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Algoritmo y Futuro
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Algoritmo y Futuro

Actualizado 23/03/2019
Fructuoso Mangas

YuvaL Noah Harari en 21 lecciones para el siglo XXI, última obra de su trilogía, afirma que está llegando el día en que la libertad de los humanos acabe suplantada por la decisión de los algoritmos. Y más o menos es lo que intenta demostrar a lo largo de cuatrocientas páginas, en uno de los libros más vendidos entre el año pasado y éste. Y él mismo recuerda los actos del drama.

En un primer acto las decisiones humanas, políticas y sociales y hasta individuales adquirían en los dioses o en sus representantes honestidad y procedencia; más tarde a partir de la Ilustración sobre todo, se llegó a la conclusión de que esa autoridad sobre criterios y acciones así como la libertad de adoptarlos o no provenía del pueblo, de la opinión de la gente. Es la democracia y sus votaciones, por las que se dirige una sociedad que libremente toma sus propias decisiones. Pero llega ya el momento en que ese sistema va cediendo y es la estadística, hábilmente manejada y hasta manipulada, la que impone las libertades y sus recortes. La verdad ya no viene de lo alto ni de lo bajo, viene de alguien que la maneja. Y esta situación llegará pronto a tal punto, piensa Harari, que la humanidad quedará inutilizada y sin razón de existir. Y dejará de existir: la falta de función elimina el órgano. Es un pésimo resumen del problema y de su evolución, pero puede valer para entendernos. Porque hasta aquí quería yo venir.

Sin que con esto quiera decir que estoy de acuerdo con Harari, me parece interesante recordar la advertencia sobre la amenaza que tenemos sobre nuestras cabezas. Se nota en demasiadas señales, que casi ya no son síntomas sino pruebas comprobables. La estadística es la señora de casi todo, de la verdad y del futuro, de lo justo y de lo correcto, de lo que se ordena y lo que se prohíbe. Y con ese método tan lábil se deciden las cosas más graves para los ciudadanos.

Y por si fuera poco los algoritmos son ya el pan y el agua y el aire de cada día. Basta ver la fila de estudiantes de bachillerato sentados a las puertas del instituto. Quizás hablan con el de al lado pero a través del móvil, incluso tienen una movida conversación con sus amigos pero todo se cruza y se disuelve en un facebook medio líquido y casi gaseoso. Y en casa hay un desafío diario para ver cómo estamos a la mesa sin pantallas de por medio. Y no digamos si vas a tu Banco, que ya nadie sabe de quién es y por supuesto tuyo no, si se le cae el sistema estás perdido y tendrás que volver otro día. Tu Banco queda muerto por unas horas. Es como un ensayo. Y así ya casi todo. Yo mismo quedo reducido a una miseria si se me cae la red y no tengo conexión. Y no digamos lo que les ha sucedido a fabricantes, pilotos y usuarios del Boeing 737 Max.

Oh tiempos, todavía recientes, cuando las cartas iban y venían para comunicar las noticias y sentimientos y se guardaban todas juntas con una cuerdecilla apretada y anudada. Desaparecieron y en su lugar llegó el correo electrónico, rápido y fácil, con carpetas perfectamente ordenadas para guardar todo lo que llegaba según fechas y contenidos, duró poco porque no se podía soportar el tiempo perdido en escribir y leer líneas y párrafos. No hay tiempo ni cosas que explicar, por eso basta con un wasap lleno de errores y equívocos. No se dice nada pero hay comunicación y eso basta. Por eso sobra la sintaxis, la ortografía, la prosodia y la corrección del vocabulario. Se acaba tirando por la borda esa costosa y admirable construcción de miles de años que se llama lenguaje escrito. La caverna primitiva está servida.

Y es que se acaba de descubrir a la vez por millones de usuarios que las palabras son un estorbo que sólo produce lentitud y equívocos, lo mejor es una imagen y que cada uno lea lo que quiera. ¿Quién dijo aquello, tan falso por cierto, de que una imagen vale más que mil palabras? (Sí, lo dijo alguien pero luego se descubrió que era analfabeto) Por eso millones de millennials se reparten cada día cien millones de imágenes sin necesidad de añadir más. La verdad es que tampoco hay mucho que decir, parece.

A ver si va a tener razón Harari y la humanidad acaba disuelta en la posthistoria suavemente mecida en las líquidas aguas de la nada rodeada de incomunicación?

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