Agosto

Cualquiera de mi generación, de esos que año tras año siguen viendo las repeticiones de Verano azul ?confiésenlo, por lo menos, algún capítulo suelto? o que se parten de risa ?y de nostalgia? cuando ven la Tele Vintage de Zapeando o cualquiera de esos programas hechos de cachitos? de recuerdos, se ubica perfectamente en aquellos meses de agosto en los que paraba el mundo, aunque no se bajara nadie.

Como les he confesado alguna vez, eso de cumplir años en mi onomástica ?el 31 de julio? me daba una extraña perspectiva hacia esa época del año: sí, había vacaciones pero no tenía con quien festejar: unos ya se habían ido al pueblo, o al apartamento de Santander, por decir, y los que salían de vacaciones en julio ?que no era lo usual? todavía no habían vuelto. Alguna vez me tocó pueblo ajeno y el primer cumpleaños que recuerdo fuera de casa fue en un intercambio en Francia, en la Vendée, en la plenitud de mi? adolescencia.

Ahora que llevo años en un país en el que agosto es verano, sí, pero eso significa temporada de lluvias ?en la que no es que haga frío pero tampoco nos morimos de calor?, recuerdo el clima de allá, que siempre se empezaba "a poner tonto" en agosto. En aquellos ayeres, quienes no éramos socios de alguna de las piscinas, nos organizábamos con la pandilla ?de ese momento: los cambios de pandilla, modelo de evolución social, dan para otro artículo? para ir algunos días y claro, ese día piscinero de agosto amanecía, invariablemente, nublado.

Y la madre de uno decía aquello de: "pero cómo te vas a ir con el día que está", y ese uno, adolescente: "pues me voy porque me voy"; en los días más condescendientes ?o menos adolescentes? uno usaba la racionalidad ?verás cómo luego escampa, o abre, o se arregla el día?.

Pues eso, a ver si escampa.

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