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La muerte de Juanjo Bajo. Un Mirobrigense ejemplar
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LA OPINIÓN DE MIGUEL CID CEBRIÁN

La muerte de Juanjo Bajo. Un Mirobrigense ejemplar

Actualizado 02/05/2019
Miguel Cid Cebrián

Juanjo era hijo del recordado comandante Bajo y miembro de una numerosa familia que vivió muchos años en la calle Santa Clara de nuestra ciudad

De nuevo la muerte llega para quedarse; en este caso la víctima es un Mirobrigense ejemplar y gran amigo de todos como era Juanjo Bajo al que tanto apreciábamos y con el que tanto disfrutamos en aquella juventud que parecía eterna.

Juanjo era hijo del recordado comandante Bajo y miembro de una numerosa familia que vivió muchos años en la calle Santa Clara de nuestra ciudad. La estirpe militar del padre se inculcó en algunos de sus hijos como Ángel y Agustín a la sazón coroneles de la Guardia Civil mientras Juanjo se hizo ingeniero de minas aunque el espíritu castrense siempre impregnó su vida.

Pero antes hablaba de nuestra juventud y es que en la pandilla del inolvidable club estudiantil, recorrimos aquellos años de nuestra vida donde está parecía detenerse en interminables escaramuzas algunas inolvidables, como nuestra entusiasta colaboración en aquellos actos conmemorativos del 150 aniversario del Sitio de nuestra ciudad en la Guerra Peninsular o de la Independencia.

Pero como contaba en la recientísima necrológica por la muerte del otro gran amigo de la "panda" Andrés Vicente, nuestras excursiones veraniegas buscaban aventuras por nuestras siempre misteriosas Hurdes, Las Batuecas y la querida Peña de Francia. Y Juanjo se convertía en el responsable de la intendencia para que no faltara nada y sobrara de todo. Y para evitar fatigas alquilamos un burro en el vecino Monsagro que nos llevara una carga que era más de ilusiones que de material. Creo, si no me equivoco que éramos Toño Vasconcellos, Sito Vicente, Juanjo y yo y allí de peripecia en peripecia y de caminata en caminata recorríamos aquellos caminos, a veces de cabras para sentir sobre nuestros jóvenes rostros el viento y el sol de aquellas serranías a la vez que nuestros pulmones se llenaban de aquel aire impregnado de brazos y jaras para caer rendidos luego en la tienda de campaña.

Juanjo, además, como buen geólogo que era nos instruía o eso creía el, sobre los milovites y las cruzianas que encontraba entre las piedras y las rocas como vestigios del cuaternario. Lo tomábamos a broma pero era un sabio en la materia.

Ahora con la muerte de Juanjo, y las anteriores de Toño, Sito y Poldo que a veces nos acompañó, solo quedo yo de aquel grupo de aventureros excursionistas. Por eso quiero dar fe de la ilusión y la ingenuidad con que acometíamos aquellas empresas que pretendían descubrir un Mediterráneo que solo estaba en nuestras juveniles mentes.

Juanjo Bajo, educado y cordial, buenísima persona, culto, recuerdo también su pasión por la música clásica, y trabajador incansable nos ha dejado. Ya no lo veremos por La Peña del Rincón, que tentó le gustaba frecuentar, ni por nuestras calles y plazas en las que se ensimismaba como amante que era de nuestra ciudad y sus valores y tradiciones. Ya no lo veremos, pero lo recordaremos y en nuestra memoria seguirá siempre siempre vivo. Mis condolencias a su esposa Delia, una gran pintora de nuestra tierra, a su hijo Juanjo, a nuestro gran amigo su hermano José y a la demás familia. D.E.P.

Miguel Cid Cebrián

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