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Vitigudino vive con intensidad la Fiesta de la Matanza Tradicional
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Pequeños y mayores disfrutaron del evento

Vitigudino vive con intensidad la Fiesta de la Matanza Tradicional

Actualizado 23/11/2019
Miguel Corral

Alberto Ortega Moreno fue designado Matancero de Honor y recordó emocionado la figura de su abuelo, Manuel Moreno Blanco, y de su madre, Chelo Moreno

Veintiún años han tenido que trascurrir para que Vitigudino volviera a sentir en su Plaza el rito de la matanza tradicional, un pueblo que vive en gran parte del sector cárnico y de los productos derivados del cerdo y que sin embargo no ha aprovechado como otros uno de los actos más tradicionales y que identifica como pocos la cultura popular salmantina, para promocionar su condición de pueblo genuinamente chacinero. Pero como dice el refrán: "Nunca es tarde si la dicha es buena".

Sin duda, la matanza es uno de los actos que identifica la cultura popular de los pueblos salmantinos, una tradición cada vez más difícil de observar en sus casas por distintas causas, por lo que la Diputación Provincial y siguiendo la estela de algunos municipios, ponía en marcha hace ya varios años la Fiesta de la Matanza Tradicional, un programa al que este año se unía el Ayuntamiento de Vitigudino con la celebración de lo que siempre fue considerado una fiesta en nuestros pueblos.

Esta primera edición de la Fiesta de la Matanza Tradicional en Vitigudino tenía un protagonista especial. Alberto Ortega Moreno, nieto del profesor Manuel Moreno Blanco, e hijo de Chelo Moreno, sería investido como Matancero de Honor, acto en el que la alcaldesa de Vitigudino, Luisa de Paz, le hizo entrega de una placa en recuerdo de este nombramiento, agradeciendo su disposición para esta designación, pues no en vano su residencia en Tarragona le obligaba a un largo desplazamiento para estar en Vitigudino este 23 de noviembre.

En declaraciones a LAS ARRIBES AL DÍA, Alberto Ortega señaló que esta designación le llena de "orgullo y es un honor", porque "el hecho de que se me haya designado matancero demuestra que el Ayuntamiento cuenta con mis ancestros por lo que hicieron, tanto mi abuelo como mi madre, por Vitigudino y la comarca, y estarían muy orgullosos al ver que la familia sigue con la inercia familiar, con la ilusión de que Vitigudino y su comarca sea conocido en la provincia, región y país".

En su intervención durante el nombramiento como Matancero de Honor, Ortega Moreno recordó a su hijo Alejandro y a su mujer Ana por su contribución a estrechar más sus lazos con la tierra de sus ancestros, y se mostró emocionado al traer a su memoria y dejar en la Plaza de Vitigudino la figura de su abuelo, el profesor Manuel Moreno Blanco, y de su madre, Chelo, que tanto luchó por dignificar el nombre de su padre, Hijo Ilustre de Vitigudino y quien acuñó en sus libros el nombre de La Gudina como el territorio de influencia de Vitigudino; también el sobrenombre de El Viti para quien fue embajador de este pueblo en el mundo durante su ejercicio como torero.

Actos matanceros

Otros protagonistas de la jornada fueron Juan 'el de Cabeza de Framontanos' y Toñi, su mujer, también Conchi González, encargados de despiezar, limpiar, aderezar y cocinar lo que emana de la matanza tradicional, participación totalmente altruista y que conviene señalar. A ellos se sumaba un numeroso equipo de colaboradores y empleados municipales, comenzado por la alcaldesa Luisa de Paz, que no le costó remangarse para hacer el primer chorizo en la máquina de embuchar, echar las chichas a la artesa e incluso repartirlas para su degustación por todo aquel que se acercó a la Plaza.

Bajo la narración de un actor contratado por la Diputación Provincial, y los sones de la gaita y el tamboril de Jorge Sousa, Juan iba dando cuenta del marrano, ya destripado, para extraer riñones, corazón, solomillos, mantos y lomos, el secreto, paletas y jamones, y su posterior deshuesado.

Bajo la mirada de admiración de los más pequeños, Juan iba extrayendo una a una las partes del cerdo, mientras Toñi y Conchi limpiaban patas o guisaban chichas a la lumbre. Entre tanto, Chema, Briki y Jose guisaban al butano unas chichas para engañar al hambre de los colaboradores más pequeños, encargados del reparto de dulces y pastas, y después de participar en el taller de elaboración de chorizos.

A perrunillas, mantecados y bizcochos se sumaban los licores en el convite, aguardiente, hierbas y otros para entrar en calor en una mañana que amenazaba lluvia, aunque finalmente el cielo encapotado de gris se abrió dando paso a unos tenues rayos de sol.

Juan ya había deshuesado jamones y paletas, lo que daría paso al picado de la carne y su adobo, labor esta última en la que contaría con Toñi, encargada de aliñar con ajo, sal, orégano y pimentón las chichas, que con el amasado de las fuertes manos de Juan, comenzaban a tomar color.

Conchi seguía cocinando las chichas a las lumbre y los niños comenzaban a acudir a la máquina de embuchar para hacer su chorizo, toda una experiencia y que sus padres y abuelos recordarán para siempre.

El punto final a esta Fiesta de la Matanza Tradicional llegaría con la degustación de las chichas y de castañas asadas, otro de los productos típicos del invierno en los pueblos y casi olvidado.

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