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Gobiernos "de coagulación" para tiempos de "demorragia"
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Gobiernos "de coagulación" para tiempos de "demorragia"

Actualizado 24/08/2019
Tomás González Blázquez

Gobiernos "de coagulación" para tiempos de "demorragia" | Imagen 1Perdemos sangre aunque parezca que no, o pese a que muchos hagan todo lo posible por hacer ver que no pasa nada, más preocupados por palpar el pulso demoscópico, tan arrítmico muchas veces, que de mantener las constantes vitales de España dentro de los márgenes de seguridad. Lo peor de contemplar esto desde fuera es que pronto compruebas que lo estás sufriendo desde dentro, por muy perteneciente que seas a ese noventa y seis o noventa y siete por ciento de españoles que no milita en ningún partido político. Casi cuatro meses desde que votamos? ¡y todavía sin gobierno nacional!

Sí se han ido conformando los gobiernos regionales, y en su momento, cumpliendo unos plazos de sentido común, los municipales. Muchos de ellos, como el de nuestra comunidad autónoma y el de la capital salmantina, integrando a más de un partido. Estas coaliciones de gobierno resultan, en cierto modo, con sus desventajas que también las tendrán, verdaderos gobiernos de coagulación. Necesarios porque perdemos sangre, y mucha, desde hace tiempo. Basta prestar un poco de atención a la actualidad política y social para que alcances a resumirla con tres o cuatro declaraciones clasificables como fuego de artificio y decidas volver pronto a ocupaciones más sustanciosas. Pero regresas preocupado, temeroso de que, una vez más, no serán capaces de negociar y de ceder, de dialogar y de animarse a buscar los pocos puntos de coincidencia que firmaríamos el noventa y seis o noventa y siete por ciento de españoles que no militamos en ningún partido político, y otros cuantos más que suscribiríamos el setenta y seis o setenta y siete. Con esos bastaría para empezar a coagular y frenar la demorragia.

Lograda la hemostasia, quizá en quince o veinte años, tiempo habrá de disolver los coágulos, pero ahora toca hacer piña plaquetaria para tapar los boquetes. ¿No cae por su propio peso después de que hace menos de dos años un parlamento autonómico proclamara la independencia del 6,3% del territorio nacional? ¿O después de que, sin estar recuperados de una durísima crisis económica, se avecinen ya los nubarrones de la siguiente? ¿O en plenas incertidumbres de una Europa débil que no sabe cómo despedir al Reino Unido ni cómo afrontar que los vecinos del sur, los africanos que quedaron heridos de muerte en la descolonización, llaman a la puerta por un motivo tan justo como no morirse de hambre?

Sin embargo, muchos trombocitos piensan solamente en ellos mismos, rehúsan ocupar el lugar que la responsabilidad histórica les exige y se limitan a huir hacia adelante, como si prescindiendo de la agregación fueran de alguna utilidad. Esto no les importa. Les bastará luego fabricar un relato que culpe a los trombocitos de enfrente, antes de que toque levantar la costra y la demorragia siga anemizando nuestra democracia golpeada y herida. ¿La creen tan sana y robusta? ¿O acaso la quieren tan poco?

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