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La Gobernanza de mi Patria grande
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La Gobernanza de mi Patria grande

Actualizado 29/10/2018
Antonio Matilla

Confieso que me preocupa. Según el Diccionario de la RAE de la Lengua, en su edición vigésimo segunda, de 2001, que es la que tengo a mano, la gobernanza es el "arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía". Asaltado por la duda de que hubiera habido cambios en los últimos meses y años, tan convulsos, he consultado por internet la última edición y no, la definición sigue siendo la misma.

Muchos son los factores y las instituciones que intervienen en esta gobernanza, pero sin duda el Gobierno de la Nación es de las más importantes, con permiso de la Unión Europea. Es de bien nacidos ser agradecidos a la Patria chica ?Malva, Zamora, Salamanca, Castilla y León en mi caso-, pero tenemos una Patria grande, que hunde sus raíces en Roma pero que se configura como nación allá por 1492, y una Patria más grande que fue naciendo con sucesivos dolores de parto, siendo uno de los más significativos el Tratado de París de 1951, en el que se aprobó la constitución de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero; con cierto alivio y gran satisfacción de los demócratas europeos se recibió la plena incorporación de nuestra Patria grande, el Reino de España, a esa Patria más grande que es la Unión Europea y que perderá un hijo querido, querido por ser díscolo, cuando se sustancie el Brexit. Debo añadir, en mi caso, que la fe cristiana y la Doctrina Social de la Iglesia, que de ella se deriva, me hacen sentir, de tejas abajo, ciudadano del mundo y, de tejas arriba, del Reino de los Cielos, que está más arriba, más allá y más hondo que los 13.500 millones de años luz de diámetro del Universo físico ahora conocido.

Enmarcada por esa quíntuple pertenencia a las Patrias chica, grande, más grande, universal y celestial, se encuentra mi preocupación por la gobernanza de mi Patria grande. Y ¿de dónde surge esta preocupación?

De que entre los partidos que gobiernan o que apoyan al Gobierno hay algunos, los más antiguos e históricos, que, al menos un sector importante de ellos, tienen experiencia de haber dado golpes de Estado contra la legalidad constitucional vigente y me malicio que volverán a intentarlo, en unión de otros partidos más modernos. Otros han servido, en el pasado y en el presente, de muletas a dictaduras de diverso pelaje ideológico o religioso. Alguno sigue disfrutando de privilegios medievales que, habiendo desaparecido, fueron restaurados por dictadura diz que de derechas para ampliarse constitucionalmente a cuatro provincias, no a dos solo, como estaba dictatorialmente previsto. Partidos hay que, a la vez, pueden apoyar a otro y a su contrario, con lo cual nunca traicionan, porque siempre apoyan a alguien. Varios partidos intentan convertir en Estado una nación que nunca existió; que deseen que exista es legítimo, aunque no tengan base histórica, porque los sentimientos son libres y un tanto irracionales y a veces tiránicos, o sea, pasionales, fácilmente manipulables por la propaganda; pero no es legítimo que intenten imponérselo a los de mi pueblo, o sea de mi patria chica, por la puerta de atrás, saltándose la norma que a todos nos obliga y que, precisamente, contiene los procedimientos para conseguir ese fin legalmente. Me da que en la Unión Europea este respeto a los modos y a las formas es muy importante, es esencial, diría yo, porque marca los límites de la democracia, aunque jueces hay en todos los lados, con opiniones variopintas, como se ha comprobado recientemente. También hay partidos abiertamente antidemocráticos, porque quieren hacer saltar el sistema aprobado por inmensísima mayoría en 1978 como si ellos estuvieran en posesión de toda la Verdad, emanada del Alto Comisariado Ideológico y Asambleario, y los padres de la Constitución vigente y los que la votamos fuéramos unos vendidos al capitalismo globalizado (¿Se referirán al de la República Popular de China?). Algunos pregonan la cuadratura del círculo del Federalismo asimétrico, pues que yo sepa, en las repúblicas federales los privilegios territoriales no encajan muy bien.

Es de señalar la abundancia de tics republicanos en el partido del Gobierno y en los partidos que le apoyan. Espero que no vuelvan a intentar proclamar una republiqueta extrapolando los resultados de otras elecciones municipales o mediante un referéndum realizado "de aquella manera". La propia Constitución que nos guía, monárquica, permitiría cambiar el régimen de monarquía parlamentaria a república, pero respetando las reglas del juego, como ya nos enseñaron los denostados franquistas ?y más denostados que van a ser cuando se prohíba la exaltación del franquismo- en los primeros meses de nuestra Transición. Pero conmigo que no cuenten. No confesaré mis razones en público, solo me confesaré ante mi urna. Claro que nuestra Transición para muchos es una pieza de museo. Y si nuestra Transición es una pieza de museo ¿qué es la Constitución de los Estados Unidos de América? ¿La Revolución Francesa también es una reliquia histórica? Todo puede evolucionar y mejorarse; los padres engendran a los hijos y estos a los nietos y así la especie evoluciona, pero esta clonación de células políticas que se han demostrado históricamente cancerosas, es muy peligrosa. Los experimentos, con gaseosa.

Antonio Matilla, autor modesto de la Transición.

La Gobernanza de mi Patria grande | Imagen 1

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