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Extrañas criaturas VI: Cancerbero.
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Extrañas criaturas VI: Cancerbero.

Actualizado 13/09/2019
Manuel Rodríguez Fraile

Extrañas criaturas VI: Cancerbero. | Imagen 1Los que ya tenemos algunos años, aún recordamos como los comentaristas de los partidos de fútbol, aún en blanco y negro, llamaban cancerberos a los porteros. Hoy se ha generalizado el término guardametas imagino que porque son los encargados de custodiar la meta que todo jugador quiere alcanzar: la portería.

En la mitología griega Kérberos, Cancerbero para los romanos, era según Hesíodo hijo de Tifón, el último hijo de la diosa Gea (la Tierra). Su nombre significa "el demonio del pozo" y es el perro de Hades. Lo describen como un monstruo de tres cabezas[1], cuerpo de perro y cola de serpiente. Su misión es custodiar las puertas del Inframundo no dejando entra a ningún ser vivo ni salir a ningún muerto. Nadie sabe a ciencia cierta porque se le asignó esa tarea. Cancerbero no era invencible y sufrió varias derrotas. Sus debilidades eran la miel y la música, tal vez ese sea el origen del popular dicho que afirma que la música amansa a las fieras.

Orfeo, hijo de Apolo y la musa Calíope, utilizó el armonioso sonido de su lira de 9 cuerdas para dejarle sumido en un dulce sueño y poder entrar a rescatar a su esposa Eurídice que había muerto el mismo día de su boda al ser mordida por una serpiente en el pie. Cuando por fin logró llegar a la presencia de Hades, le suplicó que dejase volver con él a su amada Eurídice y Hades accedió seducido también por el sonido de su lira, pero le impuso una condición: no podría contemplar el rostro de su esposa hasta que ambos hubieran salido de sus dominios.

Orfeo aceptó y atravesó todo el Inframundo seguido por ella, pero antes de traspasar la última puerta no puedo contener su impaciencia y miró hacia atrás para ver el rostro de su esposa que, en ese mismo instante, fue arrebatada de nuevo por las sombras del Infierno y esta vez de forma definitiva.

También Heracles, el Hércules romano, logró vencer a Cancerbero. Fue el último y más duro de los 12 trabajos que tuvo que realizar para su hermano Euristeo, el hombre que le había arrebatado su legítimo derecho al trono de Micenas y a quien odiaba. Tuvo que hacerlo como penitencia por haber matado con sus propias manos a su mujer, sus hijos y dos de sus sobrinos mientras estaba sumido en un ataque de locura provocado por la diosa Hera, celosa de la infidelidad de Zeus.

No fue fácil, lo primero que tuvo que hacer fue viajar hasta la entrada de reino de Hades, situada en el cabo Ténaro, a lo que le ayudaron Atenea y Hermes. Más tarde convencer al barquero Caronte para cruzar la laguna Estigia, acto por el que posteriormente Hades castigaría al guía de los muertos.

Hércules se enfrentó a Cancerbero sólo con sus fuertes manos logrando encadenar sus tres cabezas y obligándole a salir a la luz. Al llegar a Micenas con aquella temible y extraña criatura, Euristeo se escondió muerto de miedo y ordeno que el animal fuera devuelto al Averno.

Su otra debilidad es la miel, y de ella de valieron Eneas y Psique que le durmieron con tortas rellenas del dulce manjar.

Eneas fue uno de los pocos supervivientes de la guerra de Troya (cuenta que era hijo de Afrodita) y es el protagonista de la Eneida, una extensa obra escrita por Virgilio en el siglo I que narra su viaje desde la ciudad vencida de los domadores de caballos[2], hasta la península itálica donde sus descendientes, Rómulo y Remo fundarán Roma. Pero durante el viaje se le apareció su padre, Anquises, ya muerto que le había pedido en sueños que le visitase en el Inframundo. Esta es la razón por la que Eneas debe enfrentarse al perro guardián Cancerbero y aplacar su voracidad con las tortas de miel para poder hablar con su padre que le mostrara el maravilloso futuro y la gloria que alcanzarán sus descendientes, los romanos, en su nuevo destino. De este modo el poeta Virgilio quiere acreditar el hecho de que Roma es la legítima heredera de Grecia.

El caso de Psique lo cuenta Apuleyo en su Metamorfosis. Psique, era la menor y más hermosa de las hijas del rey de Anatolia. La diosa Afrodita celosa de su belleza pidió a su hijo Eros (el Cupido romano) que la atravesara con una de sus flechas para que se enamorase del hombre más feo y malvado que encontrase en su camino. Pero Eros, al verla se enamoró de ella y lanzo al mar su flecha, haciéndola su amante.

Para que su madre no se enterara sólo la visitaba de noche y prohibió a Psique ver su rostro. Pero su hermanas le preguntaban con insistencia sobre la identidad de su amante a lo que ella no podía dar respuesta. Una noche, vencida por la curiosidad y mientras Eros dormía, encendió una lámpara de aceite para ver su rostro con tan mala suerte que unas pocas gotas del caliente líquido cayeron sobre el rostro de dios despertándolo que la abandono por haber incumplido su prohibición.

Desesperada Pisque, pidió ayuda a Afrodita, que así se enteró de la desobediencia de su hijo, para recuperar a su amado. La diosa le dice que para hacerlo debe viajar al reino de Hades y pedir a Perséfone, esposa del dios, un poco de su belleza que deberá guardar en una caja negra que le entregó y hecho esto regresar su presencia. Para calamar a Cancerbero Psique también utilizó tortas de miel.

Cumplida su misión regreso, pero antes de entregar la caja a Afrodita la abrió para tomar un poco de aquella extraordinaria belleza para ella misma y así recuperar a su amado Eros. Pero lo que salió de la caja fue un vapor venenoso que puso fin a su vida.

Aunque no es corriente en este tipo de historias entre dioses y semidioses, en este caso todo termina bien ya que el hijo de Afrodita al enterarse de su muerte suplicó a su madre y también a Zeus que le permitan recuperar a Psique a lo que estos accedieron, celebrándose en el Olimpo la unión de los dos.

Y es que como escribió Voltaire, escritor y filósofo francés: El amor es la más fuerte de las pasiones, porque ataca al mismo tiempo a la cabeza, al cuerpo y al corazón. Incluso de los dioses.


[1] Algunos relatos afirman que representan el pasado, el presente y el futuro que pues esos tres tiempos terminan por devorarse entre sí.

[2] Así eran conocidos los troyanos y por eso el "trofeo" con el que les engañaron los griegos fue un caballo

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