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El futuro de nuestro patrimonio artístico
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El futuro de nuestro patrimonio artístico

Actualizado 25/02/2019
Antonio Matilla

El futuro de nuestro patrimonio artístico | Imagen 1

La presentación del libro "Salamanca, Ciudad Lineal, Palamós. Las arcadas claustrales de Mas del Vent. ¿Estuvo el Claustro de Palamós en la Catedral Vieja de Salamanca?", cuya edición ha sido liderada por el Profesor Gerardo Boto y publicado por la Editorial más antigua de España, Ediciones Universidad Salamanca, me dejó una sensación agridulce que ha estimulado mi compromiso en favor del Patrimonio histórico, artístico y cultural de nuestra provincia y diócesis.

Dulce porque el libro es una cosa seria, casi 500 páginas que, a poco que se profundice en ellas nos mandan señales de miles y miles de páginas consultadas, cientos de horas pasadas en los archivos, a veces para constatar que no había referencias suficientes sobre este o el otro tema, trabajo de campo exhaustivo, infografía actual y edición cuidada. Si hubiera que poner alguna pega: el libro se lee mejor con luz natural, con luz artificial es más difícil, por el brillo y la calidad del papel empleado. Se capta la pasión investigadora. No soy especialista y no soy quien para juzgar desde una perspectiva académica. Sólo diré que su lectura puede suscitar vocaciones de investigador.

Agria por contemplar el fracaso de la Iglesia, la Sociedad civil y el Estado en la defensa del Patrimonio durante los siglos XIX y XX. Me duelen más, como es fácilmente entendible, los fallos de la Iglesia, pero todos podemos aplicarnos en alguna medida aquel dicho de Jesús en el Evangelio de Juan: "El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra".

Me preocupa más el presente y el futuro inmediato. Creo que se avecinan buenos tiempos para el Patrimonio, pero no conviene bajar la guardia. Nos hemos dotado de una legislación protectora y proteccionista que vuelve casi imposible repetir los errores del pasado. La Iglesia, desde el obispo hasta los fieles, está mentalizada para conservar el Patrimonio, mantenerlo dignamente y potenciarlo, en la medida de lo posible, con adquisiciones nuevas de calidad. En cuanto al mecenazgo, en general, podríamos decir que las grandes empresas y las grandes fortunas podrían hacer más de lo que hacen, porque está surgiendo un nuevo mecenazgo menos personalista, es más yo diría que completamente anónimo, que son, somos, los turistas que, euro a euro, pagando nuestra entrada, estamos colaborando a mantener el Patrimonio, como puede apreciarse claramente en casi todas las catedrales y otros monumentos importantes. Las autoridades políticas están concienciadas, pero demasiado dependientes de los resultados electorales y con un claro riesgo, dependiendo de quién gane, de repetir errores del pasado resucitando desamortizaciones y estatalizaciones que tan dañinas se han demostrado para el Patrimonio.

Durante la Edad Media y gran parte de la Edad Moderna el Patrimonio se creó y se mantuvo financiándose con los impuestos de la Iglesia y su sistema de diezmos y primicias, de raigambre bíblica. Ahora los impuestos los recauda el Estado, en sus tres dimensiones ?nacional, autonómica y local- y justo es que una parte de esos impuestos se destine al cuidado del Patrimonio existente y a su ampliación. Pero hay que tener en cuenta que nuestro sistema económico, social, cultural y político es muy sensible a la opinión, extremadamente sensible diría yo. Y, en este sentido, me pregunto quién va a defender en un futuro cercano el Patrimonio. ¿Será cosa de una élite intelectualmente preparada y concienciada? No sería suficiente. Es necesario que todos los ciudadanos nos responsabilicemos y adoptemos compromisos concretos. En este sentido me preocupa la opinión de los niños y jóvenes actuales, que serán contribuyentes dentro de pocos años. ¿Conocen nuestro legado artístico y cultural? ¿Lo aman o se aburren de ver piedras y pinturas antiguas? ¿Se puede amar un Patrimonio que solo se puede contemplar, que no se puede tocar, oler, pisar, patear, jugar con él y en él ?recuérdese la importancia fundamental del juego en la infancia-? No pretendo yo reeditar la invasión de los bárbaros en versión infantil, sino plantear la necesidad de una pedagogía del arte y del patrimonio histórico mucho más activa y creativa. Por otro lado, gran parte de nuestro Patrimonio tiene origen religioso. ¿Podrá mantenerse únicamente como mero museo si se seca la fuente de la espiritualidad y la religiosidad que lo originó?

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