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Romper una lanza en mi favor
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Romper una lanza en mi favor

Actualizado 18/02/2019
Antonio Matilla

Romper una lanza en mi favor | Imagen 1

Una de las manifestaciones más abundantes de la corrección política es el anticlericalismo, o sea criticar a los curas con pretexto de que acumulan ?acumulamos- poder o mandan -mandamos- mucho. Y no digo yo que no haya sido así en determinadas épocas de nuestra historia patria, incluida la de las zonas, regiones o nacionalidades, históricas o inventadas, que quieren independizarse. También nos salpica y mucho la pederastia, tengamos o no que ver con ella por acción u omisión. Estos días se está tratando en Roma. Veremos qué conclusiones afloran. El siglo XVII fue, al parecer, una época muy clerical, como resultado del exceso excesivo de la proporción de clérigos, regulares o seculares, monjes y monjas, con respecto al resto de la población. Tampoco voy a negar aquello del nacionalcatolicismo, porque lo he leído escrito en varios y múltiples libros y lo he visto y oído en otras tantas películas?o más.

No obstante, aprovechando el cambio de década recién cumplido, de mí sé decir y digo que yo no fui educado en el clericalismo, ni me he sentido, en los casi cuarenta y cuatro años que llevo de cura, con posibilidades de mandar ni influir mucho, ni de dejar ricos a mis sobrinos con mi herencia?lo más tarde posible. Contando la etapa de formación son más de cincuenta años, que ya dan para hacerme una ligera idea tanto sincrónica como diacrónica. De la misma forma, debo decir y digo que no he conocido a barragana ninguna, salvo en la literatura, en los mentideros de vecindad o en el folklore popular ?"el cura de San esteban ya no es cura que es señor, porque tiene cuatro hijos, como cualquier labrador", aprendí en su día, hace muchos años, oyendo a Medes de Villamayor-; el papel, la lengua viperina y el parche del tambor gaitero lo aguantan casi todo. Mas no seré yo quien desmienta que algo de verdad haya, haya habido o haya de haber, pues como suele decirse "el asunto de la jodienda ?hetero, homo o con menores- no tiene enmienda"...o sí. Yo sostengo que sí, pues aunque haya muchos laicos o curas que padecen desarreglos afectivos o sexuales, son muchas más, curas y laicos, las personas normales y respetuosas con el prójimo en la relación personal, afectiva y sexual.

Desde la Asamblea Conjunta de Obispos y sacerdotes de 1971 -¡Ya ha llovido!-, y en gran medida también antes de ella, pues un evento así no nace por generación espontánea, sino en un caldo de cultivo propicio y nutricio, el clero español es el clero menos clerical de la historia de España, el menos partidista, aunque curas partidarios de partidos de derecha o de izquierda y anarquistas los ha habido y los hay, como en la Sociedad española misma. Y, lo que es más importante, por cercano, cuando en Salamanca capital los antiguos miembros de la UCO (Unión de coadjutores oprimidos) se pusieron de acuerdo en lanzar un candidato a la alcaldía políticamente incorrecto según los estándares comúnmente aceptados durante la dictadura y la dictablanda, en las primeras elecciones municipales democráticas de 1979, lo consiguieron; pero en sus parroquias respectivas, aunque ellos tuvieran una línea política claramente significada, no cerraron la puerta a laicos de línea política diferente o contraria, afianzando así las bases de la convivencia democrática en los barrios y colaborando a superar las herencias nefastas de nuestra Guerra Incivil.

Diócesis hay cerca de nosotros ?no en la nuestra- en que, ante la falta de vocaciones sacerdotales, los obispos han llamado a clero extranjero; muchos no lo han hecho bien y han regresado a sus países de origen más pronto que tarde pues se les hacía muy duro ser cura en España. ¿Por qué? Pues porque de donde venían, los curas eran alguien y aquí, por lo general, somos un don nadie; porque allende los mares y las fronteras ser cura es una medalla de prestigio y aquí?¡pschée!; algunos pensaron, al venir aquí, a la rica Europa, en hacer dinero?y fue que no?todo lo más un pequeño ahorro que, en sus países de origen, tenía más valor que aquí, pero siempre poca cosa.

Pecadores somos todos, y "el que esté libre de pecado que tire la primera piedra"?y se hinchó a tirarlas, pues para creer en el pecado hay que creer en Dios y viceversa y no está el horno social para esos bollos, o lo está en las panaderías ajenas, pero no en la pastelería propia. Los curas, pues, somos pecadores y tenemos nuestros defectos, no más que otros grupos sociales y tal vez menos, por el entrenamiento de tantos años de disciplina, estudio, oración y entrega al prójimo. En todas partes cuecen habas y alguna caldera bulle en mi casa y ha habido y hay curas pederastas, peseteros, pelotas de este partido o del otro, pero el colectivo clerical en cuanto tal, siendo manifiestamente mejorable, resiste bastante bien la comparación con otros grupos sociales. Buen conocedor de los defectos clericales como soy -por razones obvias- hoy "no toca" insistir en ellos. Doctores tienen la maledicencia y opinadores hay miles, acodados a la barra de un bar, tertulianos de un medio o hiperactivos en las redes sociales; si lo son con más o menos fundamento, a todos toca juzgarlo.

Antonio Matilla, ciudadano sacerdote.

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