ha revelado Dios: que Él está presente, de forma muy intencionada y personal, en cada uno de ellos. Así entiendo yo aquello de que "el pobre es el Belén de Dios", porque en él se encarna con especial intensidad y en él, en cualquiera, me espera para ser reconocido y acogido. Y me digo que eso sería Navidad de la buena, si no la mejor.

Por eso al a cercarse estas fiestas de Navidad, quiero ponerme en el lugar de un "mena" cualquiera como si fuera el niño de Belén y además, no menos importante, reconocer en él el perfil mismo del Niño Dios. Sería una Navidad verdadera y feliz. Me la pido y os la deseo.

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