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La manda de Teresa
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Actuación número 242

La manda de Teresa

Actualizado 24/09/2018
Redacción

CERECEDA DE LA SIERRA | Los vecinos disfrutaron de una nueva representación de 'Teresa, la jardinera de la luz' a cargo del grupo de teatro Lazarillo de Tormes

Una manda es una palabra arcaica y de uso muy local que se sigue empleando en algunas comunidades. Es una promesa de carácter religioso que en algunas personas denotan fuertes convicciones personales en lo tocante a su espiritualidad. Cereceda de la Sierra, uno de los pueblos salmantinos que se ubican en la de Francia, emplea todavía este vocablo. Es una localidad que tiene conciencia de la convivencia de sus gentes desde los albores del siglo X. Grupos de personas que simplemente compartían sus vidas sin ninguna jurisdicción que obedecer; sólo un jefe de tribu los aglutinaba. La existencia de pinturas rupestres en sus cercanías nos informan del tiempo que hace que estas tierras conocen asentamientos humanos.

Recibió esta pequeña y singular localidad serrana a "Teresa, la jardinera de la luz", que sigue todavía viajera por nuestra geografía charra, gracias a la Diputación, para dar a conocer un personaje, Teresa de Jesús, que de tan sublime se hacía casi inaccesible. Pero 'Lazarillo de Tormes', que lleva a cabo esta representación, ha conseguido hacer amena y comprensible una vida y obra que se acerca a cada pueblo, a cada vecino para llegar al centro mismo de su cotidianeidad.

Dos peñas son significativas para Cereceda, una la Peña de Francia, que a pocos kilómetros del pueblo, guarda en el santuario de su cima a la Virgen que tanta devoción despierta entre los pueblos de esta comarca. La otra peña, mucho más pequeña y cercana, da el apodo por el que se conoce a los cerezanos. Son llamados "gatos" en su comarca pues La Peña El Gato, a la entrada del pueblo así lo determina. Su parroquia románica de la Virgen del Rosario se abrió para que en un domingo del recién estrenado otoño de este Año Jubilar Teresiano, la protagonista del mismo, volviera una vez más con su historia ante un público, el de Cereceda, que impaciente por conocer a qué debe su éxito, asistió curioso a ver "Teresa, la jardinera de la luz".

Aunque se siga celebrando en esta localidad serrana a san Marcos en su fiesta de Abril, Cereceda vuelve a celebrar con los que regresan en verano la alegría del reencuentro. Ahora que la nueva estación llega cargada de otros frutos, la visita de "Teresa, la jardinera de la luz", supuso otra especie de celebración. Muchos de los sentimientos que se guardan como algo precioso en el corazón de cualquier ser humano parecen aflorar ante una obra de teatro que desde el altar de una iglesia descubre la realidad más cercana de una monja que parecía haberse quedado en esos altares y que acaba siendo comprensible a la luz de su auténtica naturaleza, la de mujer.

Multitud de cerezos han dado nombre a un pueblo que miraba cómo unas sencillas monjas vestidas con pesados hábitos, se derramaban por las escaleras de su altar mayor, como las cerezas que van cayendo del árbol, al pie del precioso retablo de la Virgen del Rosario, titular de la iglesia. Un rosario, que también recuerda a esas cerezas tan brillantes, como de forma análoga, son los cuadros escénicos con sus movimientos pausados que van configurando una obra de teatro, que también se desgrana en palabras, poemas, narraciones y variados diálogos que con sus infinitos matices, crean un conjunto lleno de sabor y contenido. Es sólo una hora, y no lo parece. Hay profundidad en los textos y sencillez en sus palabras. Mucha información de calado, y facilidad para asimilarla.

El trabajo de 'Lazarillo de Tormes' llegó a unos espectadores que todavía recuerdan los capotes que vestían sus antepasados para ir a cuidar ovejas, ropas parejas al hábito de las hermanas que los lucen con orgullo, porque representan sus vidas llenas de la cotidianidad y enseñanzas de una maestra que gracias a la convencida manda que hiciera a Jesús de Nazaret, las hizo libres. Frente a ellas un hombre, prepotente, con amenazas de hoguera, elegantemente vestido, docto y adoctrinado, sucumbe ante la evidencia de una sabiduría superior al púlpito en el que está subido. Cereceda de la Sierra escucha una música que como a lo largo de toda la vida del hombre, es la cómplice siempre en los mejores y peores momentos de la existencia. Y el maestro de órgano Salinas, desde un rincón de este montaje lo toca conocedor del tiempo que compartió con Teresa. Dicen que las mejores patatas de la Sierra son de este pueblo. Manjar del cielo para unas mujeres que nos enseñan en el escenario lo que es la dureza de un camino que bien elegido se separa de la oscuridad que algunos pretenden instalar en las vidas ajenas. Caminar con la luz siempre es gratificante, sobre todo si es entre bellos paisajes, para llegar a buenas gentes que guardan como un bien preciado y mágico la historia de tantos años de sencilla convivencia. ¿Y quién dijo que un convento no sea divertido?

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